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viernes, diciembre 5, 2025

Deshidratación: enfermedad política / Análisis de lo cotidiano

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Durante varias décadas funcionó eficazmente la “Renuncia por motivos de salud”. Y era así de sencilla, cuando el gobernante o gran jefe decidía que ya no necesitaba a algún colaborador, se le hacía saber discretamente que andaba mal de salud y que por lo tanto precisaba dejar el cargo. El funcionario tenía dos opciones, hacer una aparición en público y con cara compungida notificar a la ciudadanía que se iba al retiro para tratar de mejorar su deterioro. O cuando el caso era más drástico, ni siquiera daba la cara. Alguno de los voceros oficiales enviaba una nota a los medios de información y asunto arreglado. Nadie se preocupaba por averiguar cuál era la enfermedad porque todos lo sabíamos. Se había contagiado de malas amistades, le estaba creciendo el tumor de la soberbia o se había fracturado su solidez partidista. Pero los tiempos cambian y los diagnósticos también. Ya no se puede seguir argumentando aquel viejo pretexto. El día de hoy la cultura del ciudadano medio está en muy buenos niveles, ahora cualquiera habla de virus, resonancias, endoscopías y botox. Los términos médicos salieron de los consultorios y son lenguaje cotidiano. La salida de un funcionario tiene que ser expresada correctamente, por ello apareció en el idioma de la comunicación oficial un nuevo concepto: La deshidratación. Nuestro señor presidente fue sometido a una colecistectomía (le quitaron la vesícula, pero bien dicho), operación para la cual los cirujanos recomiendan un mínimo de quince días para recuperación. Sólo que el mandatario no podía estar ausente por tanto tiempo y entonces se justificó su descanso con la palabra mágica, se está recuperando de una severa deshidratación. ¡Ah¡ porque es fácil de comprender que un dignatario tan importante no puede ir a la cama sólo por una deshidratacioncilla, tiene que ser severa. El recurso funcionó, y de entonces a la fecha ya estuvo recluido en un hospital el secretario de Educación por el mismo diagnóstico. Sólo que debe haber sido una deshidratación tan complicada que hasta le obligó a dejar el cargo en una sesión de “reajustes”. Inmediatamente el padecimiento trepó a elevadísimos niveles de popularidad y varios cantantes y figuras de las telenovelas han ido a costosas clínicas privadas a recuperarse de “severas deshidrataciones”. Nótese que siempre son severas, un personaje no puede contraer cualquier  malestarcillo. ¿Cuál es la razón de que el procedimiento haya tenido tan éxito? Pues las razonas están bien fundadas, porque vamos a ver: Durante una deshidratación el cuerpo elimina más líquido del que recibe, con la salida del agua se pierden sales y esto produce el desequilibrio electrolítico, las funciones orgánicas se desestabilizan totalmente ya que nada funciona bien, es una alteración de todas las actividades del cuerpo. Al exterior se manifiesta con sed, temblores, palidez, mareos, falta de fuerzas, desánimo, angustia e intenso dolor de cabeza. ¿Quiere un ejemplo de este trastorno en la vida cotidiana? La cruda. Efectivamente, la terrible mañana después de la noche de pachanga no es otra cosa que una cruel deshidratación. Por ello es que el símil es tan efectivo. Cuando un funcionario tiene que ir al hospital por la enfermedad política de moda, es que está dejando salir más de lo que recibe, está en desequilibrio entre el interior de su cargo y el exterior de la opinión pública, está funcionando mal con su organismo, ya sea el partido, el sistema o el patrón. Con su disfunción está afectando a los otros órganos, compañeros suyos, haciendo ver mal a todo el cuerpo. Por supuesto que hacia fuera, su cargo se  ve desanimado, pálido, tembloroso, angustiado y él mismo se convierte en un dolor de cabeza. La solución, retirarlo del aparador y ponerlo en hidratación, de la cual puede salir muy restablecido o más grave de lo que entró y finalmente ser retirado.

No cabe duda, la nueva explicación es más ingeniosa, completa e inteligente que la ahora anticuada “renuncia por motivos de salud”. De hoy en adelante, cuando un funcionario se deshidrate, ya sabremos lo que le está ocurriendo, él también lo sabrá, conoceremos el remedio y así todos contentos.

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