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viernes, diciembre 5, 2025

El otro evento fundacional / Opciones y decisiones

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En seguimiento de los hechos históricos que, es nuestra merced y voluntad que agora y de aquí adelante para siempre jamás la dicha población e sitio de Aguascalientes se llame y nombre la Villa de la Ascensión, por los mismos argumentos vertidos en mi pasada entrega, encuentro indispensable referir el otro hecho que, eclesiásticamente, termina la construcción del edificio de la parroquia central de la ciudad y cuyo evento inaugural adquiere tonos auténticamente fundacionales.

Adelanto que dejaré la palabra al historiador, Dr. José Antonio Gutiérrez, investigador y maestro de la UAA, quien recupera, para mí de brillante manera, la memoria de dos destacados eclesiásticos del siglo XVIII que contribuyeron activamente a fincar un legado arquitectónico y cultural invaluable para la ciudad y ulteriores generaciones. Gracias a la publicación Ágora del Archivo General Municipal, en su No. 8, del año 2013, tenemos una compendiosa y pulida narrativa de aquellos hechos históricos que verdaderamente dan nombre a nuestra entrañable villa. Retomo fragmentos del capítulo: “Dos Benefactores de Aguascalientes en el siglo XVIII”. Veamos.

“La sociedad de Aguascalientes vivió importantes cambios político-sociales durante el siglo XVIII; iniciaron en 1700 al ascender al trono español Felipe V, de la dinastía Borbón, al morir Carlos II sin descendencia, de la casa de los Habsburgo. Nueva España llevaba dos siglos incorporado al mundo occidental, pero en el fondo apenas había cambiado porque el anquilosamiento dominó toda actividad. Los aires innovadores costaron hacerse sentir en aquella sociedad tan poco acostumbrada a la apertura y libertad de acciones, pero una continuada labor ilustrada de instituciones y hombres posibilitó que la rutina, la indiferencia y la ignorancia alimentada en todo tipo de supersticiones en que estaba hundida la gran masa, permitió que circularan otros aires, nuevas formas de vida, y enraizaran en aquellos hombres.” (Opus cit. Pp. 63 ss).

Esta situación del contexto social no tan sólo de nuestra comarca provinciana sino de la nación en cuanto tal, resulta por demás elocuente en cuanto al entorno social prevaleciente a modo de una especie de atonía pública y participativa de la población que, viene a ser rota, gracias a la tarea visionaria de hombres con talento y posición social suficiente como para detonar acciones emprendedoras de largo alcance.

El papel de las élites regentes queda bien señalado con una evaluación implacable: “aunque sin librarse de reglamentaciones estrictas que expedían los nuevos gobiernos ilustrados y absolutistas desde la Metrópoli; escribe Haring: “Los gobiernos borbónicos y sus reformas van a permitir que la negra noche, oscuridades y humillaciones de España bajo Carlos II se diluya en un amanecer de recuperaciones” (Haring, C. H., El imperio español en América, México, Conaculta, 1990, p. 441). Este espectro renovador se vio dinamizado por la Ilustración, movimiento ideológico que se caracterizó por entronizar la razón como su dios, como valor supremo del individuo. La ilustración además de propugnar por romper las estrechas restricciones con un novedoso modo de ver las cosas, de concebir y entender la vida, luchó porque el hombre no perdiera su naturalidad.

La elección de dos innovadores, que el autor califica de benefactores: “Aguascalientes no fue ajena a esos movimientos de cambio, pues en esos años hubo hombres dignos de figurar. Me voy a referir a dos eclesiásticos que entonces brillaron en el panorama local, los doctores Manuel Colón de Larreátegui y Mateo José de Arteaga. Y da la razón de su opción: Ambos personajes cubrirán cuatro décadas de la historia de la villa, mejorarán los templos existentes y levantarán nuevos edificios; abrirán instituciones educativas y de caridad: su impronta llena muchas páginas de la historia local” (O. cit. p. 65). Declaro que desde niño me intrigó ese nombre extraño de la calle que lleva su nombre, y que mi mamá siempre dudaba si acentuarla como aquí se escribe, o bien pronunciarla como una simple palabra grave. Gracias a que mi suegro de muy feliz y grata memoria, Don José Pagoaga Iriarte, fue vasco de pura cepa -con todo y los ochos apellidos vascos de gran rigor-, así como talante, genio y lengua, algún día me comentó que en vasco no hay acentos escritos, y que Larreategui se pronuncia naturalmente como voz esdrújula, y también por norma fonética de 4 sílabas. Valga esta digresión lingüística.

Abordemos la caracterización del personaje de nuestra referencia: “D. Manuel Colón de Larreátegui era descendiente directo del Almirante Diego Colón, hijo del descubridor de América. Nació en 1700 San Luis de la Paz, hoy estado de Guanajuato; fue alumno de los jesuitas en el Colegio de Santa María de Todos los Santos y se doctoró en Sagrados Cánones en la Universidad Pontificia de la ciudad de México. Antes de ser nombrado cura de Aguascalientes fue abogado de la Real Audiencia de México y examinador del Arzobispado”. Su nombramiento como cura de Aguascalientes, aporta una indicación valiosa para respaldar el argumento de cómo el nombre original de la Ciudad de Aguascalientes termina por adoptar el nombre eclesiástico dado al templo sede de lo que será la nueve sede parroquial:

“Siendo obispo de Guadalajara su maestro D. Nicolás Carlos Gómez de Cervantes, lo invitó a colaborar en la Mitra y al poco tiempo lo nombró cura propio y juez eclesiástico de la Parroquia de la Asunción de Aguascalientes; uno de los libros de gobierno registra esta noticia: “El dos de septiembre de 1733 tomó posesión Dr. D. Manuel Colón de Larreátegui, por muerte del Br.Juan de Larrea”. (O. cit. Ibídem. P. 65)

Y pasamos al evento que, desde mi punto de vista habría de ser también co-fundacional en cuanto a la adjudicación del nombre con que habrá de identificarse nuestra Villa en el sitio Aguascalientes. Dice el historiador en cita: “Sin duda su obra más importante fue terminar el templo parroquial, actual Catedral, obra llevaba 30 años de iniciada y que recibió poco avanzada; uno de los libros parroquiales registra esta noticia: “La había recibido muy al principio, y la fabricó con muchísimos afanes y trabajos, saliendo personalmente por las haciendas y ranchos a recoger maíz de limosna para su construcción”.(Archivo del Obispado de Aguascalientes, Libro Primero de la Parroquia de Aguascalientes, folio 541 vta). Sólo 5 años tardó en terminarla pues la dedicó el 4 de agosto de 1738. – Hecho que en la liturgia católica es el acto fundacional de un templo en tanto que investido con su nueva función religiosa de culto y centro administrativo eclesiástico bajo su jurisdicción.

La respuesta social de los habitantes de la ciudad no pudo haber sido más emotiva, y representativa de los grupos sociales protagónicos involucrados, según continúa la narrativa: “En los actos de consagración hubo de todo: connotados oradores, juegos pirotécnicos y de chuza, corridas de toros y obras de teatro. La semana siguiente a la bendición fue dedicada a presentar obras de teatro por los diversos gremios locales de artesanos. El 7 escenificaron los sastres la comedia ‘La misma conciencia avisa’; el 8 los zapateros presentaron ‘Negro el cuerpo blanco’; el 9 los barberos presentaron ‘El canto junto al encanto’; los alarifes y sombrereros presentaron el 11 la comedia ‘Mejor está que estaba’ y el día 12 los obrajeros presentaron la obra ‘Los españoles en Chile y conquista del Reino Araucano’. La semana siguiente los aguascalentenses la dedicaron a corridas de toros y desfiles de carrozas. El ciclo de festejos se cerró el domingo 19 con la comedia ‘El secreto vacío’, que costearon y presentaron los herreros y los serenos”.

Además del emotivo cierre de los festejos se refiere la conformación de un patronato para la nueva iglesia, el cual quedó como sigue: “El alcalde mayor, José de Sierra y Salmón, el cabildo y el vecindario encargaron a los abogados de la ciudad de México, Felipe Cayetano de Medina y Sarabia y José Francisco de Aguirre para que solicitaran a Roma la autorización del patronato. El juramento lo hicieron en presencia del Dr. Colón de Larreátegui y se comprometieron a celebrar el 12 de diciembre con una misa solemne. Desconocemos si respondió Roma, pero el obispo la autorizó y mostraron su agradecimiento con el solemne juramento”. Por si falta un tema a evocar por aniversario. franvier2013@gmail.com

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