No es extraño que las dos obras que escuchamos en el cuarto concierto de la temporada que cierra el año de la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes, Sueño de una noche de verano de Mendelssohn y Haroldo en Italia de Hector Berlioz (la Obertura Manfredo de Schumann se suprimió del programa por cuestiones de tiempo) sean obras basadas en literatura. En el caso de Midsummer night’s dream, cuya traducción literal sería sueño de medianoche a la mitad del verano, está basado en la historia homónima del dramaturgo inglés William Shakespeare, mientras que el Haroldo en Italia de Mendelssohn surge de la obra de Lord Byron, El niño Haroldo.
No es extraño que estas dos partituras estén basadas en obras literarias porque este es una de las principales características del romanticismo, el apasionante romance entre música y literatura, de hecho, la mayoría de los grandes compositores del romanticismo eran irreprimibles lectores, posiblemente Berlioz sea el mejor y más elocuente ejemplo de esta afirmación, así que siguiendo esta regla no escrita del romanticismo, las dos obras seleccionadas para ser ejecutadas el pasado viernes obedecen a este principio.
El director para el cuarto concierto fue el maestro Armando Pesquería, ya lo habíamos visto anteriormente dirigiendo a nuestra máxima entidad musical en uno de los conciertos que la Sinfónica ofrece dentro del programa cultural de la Feria Nacional de San Marcos, lo verdad no recuerdo hace cuánto tiempo que estuvo por aquí. La viola solista en el caso de la obra de Berlioz fue la maestra Ana Catalina Ruelas Valdivia, integrante de la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes.
Podemos considerar ambas obras como poemas sinfónicos, es decir, música descriptiva basada en un texto literario o un guión previamente diseñado. Este lenguaje surge precisamente en el romanticismo y la paternidad del mismo se atribuye a Franz Liszt, quien por cierto hizo más tarde una versión para viola y piano del Haroldo de Berlioz.
Después de anunciar la cancelación de la Obertura Manfredo de Schumann con el fin de presentar completa la obra de Mendelssohn, el maestro Pesqueira inició el complicado trabajo de dirigir dos inmensas partituras del romanticismo musical. Solvente y erudito en la interpretación de Sueño de una noche de verano, muy convincente el Mendelssohn que nos propuso el maestro Pesqueira, supo aprovechar muy bien el potencial de nuestra orquesta y le extrajo muy bien hasta la última gota de sus posibilidades logrando momentos de verdadera intensidad y profundidad. Quienes asistimos al Teatro Aguascalientes nos sentimos satisfechos y agradecidos del trabajo del maestro Pesquería en la primera parte del cuarto concierto de temporada.
Después del intermedio, en la segunda parte del concierto, las cosas no fueron muy diferentes, el director huésped siguió trabajando muy bien con la batuta y encontrando una respuesta satisfactoria de parte de la orquesta que sin duda entendió perfectamente bien sus exigencias.
El Haroldo en Italia de Berlioz, por su carácter orquestal y descriptivo, debe ser considerado como un poema sinfónico, pero con la particularidad de contar con la participación protagónica de la viola, no es exactamente un concierto para viola, le faltarían cadencias, o al menos definirlas mejor, en todo caso es un poema sinfónico con viola solista, no sé, se me ocurre llamar así a esta ilustre partitura de Berlioz.
La participación de la viola como instrumento solista es discreta, esto no quiere decir de manera alguna que es una obra sencilla, claro que no, tiene intrincados pasajes que hacen de esta obra una aduana difícil para cualquier violista. De hecho, tan discretos son los pasajes para viola, que Nicolo Paganini, quien encargó esta partitura, se rehusó a interpretarla por no tener el protagonismo que él hubiera deseado.
El compromiso de la viola solista se le encomendó a la maestra Ana Catalina Ruelas, violista muy solvente y con una trayectoria sólida y generosa, tanto en el difícil y comprometedor ámbito de la música de cámara, como en participaciones solistas en diferentes orquestas, tanto de cámara como sinfónicas, entre ellas, por supuesto, la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes.
Desde el primer compás que ejecutó nos dio a entender que había tomado el compromiso con toda la seriedad y profesionalismo que el repertorio exige, es decir, desde que escuchamos por primera vez su instrumento en el papel protagónico nos enganchó y no nos soltó hasta que terminó esta larga y demandante partitura. Yo creo que eso es muy difícil, mantener al público en el filo del asiento, mantenerlo atento a lo largo de toda la obra, casi sin pestañear, bueno, así me sentí yo, atrapado por la magia de su majestuosa ejecución, aun a pesar del inoportuno teléfono celular que tuvo la mala ocurrencia de sonar justo en el momento más intenso del segundo movimiento, qué lamentable situación, y todavía peor que el dueño de ese celular no lo apagara, sino que saliera de la sala, según él, a toda prisa, con el teléfono sonando. Qué falta de respeto al público, a los que sí amamos la música y la respetamos, a los integrantes de la orquesta, al director, a la solista, pero sobre todo a la música, a su majestad la música; o aquel otro que hablaba como si estuviera alegremente en un bar, pero nada de esto, nada, puede empañar el dignísimo trabajo realizado por la maestra Ana Catalina Ruelas, absolutamente sublime.
El próximo viernes, la Sinfónica se muda al segundo patio de Palacio de Gobierno con un programa impresionista integrado por La Valse de Ravel, los exquisitos Nocturnos de Debussy, Escalas de Ibert y el celebérrimo Bolero del mejor orquestador en la historia de la música, Maurice Ravel. La cita con su majestad la música es el próximo viernes 13 de noviembre a las 21:00 en el segundo patio de Palacio de Gobierno, por ahí nos vemos si Dios no dispone lo contrario. Hasta entonces.
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