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viernes, diciembre 5, 2025

Amigos / El peso de las razones

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Michel Houellebecq no es un gran escritor; al menos no es uno de los mejores escritores vivos, lo sé. No está ni cerca de Knausgård, Franzen, o -para atender a mi pequeño e insignificante patrioterismo- a nuestro genio Fernando del Paso. Houellebecq, sin embargo, es un finísimo observador; lo es como pocos. Él ha retratado como casi ninguno nuestro zeitgeist: la ampliación del campo de batalla (feliz metáfora para titular su primera novela). El cuadrilátero de las batallas económicas y de la esfera pública ha invadido virulentamente a la esfera privada. El empobrecimiento existencial que ha causado es visible y palpable. Éste es uno los párrafos más demoledores de su novela: “Igual que el liberalismo económico desenfrenado, y por motivos análogos, el liberalismo sexual produce fenómenos de empobrecimiento absoluto. Algunos hacen el amor todos los días; otros cinco o seis veces en su vida, o nunca. Algunos hacen el amor con docenas de mujeres; otros con ninguna. Es lo que se llama la ‘ley del mercado’. En un sistema económico que prohíbe el despido libre, cada cual consigue, más o menos, encontrar su hueco. En un sistema sexual que prohíbe el adulterio, cada cual se las arregla, más o menos, para encontrar su compañero de cama. En un sistema económico perfectamente liberal, algunos acumulan considerables fortunas; otros se hunden en el paro y la miseria. En un sistema sexual perfectamente liberal, algunos tienen una vida erótica variada y excitante; otros se ven reducidos a la masturbación y a la soledad. El liberalismo económico es la ampliación del campo de batalla, su extensión a todas las edades de la vida y a todas las clases de la sociedad”.

Las relaciones humanas hoy son fruto de una lucha en la jungla del liberalismo, lo que quizá sea un terrible retroceso normativo en el alcance de nuestra plenitud como especie. Cada vez nos alejamos más de una comprensión de lo que puede hacernos felices y de las normas que puedan guiarnos hacia esa meta. El neoliberalismo ha invadido de manera dramática nuestra vida privada. Los seres humanos han puesto la mirada en el lugar equivocado: confunden la autorrealización con el egoísmo, piensan que el amor implica “codependencia” (horrible término -piensan-, pues desdibuja su torpe identidad personal).

Se equivocan. Olvidan que somos seres sociales: por tanto, nuestra felicidad depende de otros. A mujeres y hombres les molesta que así sea. Piensan que pensar en el otro, amarlo, cuidarlo, preocuparse por ella o él, les resta libertad. Esa terrible libertad extrema, en la cual creen que se finca su felicidad, los hace vagar insatisfechos por el mundo. Buscan llenar un vacío que no puede llenarse como piensan, porque lo único que lo puede hacer es el Otro: nuestra pareja, nuestra familia, nuestros amigos.

Pero la libertad es autodeterminación: uno sólo es libre cuando se compromete eligiendo. Así, día a día veo pasar a hombres y mujeres que han olvidado que el amor es un compromiso de todos los días, no uno que se hace a diario, sino uno que se cumple a diario, que implica delicadeza y cuidado, que necesita tiempo y dedicación. Los padres se ofuscan y confunden: piensan que amar a sus hijos es proporcionarles poder adquisitivo, cuando lo que sus hijos necesitan es mucho tiempo, mucho cariño y educación. Otros ni siquiera buscan hijos: piensan que éstos les restarán libertad, cuando lo que es verdaderamente la familia es oportunidad de crecimiento y realización. Las parejas, cuando tienen hijos, se desentienden de su compromiso como parejas: se olvidan que algún día sus hijos se irán, y cuando queden solos el amor se habrá ido; y cuando están en el noviazgo optan por su autorrealización al margen del otro: piensan que la pareja ideal es la que se acomoda a su vida, en lugar de construir su vida junto al otro. Viven siempre pensando más en dejar abiertas opciones -con las personas de su pasado o con nuevas personas que muestran el mínimo interés en ellas- que en realmente comprometerse con su pareja actual.

Lamento también si ofendo a algún enamorado incendiario, pero no concibo el amor como una pasión descontrolada. Al contrario, es una paz inofensiva, una compañía invisible, en la cual uno actúa como en soledad. Es tranquilidad reconfortante; compartir pequeñas cosas, una plática, algunos intereses y muchas metas comunes. Tanto rosa el 14 de febrero me despierta desconfianza. También desconfío de los resentidos, aquellos que despotrican sin más y escriben loas al desamor. El amor alcanza su plenitud con la metáfora de los esposos: dar la vida por el otro, vivir por el otro, entregarse, donarse…

Por ello soy un poco pesimista. Al contrario de Helen Fisher, la famosa antropóloga de Rutgers, no pienso que las relaciones de pareja se vayan a volver más sólidas. La inestabilidad, presagiada por Houellebecq, y causada por la falta de horizontes y por la falta de determinación y de compromiso, las hará cada día más endebles e inestables. Fisher ha demostrado que nuestro cerebro tiene tres formas básicas -evolutivamente adquiridas- de procesar la información que tiene que ver con la pareja. En primer lugar, desarrollamos el “impulso sexual”, debido a la necesidad de que la especie perdure. Posteriormente, desarrollamos el “amor romántico”, por la eficiencia que tiene concentrarse en una sola pareja. Por último, el “apego”, necesario para criar a los hijos en un equipo. Fisher tiene razón: nunca antes en la historia de la humanidad había habido tanta equidad en las parejas, lo que permite sin duda que sus relaciones sean más productivas, interesantes y promuevan el crecimiento mutuo. No obstante, sin compromiso, y en la jungla del liberalismo económico y sexual, lo que sucede es que dichos mecanismos trabajan de manera independiente. Si no me equivoco, eso no lo ve Fisher. Las parejas como las pensábamos se acercan a un estado de imposibilidad práctica. Sin embargo, las amistades se vuelven, como nunca antes, más sólidas. En un mundo torcido, aún y siempre quedarán nuestros amigos. Así que en estos días, ¡celebrémoslos!

mgenso@gmail.com | /gensollen | @MarioGensollen

 

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