Es evidente que la crisis de credibilidad en el establishment que vivía nuestro país se ha intensificado considerablemente. Los acontecimientos recientes han provocado un desánimo generalizado en la vida pública nacional. Muchos personajes de la “oposición”, en lugar de pensar en cómo resolver el problema, han caído en el oportunismo barato de hacer leña del despeñadero.
Margarita Zavala por un lado ha hecho evidente a los cuatro vientos la idea de que el regreso del PRI es el que tiene al país sumida en la situación actual, que cuando su esposo fue presidente vivíamos en el paraíso y que eso hora de que los Calderón Zavala vuelvan a Los Pinos. Olvida Margarita que fue justo durante la presidencia de su marido cuando iniciaron los gasolinazos. Olvida además que ese sexenio y el anterior (de Vicente Fox, panista) gozaron de condiciones extraordinarias por cuanto va al precio del barril del petróleo. Gozaron además del beneficio de las acciones atinadas de Agustín Carstens para garantizar el precio del crudo mexicano. Olvida que ese dinero lo derrocharon, por ejemplo, en la Estela de Luz y otras obras sin utilidad para la sociedad mexicana.
Por su parte, Andrés Manuel López Obrador es otro de los que ha participado de los dividendos del negocio de la tragedia. Hoy no se cansa de vociferar el típico “se los dije”, pero sigue sin responder la pregunta más importante para todos los mexicanos ¿qué propone su plataforma política (Morena, su negocio personal con franquiciatarios locales permanentes) ante esto?
Sin embargo, hay actores de la vida pública que si han planteado propuestas viables y necesarias para afrontar la situación económica a la que se enfrenta el país. Me refiero a los diputados independientes Pedro Kumamoto y Manuel J. Clouthier han presentado y cabildeado la iniciativa denominada Sin Voto No Hay Dinero, cuyo contenido en sí pretende modificar el contenido de lo dispuesto por los artículos 40 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicano y 51 de la Ley General de Partidos Políticos a efecto de modificar las fórmulas que se utilizan al día de hoy para asignar las ministraciones que le corresponden a los partidos políticos nacionales.
La medida de austeridad representa sin lugar a dudas una de las demandas más profundas de todos los mexicanos: el excesivo presupuesto del que disponen los partidos políticos. Para dimensionar un poco, en 2015, los partidos recibieron aproximadamente 5,365 millones de pesos. El 2016, año en el que no hubo elecciones a nivel federal, los partidos recibieron 4,000 millones de pesos. La política mexicana cuesta y bastante.
Pero ¿quién decide el presupuesto que reciben los partidos? La propia Constitución, reformada por el Congreso de la Unión con diputados y senadores afiliados a partidos políticos. Marcelo Ebrard en alguna entrevista dijo que ese día en el congreso debió ser ridículo. Alguien preguntó ¿quién quiere seguir financiando sus campañas con dinero público? Y todos levantaron la mano. ¿Cuánto dinero público necesitan? Y pidieron miles de millones de pesos a través de una fórmula que obedece a criterios políticos y no de conciencia.
La propuesta se Kumamoto y Clouthier básicamente propone modificar la fórmula del 41 Constitucional a efecto de que no sea considerado el total del padrón electoral para la asignación de recursos a los partidos sino únicamente el porcentaje de votación emitida. Esto es, que en lugar de considerarse el total del padrón solo se considere a aquellas personas que realmente votaron en las elecciones federales.
Estas son la clase de medidas a las que la clase política debería ser sensible. Estos son los perfiles que son necesarios al frente de una nación que, consternada, no ha encontrado un medio de distensión. Apoyemos estas causas.




