Mi mayor prioridad es trabajar por quienes menos tienen y combatir de manera eficaz la pobreza y la desigualdad”, enfatizó Enrique Peña Nieto al suscribir con José Ángel Gurría, secretario general de la OCDE, Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, la “Declaración de intenciones para el establecimiento de un acuerdo marco de colaboración” con México (La Jornada, Política, p. 10, miércoles 12 de septiembre de 2012. Rosa Elvira Vargas).
Esta entrega-recepción de recomendaciones salidas de estudios y análisis de la OCDE sobre el país, es el objeto que vincula el rito inaugural para establecer lazos de amistad y cooperación con nada menos que el famoso bloque económico de países líderes de la Cuenca del Pacífico; al que México se incorpora activamente al despuntar del alba de su inserción a la mundialización económica, muy significativamente en aquel amanecer del descorche palaciego de champagne del 1 de enero de 1994 que inauguró el TLCAN y detonó el surgimiento del EZLN en Chiapas; incorporación que se ratifica el 18 de mayo de 1994, en que México se convirtió en el miembro número 25 de la OCDE.
A partir de entonces, la construcción de políticas públicas nacionales está inseparablemente ligada a los designios rectores del FMI, del Banco Mundial y de la OCDE, entre los órganos mundializados más conspicuos que ejercen acuerdos directrices o “marcos” para los países miembros de la región. Ergo, las recomendaciones en juego, habrán de ser “analizadas por el equipo de transición e incorporadas como contribuciones fundamentales, para modelar el país que todos queremos y en el que hemos soñado”, apostilló el presidente electo.
A renglón seguido, el secretario general Gurría entregó a EPN el estudio: “México, mejores políticas para un desarrollo incluyente”. En el cual se advierten claras coincidencias: 1.- Un sistema fiscal renovado con una base tributaria más amplia, simple y más redistributivo. 2.- Un plan de desarrollo energético estratégico. 3.- Un proceso presupuestario fincado en el desempeño y la eficacia del gasto público. 3.- Un marco laboral incluyente y moderno que disminuya la informalidad. 4.- Una especie de miscelánea fiscal-societal: – Estimular la innovación, aumentar la inversión extranjera directa para lograr la integración global, abatir los niveles de pobreza y desigualdad con acciones concretas, impulsar un nuevo sistema educativo de vanguardia, y uno de salud incluyente con servicios de calidad.
Ecce homo! ¡He aquí, la nueva creatura! Que el antiguo secretario de Hacienda de México, Gurría, encapsuló: “México sigue siendo un país de paradojas”. Y sentenció: “Llegó la hora de salir de la mediocridad de la media tabla. México puede iniciar la larga y compleja tarea de cerrar las brechas y transformarse gradualmente en un país desarrollado”. La OCDE quiere tener un alumno adelantado, vanguardista, osado, prototipo del perfil pulido con el cocktail de recetas mundializadas.
Visión que debe acompasarse con la estabilización y recuperación del equilibrio perdido del bloque dirigente. Hoy por hoy, el infarto financiero en la zona del Euro y el propio paro respiratorio del empleo en el hemisferio de Norteamérica, concentran la atención prioritaria y estratégica del capital dirigente.
Otrora, dígase años 40 y 50 del siglo pasado, los caudales de dinero eran apuntados a los países productores de materias primas, eminentemente agrícolas. Estos heroicos estados nacionales capitalistas dependientes estrenaron un sueño de promisorias políticas fondo monetaristas, banco mundialistas y, luego en los 90, ocedecistas. México como “Estado Benefactor” se aplicó esmeradamente con el nuevo modelo, e instaló un estado oligárquico nacionalista muy aplicado a las políticas de los hombres de negro de Wall Street en Nueva York y de Washington.
Para el subcontinente Americano le resultó México al capital central, un estado plenamente funcional. Aún con ciertas estridencias del ingreso a la abundancia lopezportillista; sueño efímero que tuvo sacudimientos telúricos muy fuertes, muy a pesar de su alineación ultra-ortodoxa a las recetas de El Capital, manifestadas a partir del 1 de septiembre de 1982, con la nacionalización de la banca, que provocó fuertes secuelas delamadridistas en 1984, y que redirigió con perspicacia un gabinete “extremely able” –al decir de Mr. Kissinger– del proyecto salinista, con resonancias sísmicas, reeditadas en ondas de choque zedillistas en 1994.
Bueno, en honor a la brevedad, se indujo el derrumbe estrepitoso del dinosaurio amigable, y en 2000 se instaló la transición democrática. 12 años de experimento ultramontano e hiper-ortodoxo del capitalismo a priori del panismo, rigurosamente contenido por la ola de violencia y el rápido y furioso vendaval armado del crimen globalmente organizado. Que, paradójicamente, resuelve con una envidiable y sorpresiva estabilidad monetaria en medio del caos financiero mundialista que, a partir del colapso financiero de Wall Street en 2008, acusan los países centrales.
Recetas que, políticamente, culminan con el insospechado regreso priísta a los Pinos. Y hénos aquí, actuando como caja de compensación para la banca internacional del Euro y del Dólar, refuncionalizando sus agravados tipos de cambio y aliviando sus desfondados bancos con jugosas comisiones bancarias que allende frontera norte y los mares, simplemente no aplican. La asignatura pendiente, a nivel global, es la del empleo.
Lo acaba de decir Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos de Norteamérica, enfatizando que hay que dar un cambio significativo a la dirección de la política monetaria de Washington, activando los mecanismos de estímulos monetarios, con la compra sistemática de bonos por 40 billones (miles de millones) mensuales, hasta que el mercado laboral se recupere, proveyendo una especie de “alivio cuantitativo” –en la jerga técnica–, y que saque del estupor presente a la débil economía norteamericana, al final del día, mundial (Time. By Adam Sorensen, “It’s Ben Bernanke’s Economy Now”, sept. 13, 2012).
Es ésta la coyuntura de nuestro amistoso encuentro con la OCDE. No sin reconocer esas misteriosas paradojas de México que siendo monetaristamente afluente, sigue siendo pobre social y demográficamente; pero, quiere ya despertar de la pesadilla violenta, mientras la mano que mece la cuna es el crimen organizado.
Situación que nos abre a un romántico ensueño, por el cambio que anuncia, y cuyo pasaje aunque largo, pausado y progresivo nos muestra el mismísimo secretario general Gurría, como hombre “extremely able” de aquel gabinete. Ensueño en el que, mientras dure, honestamente quisiera quedarme. n
