Si bien me agrada la soledad, la tranquilidad en un recinto austero y silencioso, prefiero que éstos sean estados resultantes de mi elección y no que me los impongan en contra de mi voluntad. Sin embargo, en el escenario actual, soy consciente de los riesgos de la pandemia de Covid 19 que nos amenaza y aflige. Acepto, por ello, mi aislamiento involuntario de buen grado, así como las normas sanitarias, tal como recomienda la autoridad en la materia.
Dadas las anteriores circunstancias, para mantenerme al tanto de lo que ocurre con este asunto de salud pública, he dedicado un buen tiempo a las noticias sobre Covid 19, difundidas tanto por los medios convencionales como por las redes sociales. Y debo decir a ese respecto que me atrae con intensa curiosidad e interés el modo en que se conforma ese conjunto noticioso. Se nos ofrece un gran número de explicaciones, buena parte de las cuales son contradictorias, sobre todo cuando se trata de aspectos técnicos acerca de la pandemia. La mezcla cotidiana consiste en unas pocas verdades, algunas medias verdades, muchas mentiras, imágenes y videos falsos y un largo etc. Incluso vi hace poco una nota en donde se atribuye, con toda “seriedad,” la pandemia del Coronavirus a una invasión de extraterrestres. Esa situación de incertidumbre acerca de lo que está ocurriendo me ha llevado a preguntarme si es explicable este complejo y preocupante estado de cosas. Por supuesto que no tengo una respuesta. No obstante, me gustaría compartir con mis lectores algunos elementos que acaso pudieran ayudar a comprender ese hecho. Espero no contribuir a la confusión.
Para describir esos elementos a los que he aludido me referiré a algunos conceptos que serán útiles en mí argumentación y, hacia el final, con el uso del afamado algoritmo de atar los cabos, trataré de presentar una conclusión. Pasemos al primer punto.
Herbert Simon fue un destacado científico norteamericano, Premio Nobel de Economía. Fue, asimismo, uno de los precursores de la Inteligencia Artificial y proponente de conceptos nuevos como el de racionalidad acotada y el de ciencia de lo artificial, entre algunos otros.
En alguna ocasión ofreció una conferencia en la que se refirió al tiempo que requeriría una persona para dominar una disciplina. Dijo que, según sus estudios y experiencia, ese tiempo era de 10 años de esfuerzo intelectual, sistemático y progresivo. Es decir, de una cadena de momentos dedicados a pasar de los conocimientos simples a los complejos sin dejar eslabones sueltos en ese proceso.
Al terminar la intervención de Simon una persona del auditorio pidió la palabra y comentó: “Profesor Simon, tengo un contraejemplo a su punto de vista” “¿Cuál es? preguntó Simon” “Mozart”, respondió su interlocutor. El profesor Simon reflexionó un breve momento y contestó: “Mozart comenzó a estudiar composición a los 7 años y terminó su primera obra musical ya aceptable a los 17: ahí tiene los 10 años que comentaba”.
De esta historia se desprende una enseñanza: la genialidad potencia, pero no evita, un largo esfuerzo, indispensable si se quiere dominar un cierto ámbito de conocimientos. Pasemos ahora a otro punto.
En el contexto de los trabajos de Alonzo Church y Alan Turing, entre otros académicos, trabajos en materia de lógica formal, matemática y teoría de la computación se desarrolló y comenzó a emplearse con mayor amplitud en distintas disciplinas el concepto de recursión. Es cierto que era una idea ya conocida, pero se empleaba en círculos intelectuales restringidos.
Para ilustrar esa noción tomemos un ejemplo en filosofía. En filosofía se emplea la noción de meta-ciencia. La ciencia estudia fenómenos de la realidad y la meta-ciencia tiene por objeto el estudio de la ciencia misma. Esa actividad ilustra lo que es una recursión. Es decir, pensamos sobre nuestro propio pensamiento. Por decirlo de otro modo y en forma esquemática: hay pensamientos de primer nivel y pensamientos de segundo nivel. Es decir, pensamos sobre cómo pensamos. Y cuando hay una deficiencia en el pensamiento sobre nuestro pensamiento se presenta una anomalía llamada síndrome de Dunning- Kruger, por el nombre de sus descubridores, ambos académicos de la Universidad de Cornell.
Este síndrome consiste en un sesgo cognitivo producto de alguna insuficiencia en el modo de pensar sobre el pensamiento. Se trata de alguna deficiencia en la capacidad recursiva de la mente. En la medida en que se da esta limitante ocurre que quien la sufre adquiere la convicción de que su pensamiento es absolutamente verdadero. Y es así porque carece de la habilidad para reconocer su propia incapacidad. En otros términos: la sobrevaloración de conocimientos que se atribuyen los incompetentes nace de la deficiente interpretación de su propia capacidad de pensar. Por el contrario: si a una persona le funciona correctamente su pensamiento recursivo tiende a creer que todos lo poseen con la misma eficiencia. Estos resultados de los trabajos de Dunning y Kruger fueron dados a conocer en el Journal of Personality and Social Psychology, en diciembre de 1999.
Otro aspecto de este síndrome es que la incompetencia del pensamiento recursivo da lugar a una mayor confianza en los incompetentes. Por consiguiente, se les dificulta reconocer la capacidad de los otros. Hay que decir que los resultados de Dunning y Kruger han sido corroborados por trabajos experimentales. Se han hecho pruebas que confirman las explicaciones que han postulado sobre este tema. Esos resultados muestran que los inhábiles sobreestiman sus capacidades en tanto que los que poseen un pensamiento recursivo eficaz tienden a calificarse de modo correcto.
Un tercer tema corresponde a un Diálogo de Platón que lleva el título de Gorgias. En ese diálogo, Sócrates y un sofista de nombre Calicles discuten con viveza sobre temas de justicia y retórica; hay momentos en que Calicles ataca los razonamientos de Sócrates con una gran violencia discursiva. En el curso del diálogo, Sócrates lo desatiende brevemente para contestar a otros interlocutores. Al regresar al diálogo con Calicles, éste lo trata ahora con amabilidad y entonces Sócrates, extrañado, le pregunta por ese cambio de actitud. Y Calicles le dice que lo trata con amabilidad porque no le importa lo que diga, que podrá tener razón, pero él, Calicles, seguirá pensando lo que piensa y creyendo lo que cree.
Tenemos ya los elementos a los que aludimos en los párrafos iniciales. Primero: adquirir conocimientos en un campo determinado toma su tiempo, al menos unos 10 años, según dice Simon. Segundo: no siempre se dispone de un mecanismo intelectual de recursión correcto que nos permita juzgar la validez de nuestro propio pensamiento. Esto nos conduce a creer que lo que pensamos es verdad absoluta. Y, en tercer lugar, hay el componente ético ilustrado por el comportamiento de Calicles ante Sócrates.
Dificultad para adquirir conocimientos, dificultad para juzgar nuestro propio pensamiento y un comportamiento ético cívico que se desliga de la búsqueda de la verdad mediante un diálogo civilizado son tres elementos que pueden ser explicativos, al menos parcialmente, del embrollo comunicativo que vivimos frente a la pandemia.
De lo dicho hasta aquí se desprenden algunos criterios para identificar los argumentos aceptables. En primer lugar, hay que preguntarse por la experiencia y solidez de los conocimientos de quien los expone. Después se puede considerar el énfasis y el respeto al otro implícitos en ellos. Se admitirán, entonces, aquellos que son respetuosos de los argumentos del interlocutor y que no son excesivamente enfáticos. Finalmente, se debe tratar de establecer si un contra argumento se funda en el entendimiento correcto del argumento del otro al que se quiere responder o se trata de una actitud que se niega a aceptar el diálogo sensato como en el caso de Calicles. Ahora bien, esa evaluación puede resultar complicada. Por lo tanto, para fines prácticos respecto de la verdad de una información en las redes sociales, ayudaría consultar la página: https://verificado.com.mx/.
Con este proceso será posible evaluar la calidad de una noticia si se quiere descartar aquellas que son falsas o sospechosas.
No quiero pasar por alto el hecho que Dunning y Kruger ganaron el premio Ig (Innoble) Nobel. Este premio fue fundado por la Universidad de Harvard para distinguir aquellos trabajos académicos que presenten un cierto grado de extrañeza o extravagancia. También conviene señalar que algunos de quienes han ganado el Ig. Nobel han ganado después el auténtico Premio Nobel como es el caso de Andrey Gueim en 2010.
Post scriptum: un muy buen amigo que leyó un borrador de este trabajo me comentó que a su juicio podría agregarse otro elemento: la veracidad. Debe quedar claro que ser veraz no es lo mismo que decir la verdad. Es veraz una persona que dice lo que verdaderamente cree. Falta a la veracidad quien dice algo cuyo significado explícito no coincide con su verdadera intención.
En mi tierra natal hay una práctica llamada “cultivo”. Consiste en que un grupo de personas se pone de acuerdo para elogiar desmedidamente a un individuo con el fin de hacerle creer que es alguien que en realidad no es. Se procede así para llevarla en el futuro a situaciones ridículas o humillantes. Quienes practican el cultivo faltan a la veracidad porque lo que dicen explícitamente a su víctima es distinto a su verdadera intención. Un proceso similar, me parece, es atribuible a algunos de los comentaristas de la pandemia actual.
