En tiempos de desinformación, infamia y fake news, llega el momento pandémico de romper una lanza en favor del secretario de Salud, Jorge Alcocer, y de todo su equipo en la gestión de crisis por el Covid-19.
Primero, habrá que apuntar, hurgando un poco en la biografía del secretario, que no es ningún improvisado, sino un médico de la UNAM de dilatada experiencia, que es doctor en medicina, con investigación científica publicada, investigador emérito del Sistema Nacional de Investigadores del Conacyt, y de larga trayectoria como profesor en la UNAM y en el servicio público. Así, por ejemplo, Alcocer fue Premio Nacional de Ciencias en 2015. ¿Podemos decir lo mismo de sus detractores?
Pero acaso el mayor mérito de Alcocer en la gestión de la crisis pandémica, sea la conformación de su joven equipo, señaladamente la parte conducida por López-Gatell, subsecretario de Salud y discípulo de Alcocer. Y acá no sobra decir que López-Gatell es también un científico, un médico posgraduado en epidemiología, y que como servidor público ya manejó con éxito la epidemia de H1N1 durante el gobierno de Calderón. Hace justo 10 años.
Hay que romper la lanza por ellos porque no parecen estos tiempos adecuados para la mezquindad, y porque dicho equipo de médicos, que encabeza un esfuerzo nacional desde la Secretaría de Salud, nos ha venido demostrando día con día durante la pandemia, que otro tipo de gobierno, de servidor y de servicio público es posible aun en México, alejado del prejuicio, la ignorancia, la estupidez supina, el falso academicismo, y de los vacuos muñecos de aparador paridos por el régimen autoritario de dos y de tres colores.
Y así es como hemos visto como, en un ejercicio inédito, al menos en México, Gatell y el resto del equipo se ponen todos los días en cadena nacional ante el escrutinio público (“mañanera” y “nocturnera”) frente al país entero y explican, con paciencia proverbial y una didáctica digna de encomio, las circunstancias y detalles de la pandemia en este país y en el resto del mundo.
Todo parece indicar hasta ahora no lo han hecho tan mal, porque por ejemplo, en el país vecino, supuesto modelo de desarrollo y democracia, tienen un presidente que no atina sino a recomendar a sus ciudadanos beber lejía para curarse, y en el que al día de hoy, 29 de abril de 2020, llevan contabilizados más de un millón de contagiados y alrededor de 57 mil muertos (más que en todas las guerras en las que los Estados Unidos han participado desde el final de la Segunda Guerra Mundial). O qué decir de los casos chino, español, Italiano o inglés, donde ni siquiera se sabe bien a bien cuántos enfermos y muertos hay a la fecha, solo por citar los más graves.
Claro que no se puede decir que la tarea está hecha y la misión cumplida en México cuando se supone que la parte más dura de la epidemia está aún por llegar, pero hasta ahora parece que el plan trazado en enero y febrero, va funcionando razonablemente.
Ello no implica que el trabajo del equipo gateliano no se pueda transparentar o mejorar, sobre todo en un país donde el nivel de profesionalidad o la coordinación de la administración pública nunca ha sido eficaz, y donde las políticas neoliberales llevan desmantelando la salud pública al menos desde el sexenio de De la Madrid.
¿Cómo lo han logrado? muy simple: poniendo las mejores prácticas científicas y médicas conocidas hasta ahora, al servicio de la sociedad. Nada más, pero nada menos. Así que más servidores públicos como Alcocer, Gatell, Alomía, Jefa Fabiana y el resto del equipo es lo que éste país necesita para parecerse menos a los demás y más a lo mejor de sí mismo en tiempos de pandemia y con un ejército de virólogos y epidemiólogos posgraduados en la universidad de las redes “antisociales”.
Pero las y los mexicanos necesitamos instituciones públicas profesionales y profesionalizadas en las que confiar. Así que bien podemos empezar con el sector salud a propósito de la pandemia. Porque en ello nos va el futuro, si no queremos acabar como otros países, supuestamente “avanzados” o “desarrollados” donde el lucro importa más que la vida o la salud, y con sistemas de salud pública débiles, precarios o de plano inexistentes, como en el citado caso gringo, que gasta miles de millones de dólares en armamento al año, pero en cambio es incapaz de garantizar el derecho a la salud pública de su población. Especialmente de los más desfavorecidos.
P.S. El pensamiento neoliberal produce ciencia neoliberal. No hay duda de ello. Para demostrarlo, ahí están los casos de los países del primer mundo, con la mejor ciencia y científicos disponibles, pero rebasados totalmente por un “enemigo” invisible, al que no asustan las bombas “inteligentes”.
@efpasillas
