Hemos hablado varias veces sobre la “justicia por propia mano”; esto nos dice que cada vez estamos adentrándonos más y más a terrenos peligrosos. En lugar de hablar de la disminución de la violencia, seguimos comentando sobre su aumento, y además del incremento de la venganza privada o violencia social.
También hemos escrito sobre la “normalización” de la violencia en los constantes roces sociales, en el sentido de que se comienza a observar como habitual o “producto” de la modernidad que las agresiones a los demás no minimicen, sino que sean parte de la vida social. Así como en un momento dado se pretendió normalizar la sociabilidad, el respeto a los demás y el ejercicio libre de los derechos, hoy día se observa como cotidiano la existencia de la violencia callejera y estructural. Pero no para ahí. Ahora, en lugar de luchar contra la violencia, la hacemos meme, burla, trend topic y nos divertimos con ella.
En el discurso de que el ser humano “es social por naturaleza”, vemos que a ese ser “sociable” regularmente le divierte la desgracia ajena. Entre más se posen los ojos en personas humilladas, discriminadas, afectadas y olvidadas, la sociedad tolera y sigue llevando la vida “que le tocó vivir”. El “hágase tu voluntad, pero en la yunta de mi compadre” es el día a día en la normalización y aceptación de las agresiones a los demás: la socialización de la violencia injustificada.
El caso del “ratero de la combi” en la Ciudad de México, hoy divierte a personas de todas las edades, que se regocijan por la golpiza que recibió una persona que le quitó un objeto a otra sin su consentimiento. De ninguna manera debemos aceptar o permitir que los robos o cualquier otro delito se sigan cometiendo sin impunidad, pero esto no justifica ni permite que una serie de personas desahoguen su enojo, frustraciones y emociones violentas en contra de otra persona. Lo más delicado es que muchas de esas personas a las que les divierte el video, comparten memes y música de payaso de rodeo, expresan su cólera y enfado por que no “mataron al ratero”.
¿Sabemos realmente cuántos casos de violencia por propia mano se cometen a diario, pero no son grabados ni viralizados? ¿Sabemos cuántos de esos casos se han provocado por condiciones extremas de necesidad ante la falta de satisfacción de los derechos de las personas? ¿Sabemos que la sociedad, el Estado y el orden jurídico se creó justo para evitar que las emociones bajas del animal humano se proyecten a los demás creando un caos y círculo de violencia? ¿Sabemos que eso no es “justicia” por propia mano, sino “venganza” por mano propia, normalizada al grado que a cualquiera de nosotras o nosotros nos puede alcanzar algún día, sin necesidad de realizar alguna conducta dañosa, pues la envidia, el egoísmo, los celos, y otras emociones radican fuertemente en algunas personas?
Justicia es resolver una situación de tal manera que beneficie a los involucrados, causando el menor malestar posible y garantizando el mayor bienestar posible. Agredir a otra persona y tratar de matarla “por que robó”, no es justicia por propia mano, es violencia directa que no está justificada. Dañar a otro nunca ha sido justicia, por eso el orden jurídico establece las formas válidas para hacer justicia y que las conductas prohibidas sean sancionadas.
En el 2017 escribí esto, y desde antes, y ahora, sigue vigente: Señoras y señores, ¡No!, no es culpa de la mamá “del ratero”; ¡No!, no es culpa de la “porquería de leyes” que tenemos; ¡No!, no es culpa “del ratero” que lo hayan matado porque “era una lacra” y la gente “ya está harta”; Es culpa de nuestra indiferencia y falta de empatía; de que nos decimos “humanos”, cuando valoramos más los objetos que la vida de personas; de que siempre la culpa la tienen los demás y nunca vemos lo que aportamos; de que todo lo queremos arreglar encerrando o neutralizando a los que no nos “agradan”. No señoras y señores: la culpa es de la sociedad egoísta, violenta, grosera, indiferente y sin ética que tenemos en mayoría. Que sólo se une para dañar a otro; para dar “mordidas” y librarse de la ley; para tratar de sacar provecho a costa de otros; pero que nunca se une para exigir el respeto y garantía de sus derechos. Que se escuda en el discurso del “hartazgo” y “la defensa” para esconder sus impulsos violentos. Si queremos saber quién es el culpable de esto y más, es muy sencillo: miremos un espejo.
Al reírnos de la desgracia ajena; al disfrutar de esos memes y videos, solo estamos mandando el mensaje de que estamos listos para que nos violenten nuestros derechos humanos, pues el sistema jurídico no existe para “proteger” delincuentes; existe para garantizar los derechos las y los humanos. Por esto y más es que no nos visitan los extraterrestres.




