Comprender el ecoturismo invita a vivir y percibir la relación de los hombres o de una sociedad determinada a lo largo de la historia con su medio ambiente, a conocer sus modos de vida, a través de los cuales va construyendo su patrimonio cultural, y a partir de allí, ubicar la génesis de su obra cultural, que se enraíza y va indisolublemente ligada con la modificación del entorno natural en el que vive.
Miramos, interpretamos y transformamos el mundo a través de la cultura la cual abarca saberes, valores, estructuras sociales y religiosas, artísticas e intelectuales que caracterizan en particular a los grupos humanos quienes durante el transcurrir de los años y generaciones en el entorno escogido en sociedad para la vida, seleccionaron un lugar para habitar, producir y soñar.
Los grupos humanos, los pueblos, realizan acciones sobre el territorio, como son las de índole práctica para conseguir medios de subsistencia o allegarse de recursos, o bien puede éste ser visto o abordado entre otros atributos, desde una perspectiva simbólica asociado a la memoria, lugares o sitios sagrados, de identidad y de pertenencia.
Los elementos que los antropólogos, sociólogos e historiadores nombran patrimonio como son el natural y el cultural, tangible e intangible, se encuentran ligados a un territorio en lo individual. Esto va a la par de la percepción de paisaje (término que deriva de país), como constructo social, ya que al ser nombrado y percibido por los grupos humanos, está constituido por un espacio físico determinado con atributos geológicos, ecológicos y climáticos, en el que se aprecia la trascendencia ambiental, histórica y cultural; y por otro lado, los paisajes que al transcurrir del tiempo han devenido en que algunos lugares se les consideren como áreas naturales protegidas o parques museos, a partir del concepto de Geoparques Mundiales desarrollado por la Unesco.
Suma a estos conceptos el patrimonio cultural-natural, que está constituido por elementos de la naturaleza e integrado por vestigios de diversa índole asociados a la actividad humana como son los arqueológicos, es decir lo que conforma el paisaje cultural generado en un determinado lapso y espacio, en un extenso proceso histórico de transformación cultural del medio físico, del entorno y de la naturaleza.
El paisaje al formar parte del patrimonio cultural y natural, influye en el bienestar de los grupos humanos, que al estar en contacto con él, ofrece una beta de información sobre la naturaleza, además de ser un yacimiento intangible que detona valores estéticos, sentimientos, afectos psíquicos por asociación de emociones y sensaciones, de acuerdo a los individuos y a la cultura a la que pertenecen, de tal manera que fluye en un continuo derivado de la forma de ser y hacer culturales de las sociedades, para el bienestar de los seres humanos.
Los grupos humanos se establecen en determinados espacios geográficos naturales y conforme a sus necesidades, conocimientos y limitaciones le van modelando en función de sus propios saberes para enfrentarse a él mediante diversas estrategias de aprehensión, empleando los recursos de todo tipo que ese entorno les proporciona, pero también se encuentran configurados por conflictos socioambientales como son los desastres naturales y los movimientos poblacionales generados por la migración y el desplazamiento de la población debido a una gran variedad de factores.
El paisaje es creado en la fusión entre naturaleza y cultura, obra del hombre. A la vez que este puede ser un espacio encuadrado por la mirada desde un punto de vista determinado y percibido a través de los valores de quien mira como un peculiar y determinado modo de relacionarse con delimitada porción de la tierra (Maderuelo, J.).
Por lo anterior se considera que el paisaje es una imagen que revela las relaciones que hemos creado con nuestro entorno o más allá de él, señala la especialista en arte, territorio y naturaleza, Tonia Raquejo, de la que elaboramos una interpretación particular que comprende lo tangible y lo intangible de nuestro universo que conlleva las formas de ser culturales y que son distintas como diversos en significados y en periodos históricos son los individuos y las sociedades del mundo, que lleva a enfatizar lo que un investigador social refiere, (Blanco, J.), que: “El paisaje se encuentra en el interior de cada persona que mira, que contempla y que interpreta con toda su propia cultura y toda su sensibilidad, por eso se dice que hay tantos paisajes como personas los interpreten”.
Por otra parte es posible tener una aproximación al paisaje que parte del concepto desde el punto de vista de los sistemas ecológicos, el paisaje que intercambia materia y energía en el entorno, de tal manera que: “Es increíble la gran diversidad de paisajes que podemos encontrar sobre la tierra. Hay paisajes áridos y húmedos, boscosos y rocosos, helados y cálidos, montañosos y planos, terrestres y acuáticos, […]. A su vez, en cada una de estas categorías encontramos una inmensa variedad de tipos de vegetación: imagina una pradera, un bosque de secuoyas, una nopalera, un matorral, un manglar o una selva. En realidad, es imposible encontrar dos paisajes idénticos”, afirman los científicos Cano y Valverde.
Estos autores abundan en este tenor, señalando que el planeta cuenta en su extensión con diversos biomas terrestres y acuáticos, también llamados paisajes bioclimáticos, comprendidos éstos como tal y que son característicos de las distintas regiones climáticas del planeta, siendo los más conocidos y característicos de la biósfera aquellos que se encuentran en los climas tropicales como la selva húmeda y la sabana, o los de climas áridos del desierto; igualmente, el bosque de clima templado; y en los climas fríos y polares, se extiende el bosque boreal o taiga y la tundra, respectivamente.
A estas zonas bioclimáticas, paisajes a partir de este punto de vista, habría que aderezarles con ríos, lagos, mares, océanos, dunas o arrecifes. Se les humaniza al nombrarlos y también al identificarlos con los nombres que popularmente los pueblos les designan, digamos como ejemplo, el llano, sobre cuya superficie polvosa danzan los cardos esféricos rodantes del norte del continente americano.
Así con base en esta perspectiva es posible comprender los paisajes desde la realidad física y ecosistémica, la naturaleza como fundamento de éstos, con una amplia gama de ellos a partir de los biomas que igual estarían en condiciones de albergar pueblos originarios o no, habitantes que harán del paisaje, un producto de la naturaleza y de la cultura, característico del actuar histórico de la humanidad, quienes les darán usos antrópicos para la explotación de recursos que se traducen en actividades productivas, agrícolas, ganaderas o industriales de determinada intensidad e impacto, asentándose en ellos con una determinada densidad poblacional; y que por consiguiente, y de manera paralela, al darse las relaciones sociales de producción tienen lugar las adaptaciones para la confección del hábitat, creándose vínculos emocionales y psicológicos que los individuos o grupos humanos proyectarán a ese entorno inmediato que se incuban en particulares contextos sociales, culturales e históricos.
De tal manera que hemos marcado el lugar en el que puede apreciarse el paso histórico de la humanidad, en la configuración de paisajes a través de procesos productivos, lo que reafirma que todos los paisajes son paisajes culturales. Los paisajes culturales son sitios que explican la obra entre naturaleza y el hombre además de los procesos de esa relación.
Por tanto los modelos de turismo cultural se apoyan en el desarrollo rural y humano, en beneficio de los pobladores del lugar, ya que posee la capacidad de generar empleos, recibiendo a las personas interesadas en conocer y valorar el patrimonio de sus comunidades, en donde es posible apreciar la particularidad de cada territorio que comparten un pasado común y que poseen el potencial de propiciar convenientemente la conformación de redes de intercambio y colaboración que pueden generar visitas de paseantes entre ellos, aumentando la circulación turística, que oferta a la vez una variedad de opciones, recreativas, lúdicas y culturales: los paisajes como monumento, susceptibles de ser explorados, registrados e interpretados, por las más variadas expresiones artísticas, o sencillamente, llevados a casa mediante el video o fotografía familiar para el recuerdo de esas visitas.
Habrá que decir que se refuerza la creación de proyectos de activación turística sustentable, con base en el patrimonio biocultural particular de cada localidad o municipio con un denominador común en un pasado histórico que ha dejado su huella, una impronta, donde es posible observar vestigios paleontológicos, y arqueológicos de asentamientos humanos, que llegan a nuestros días pasando por variadas épocas que dan cuenta de la evolución histórica, social y natural del estado, convirtiendo a esos sitios en un producto cultural con potencial turístico, que convida a preservar el medio físico y la biodiversidad, la flora y la fauna, que confluyen en el territorio de Aguascalientes donde predominan topográficamente suaves lomeríos y grandes extensiones llanosas con un clima semiárido con pocas lluvias durante el año, no obstante encontramos bosques de coníferas y encinos en las partes altas de los cerros, en las sierras, pero lo más característico, son los mezquites y los huizaches, pastizales, matorrales, nopaleras y arbustos enanos; a su vez en este medio, habitan el zorrillo, puma, gato montés, venado, coyote, liebre, conejo, tejón, diversas variedades de serpientes y tipos de aves, primordialmente.
Resulta enriquecedora la oferta turística y cultural por lo que hemos sido. Así existe el deseo y el encanto que llama a conocer el patrimonio. Un turismo que también plantea propuestas novedosas de esparcimiento para experimentar sensaciones y formas distintas de apropiarnos de los entornos que viran hacia una búsqueda espiritual que lleva al reencuentro con uno mismo, que convoca ya sea a pie o en bicicleta, a través del senderismo o de rutas ciclistas, a transitar por estos caminos, que despiertan el gusto y vinculan con el pasado mediante la memoria, que los habitantes de las comunidades mostrarán recordándonos su legado histórico y cotidiano por medio de la palabra que construye narrativas que arropan identitariamente al visitante. Se trata de arribar al lugar como repositorio de la memoria para ser visitada, vivida, conocida, recordada y reflexionada, ya que allí se encuentran las claves de nuestra existencia espiritual.
Así esos elementos se encuentran y someten a un proceso de musealización que los acerca al público y los pone en valor mediante los recursos de la museografía didáctica como herramienta de innovación, en manos de los pobladores resguardantes de esos patrimonios tangibles e intangibles, que sabrán comunicarlos con la orientación que otorga la capacitación en la materia, para mostrar e interpretar ante el visitante, esos recursos patrimoniales que incluyen aquellos que aparentemente no han dejado su marca visible sobre el territorio, es decir, procurar hacerlo visible y comprensible al turismo de proximidad, a un público y pobladores enriquecidos mutuamente que en incremento, activarán por el lado económico el mercado interno percibiéndose en el incremento de ingresos locales derramados por los paseantes, siendo numerosos los espacios por usufructuar.
Las actividades al aire libre relacionadas a la naturaleza, al patrimonio y a la cultura, pueden resultar sugerentes a la población que vive concentrada en las ciudades, e igualmente, se consiga ser del interés para un amplio sector social, ya que su acceso no requiere de gastos onerosos para su práctica y disfrute, que responde a nuevas búsquedas y destinos de una oferta turística, que se apoya en la recuperación y en la diversificación de usos de los recursos patrimoniales con los que cuentan las comunidades, que propone un enfoque que no persigue un turismo de temporada alta, o contrario al de masas, como el ofertado por la Feria Nacional de San Marcos y del Festival de Calaveras; busca con sentido armónico, la paz y la tranquilidad en conexión con la naturaleza y que no precisa necesariamente de visitar los hitos culturales del estado, pero que no los descarta.
En suma, la diversificación e innovación en este campo, apoya las condiciones para promover un turismo autónomo en manos de los depositarios de los patrimonios, que considera entre otros factores, el respeto al medio ambiente, que de igual manera, contribuye al mejoramiento de los espacios naturales y de los entornos, en un marco de solidaridad que promueve experiencias profundamente empáticas y emocionales, estéticas o intelectuales entre los paseantes.
En consecuencia y como resultado, ese enjambre humano que se desplaza en caravanas, reencontrará y ampliará el conocimiento sobre su propio patrimonio que es común a ellos, que les incita a valorar su entorno, donde es fundamental una nueva mirada que se identifica con el desarrollo armónico de las personas que conviven entre sí y se comprometen éticamente en democracia y solidaridad, para dar sentido al mundo y a nuestro “ser en el mundo” (Berryman, T).
Coda
Actualmente el Instituto Cultural de Aguascalientes, lleva a cabo un proyecto de ecoturismo cultural familiar en bicicleta, Las Rutas del Agua, que propone la puesta en valor y la activación cultural con base en los patrimonios de las comunidades rurales del estado, de manera sustentable, el cual parte de las ex haciendas más emblemáticas y que incluye el tránsito por diferentes ramales del Camino Real de Tierra Adentro, que cumple diez años de ser incorporado a la lista del Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Agosto de 2020
