No falta quien asegura que, si bien ya no es un “catarrito”, la crisis actual no tardará en ser remontada con las grandes dosis de de recursos que el gobierno mexicano inyectará a la economía. Una fácil solución a un supuestamente sencillo problema es medianamente aceptable al ciudadano común. Pero el simplismo de este burdo diagnóstico, y consecuentemente palurda receta, preocupa cuando personajes de la más elevada responsabilidad gubernamental se aferran a éstas ante el peso de las evidencias acusa que la catástrofe representa el fin del sistema. Aún más cuando algunos candidatos a la legislatura federal del partido actualmente en el poder descartan con cerril criterio al tachar cualquier iniciativa de recomposición desde las bases con el despectivo epíteto de “socialista”. Cuando incluso en los círculos de poder del sistema monetario mundial se interpreta la crisis ya como un fenómeno que hará cambiar el rumbo del planeta en materia económica, se evidencia la perdición ideológica y la falta de propuesta de los candidatos entre los que habrá que elegir a nuestros representantes.
Los medios masivos de comunicación, cuando se trata de explicar el origen de esta crisis, se limitan a informar que la fase crítica del desmoronamiento del sistema monetario mundial comenzó al estallar la llamada burbuja especulativa de los negocios inmobiliarios. Pero faltó decir que más allá de la morosidad generalizada de las hipotecas de mala calidad (subprime), todas las “burbujas” financieras se basan en un montaje especulativo que es inherente al sistema económico actual. Que éste necesita de flujos constantes de inversiones líquidas que terminan distanciando los valores reales de los bienes (productos, servicios, inmuebles, etc.), de los valores virtuales, esto es, los que asigna el mercado financiero ávido de ganancias que arrasan la capacidad de reproducción económica.
Respecto a la crisis actual, el profesor en Economía Solidaria y animador de diversas experiencias y redes de economía solidaria y comercio justo en Uruguay y América Latina Pablo Guerra asegura que está siendo insuficientemente explicada. Al ponerse énfasis en la crisis financiera, dice, se oculta la trascendencia de otras dos crisis tanto o más fundamentales: la crisis energética y la crisis alimentaria.
La primera de ellas es fundamentalmente estructural. No puede ser sostenible un modelo económico que busca permanentemente el crecimiento en base a un recurso energético que se agota y que genera importantes externalidades ecológicas. Que también ha sido fuente de especulación y de manipulación como arma política y militar. La crisis energética, por sí sola, pone a la humanidad en la disyuntiva de repensar su modelo de desarrollo. Es por lo tanto, expresión de una crisis civilizatoria antes que de una crisis económica.
Respecto a la crisis alimentaria, surgen importantes valoraciones que comúnmente no son parte de la lógica economicista, pero que, desde un punto de vista de fundamental sustentabilidad deberían considerarse. El hecho es que si el modelo económico no garantiza el derecho a la vida y a una mínima alimentación a su población, entonces ese modelo ya no sirve.
La crisis financiera, la crisis energética y la crisis alimentaria, o lo que es lo mismo, la crisis sistémica, nos invitan a reflexionar sobre el rol del mercado en la economía, aspecto central en lo que refiere a las causas profundas. El sistema de mercado, el capitalismo como lo conocemos, debe ser superado por un sistema económico con otros fundamentos. Y esto nada tiene que ver con la lucha ideológica del socialismo que tanto espanta a los obtusos políticos.
Se requieren en el Congreso personas que puedan crear nuevas instituciones y modificar el marco jurídico del país para dar paso a una nueva economía. Por desgracia, ante la pugna partidista por el poder, con miras hacia la elección del próximo 5 de julio, las componendas y negociaciones “en lo oscurito” han llevado a peones o alfiles de recambio a ser candidatos sin las capacidades que ahora se necesitan. Por ello, la clase político-partidista va a ser incapaz de hacerlo.
Miguel Concha, en su opinión del pasado fin de semana en “La Jornada” cita cuatro desafíos de la sociedad civil para impulsar el proceso de transformación democrática en México. De éstos, el que parece fundamental, es el de dar cauce a actores políticos emanados de la sociedad civil con una nueva propuesta de Estado.
En lo económico, el desafío cobra un particular sentido toda vez que para avanzar en el camino por el cual se debe transitar, es necesario renovar las organizaciones campesinas y sindicales, sobre las cuales pesa un enorme fardo corporativista. Y a la vez, enfrentar los nichos de poder fáctico que a través del dinero defiende las visiones individualistas y liberales de la economía que son precisamente las que hay que superar.
Las soluciones vendrán a través de decisiones técnicas, que se combinen con un cambio que sitúe al comportamiento económico en el contexto de una ética del desarrollo humano, no sólo reivindicando sino fundamentalmente mostrando desde sus prácticas concretas.
autogestão, equidade de gênero, respeito às relações trabalhistas e agregação justa de valor, entre outros; finalizando-se com falas sobre os limites e as dificuldades da comercialização solidária que já acontece no Brasil.
