El título del presente artículo fue la cabeza de ocho columnas de uno de los primeros números “cero”, de La Jornada Aguascalientes, el 21 de noviembre de 2008, tras la inscripción, un día antes, del nombre de la Universidad Autónoma del estado con letras de oro en el congreso local.
Una semana después, el 28 de noviembre, durante la inauguración de las instalaciones del periódico, decía que éste periódico, La Jornada Aguascalientes, aspiraba a ser el periódico de la Autónoma y de los universitarios, tal y como había sucedido 24 años atrás en la Ciudad de México, cuando la comunidad docente y estudiantil de la UNAM adoptó como propio el proyecto de un grupo de periodistas independientes, apoyados por el propio sindicato de la Universidad Nacional y por una buena parte de los artistas de mayor renombre en el país.
Para que La Jornada fuera viable en Aguascalientes, era imprescindible que hubiera un desarrollo muy estrecho con la UAA, que sus docentes y alumnos opinaran en las páginas de nuestro diario, que diéramos cuenta del trabajo de investigación que ahí se realizaba y que el periódico sirviera para exaltar el debate universitario.
Hoy, a 100 días de aquél 28 de noviembre, La Jornada, y el equipo que formamos parte del periódico, estamos agradecidos de la bienvenida que los universitarios le han dado al proyecto. Sus opiniones e intereses han acaparado nuestras páginas; sus críticas han sido la mejor fuente de retroalimentación. En días próximos, un grupo de jóvenes, en coordinación con profesores de la carrera de comunicación, arrancará el proyecto de un suplemento universitario; también en los suplementos de cultura y filosofía de este diario, la comunidad universitaria es su piedra angular.
Sin embargo, como suele suceder con los actos humanos, no todo ha sido miel sobre hojuelas. Las cabezas más radicales de grupos de poder en la Autónoma, han manifestado su inconformidad con la manera en que el debate universitario se ha publicado en La Jornada Aguascalientes. Al igual que en los otros terrenos que hemos explorado (cultural y sociedad civil), un minoritario grupo de voces se alzan para reclamar que se haya dado luz a lo que pasa en su entorno.
Como consecuencia de la cultura autoritaria que define a nuestro país, existen quienes preferirían sacrificar su derecho de ser tomados en cuenta por los medios de comunicación, con tal de que se coarte el de quienes piensan distinto. “No importa que no haya espacios donde pueda expresarme, mientras los otros tampoco los tengan”, sería el lema que podría definir a grupos de interés en el mundo de la cultura y la política que nos piden “no publicar” visiones antagónicas a la suya. De ninguna manera. Mejor pecar de apertura y pedir disculpas cada vez que sea necesario por nuestros yerros, a privilegiar el conservadurismo en la palabra escrita.
El hecho de que lleguen más cartas y documentos a la redacción intentando desprestigiar a grupos de interés internos en la UAA, y no que intenten reivindicar el prestigio y las potencialidades de la Autónoma, no es otra cosa, que un signo de mediocridad. Parece, para muchos universitarios, más importante golpear al rector, a algunos decanos y a algunos políticos, que resaltar la importancia de los investigadores, trabajar por la vinculación académica o unir voces porque los recursos presupuestales que por ley le corresponden a la Universidad le sean asignados por el Congreso del Estado, como lo ha exigido públicamente Enrique Rodríguez Varela.
La Universidad tiene que ser menos estática y más segura de sí misma. La Autónoma debe de ser movimiento. Tiene que tener menos miedo del debate público. Pero también debe de avanzar en el terreno de la madurez. Es increíble que haya élites a su interior, tan despreocupadas por el prestigio de la máxima casa de estudios de los aguascalentenses.
He platicado sobre estos temas con autoridades y figuras de la sociedad civil que están preocupados y están trabajando. Entre ellas destacaría voces institucionales, como la del rector Rafael Urzúa, quien ha sido respetuoso como pocos de esta casa editorial. También destacaría voces de la Sociedad Civil, como la de Juan Carlos Rodríguez, presidente de la Fundación UAA, quien tiene también la idea de que hace falta más generosidad de parte de la comunidad universitaria para resaltar el orgullo por la Autónoma. Y finalmente, voces críticas, como la de Margarita Zorrilla, quien por su talento y dedicación ha sido designada para encabezar el Instituto Nacional de Evaluación Educativa.
Ese tipo de voces, que no se esconden en el anonimato, deben de seguir en nuestro (de la comunidad universitaria, y de otras tantas) periódico. Pero también deben de estar las que no estén de acuerdo con cualquiera de ellos, ni conmigo. Porque esa es nuestra razón de ser.
