En un ensayo dedicado a la vida y obra de José Guadalupe Posada –Guadalupe había de ser– publicado en 1996, Carlos Monsiváis se refirió “a cuatro o cinco grandes símbolos nacionales”… La verdad me llama la atención el hecho de que no haya incluido en su lista, y posiblemente en primerísimo lugar, a la Virgen de Guadalupe, una imagen forjadora de la nación mexicana. De aquí que sea mucho más que una imagen sagrada; mucho más… Esto lo comprendió el padre Miguel Hidalgo y Costilla, que para enfrentar al gobierno español, tomó como bandera un estandarte con la imagen del Tepeyac. Además lo entendieron aquellos que atentaron contra la imagen en 1921, y quizá también quienes idearon el nombre del partido del presidente, para que sus siglas coincidieran con una palabra que utilizamos para referirnos a la advocación mariana, como una especie de inconsciente y nada inocente inferencia.
Guadalupe… Coatlaxopeuh, en náhuatl: la que pisa la serpiente; Guadalupe Tonantzin. Puente entre siglos, brazos que se tienden entre las culturas indias americanas y la del invasor europeo; desafío de la ortodoxia católica romana.
¿Cómo no conmoverse por la gracia de su historia; cómo no sentirse amparados por ella? ¿En qué casa faltará una imagen suya; en qué familia no hay alguien que lleve este nombre? Virgen de Guadalupe, fiesta auténticamente nacional; amplia y abundante.
Esta imagen es la que preside en la parroquia de san Blas, en Pabellón de Hidalgo, Rincón de Romos.
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