Ayer leí una nota que, desgraciadamente, no me causó mayor sorpresa: según algunas declaraciones recogidas por La Jornada Aguascalientes, por conducto de la reportera Susana Rodríguez, distintas escuelas, escogidas al azar según me parece, manifestaron que han sido paupérrimos los apoyos materiales que han recibido por parte de las autoridades educativas, en este caso el IEA, para combatir la influenza.
Según la nota, cada escuela debió recibir, en promedio, una suma total de poco más de mil pesos. Este monto, de por sí bajo, no fue entregado en su totalidad. El IEA, a través de su flamante titular (Óscar Ponce, aunque tengo mis dudas), expresó que las cantidades de material variaron dependiendo de la cantidad de alumnos con que contaba cada institución. Así, este instituto consideró suficiente entregar a un kinder con 226 niños, por ejemplo, sólo cuatro litros de cloro, un kilo de jabón en polvo y tres bolsas de basura. Haciendo cálculos rápidos y aproximados, el dinero empleado en la compra de estos enseres no asciende ni siquiera a los 80 pesos. Cabe aclarar que mi cálculo considera los precios de los productos como si hubieran sido comprados al menudeo; pero recuerde que el IEA, para surtir de este material a todas las escuelas, debió adquirir todo en cantidades industriales; esto se traduce a un costo mucho menor. ¿Le parece bien que calculemos el gasto, para esta escuela, en 65 pesos? Una pregunta obligada, que se deriva de todo esto es, ¿a qué escuela o escuelas se destinaron los 942 pesos sobrantes que no se gastaron en este kinder? Además de ello, cabe el perder un poco de nuestro tiempo en dilucidar a qué encargado de logística con severo retraso mental, se le ocurrió que un kilo de jabón en polvo y cuatro litros de cloro cubrían las necesidades de limpieza a fondo de una escuela que alberga a 226 personas, sin contar la planta docente y administrativa.
Por los distintos ejemplos que comentó Susana Rodríguez, inferir que en prácticamente ninguna institución se ha invertido lo que se prometió, es deducir lo evidente. Lo grave aquí, del asunto, es que el dinero no proviene de las arcas del IEA, sino que representa una partida extra, enviada por la Federación ex profeso para la contingencia sanitaria. ¿Dónde está el resto del dinero? ¿En qué se empleó? ¿En qué lugar se desviaron los recursos; en la cuenta de quién están? ¿Por qué no se han empleado?
A raíz de este tipo de situaciones, se vuelve necesario realizar una investigación a fondo que detalle en qué se gastó cada peso de esta partida especial, si las cuentas no se inflaron, y si realmente el material llegó, en su totalidad, a cada uno de los institutos educativos a los que debió llegar. Ahora bien, ¿qué se obtendrá de esto, además de saber que se están desviando -o jineteando- recursos… o que hubo un “mal entendido”? La verdad, no mucho. En unos días todo el mundo se olvida del asunto. En unos meses algunos de los personajes que tendrían que estar rindiendo cuentas ante el pueblo y la justicia, estarán ocupando una curul…
Es verdad: el panorama no pinta nada alentador, pero si caemos en la desilusión, en la apatía porque en el corto plazo la corrupción, en la mayoría de los casos, se queda impertérrita, fomentaremos que ésta se mantenga bien plantada y hasta con fuero. Señalar “errores” y corruptelas cometidas por los personajes políticos locales y federales, cada vez que las descubramos, puede, a la larga, ayudar a que las cosas se empiecen a revertir. Por su parte, los distintos partidos políticos deben de tomar nota del hartazgo de la gente; considerarlo como un peligro para sus cabezas y una señal ámbar que les señale que es tiempo de cambiar en muchos aspectos. Pueden no hacerlo y seguir jugando con la gente, haciendo declaraciones cínicas sobre la honestidad y el compromiso, como hasta ahora; pero del hartazgo, de la anulación del voto o la abstinencia de éste, generalizada, puede seguir una reacción violenta.
Pilón. Hace unos días fui a una pequeña empresa a solicitar un producto. El dueño me atendió personalmente. Comenzamos a charlar de distintas cosas hasta llegar al tema de la crisis. Me dijo el señor que apenas le alcanzaba para pagar la colegiatura de sus hijos. ¿En qué colegio los tiene?, le pregunté, dispuesto a instarlo, en cuanto me diera su respuesta, a que los cambiara a una escuela pública. “En la Escuela de Futbol”, me contestó. “Ah, caray” le respondí, “pero si ésa es una escuela pública”. “No, señor, me contestó, es privada y pago por cada uno de mis niños más 980 pesos mensuales”. Es probable que yo estuviera en un error, así que busqué en la página de la SEP el registro de dicha escuela, en la sección primaria… y lo encontré: DPR0672J. La escuela, según datos oficiales, es pública; es decir, la Federación le transfiere la totalidad del dinero que necesitan para su mantenimiento. ¿Por qué cobran colegiatura -y mensual-, entonces? ¿A dónde se va ese dinero? Volví con el señor para comentarle acerca de esto y, asustado como si él hubiera cometido la falta, me pidió que no diera sus datos, y dijo que él no iba a hacer nada por miedo a que le corrieran a los niños…
Seguiré investigando acerca de esto. Espero poder darles más datos pronto.
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