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viernes, diciembre 5, 2025

La lujuria se construye a partir de la fantasía, de la imaginación

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  • Entrevista a Armando Mixcoac sobre La Lujuria de Satán
  • Armando Mixcoac presenta una serie de cuentos pornográficos, lujuriosos, escatológicos, que desnudan, de muchas maneras, a la Ciudad de México

 

 

Las grandes urbes guardan en su seno una cantidad enorme de historias. Intensas y superficiales, violentas, lujuriosas. Cientos, miles de hombres y de mujeres viven en las entrañas de cemento y se trasladan, pero sobre todo buscan entender, entenderse, comprenderse. Sobre todo, buscan huir, en muchos sentidos, de la soledad y de la rutina. Las ciudades, como auguraba el poeta maldito Baudelaire, se han convertido en el escenario perfecto para conocer las historias de hombres y de mujeres solitarios, adoloridos, golpeados por la vida.

Pero en ese escenario, el sexo, la lujuria, se ha convertido en un lugar de encuentro necesario, para solventar, para destruir los muros que la soledad nos ha impuesto. Pero la lujuria se construye, en muchas ocasiones, a partir de la fantasía, de la imaginación. Y este es un elemento que nos confronta con nosotros mismos. ¿Lo que soñamos, lo que imaginamos está bien y es aceptable? O al contrario ¿Lo que deseamos está prohibido? El deseo puede ser un problema, porque no todo lo que queremos se puede conseguir. Pero la fantasía es un mundo privado. Y en la privacidad reinamos nosotros.

En el más reciente libro del escritor y publicista mexicano, Armando Mixcoac Chora, La lujuria de Satán, publicado por Ediciones Periféricas, podemos observar y conocer el mundo interior de trece diferentes personajes, que tienen en común vivir y trasladarse dentro de la caótica, ruidosa y siempre intensa Ciudad de México. Trece cuentos conforman este libro, que tiene como hilo conductor la ansiedad, la necesidad de encuentro. Trece cuentos que nos desnudan las necesidades, las soledades, las violencias, las fantasías de estos personajes, que desean sobre todas las cosas, que salivan, que ansían el encuentro con otras personas, para poder sentirse y poder ser. Pero en este libro de cuentos también podemos ser testigos de una ciudad violenta, a veces cruel, a veces desalmada, en donde los pasajeros del metro pueden ser testigos de una pareja teniendo sexo o pueden ser víctimas de dos asaltos casi simultáneos. En La Lujuria de Satán su autor, Armando Mixcoac nos presenta una serie de cuentos pornográficos, lujuriosos, escatológicos, que desnudan, de muchas maneras, a la Ciudad de México. Platicamos con el autor sobre su primer libro de cuentos publicados.

Javier Moro Hernández (JMH): Son cuentos muy cortos, pero en los que las voces narrativas nos cuentan acciones que suceden en un momento determinado en la ciudad. Quería preguntarte un poco cómo fue ese proceso de escritura y de revisión.

Armando Mixcoac (AM): Sale de manera natural, he estado trabajando desde hace un par de años en mi Instagram trabajando con solo fotografía blanco y negro, y lo pongo así y descubrí que había fotos que tomaba y la propia ciudad aparecía gris, pero como que en el fondo hay algo rojo o algo amarillo, eso me llamó la atención porque realmente decía la ciudad es oscura, pero tiene esas pinceladas que son las que nos dan esperanzas, las que nos dan alegría. Me acuerdo de una foto ahorita en eje central que tomé y están todos los edificios grises, el propio eje central y va pasando un camión de Coca-Cola, y más allá de que sea Coca-Cola, se distingue el color rojo, y a la mejor la foto está ahí, pero detrás de ese camión hay muchas historias, y eso es lo que trató de desarrollar en los textos, porque si bien tomo la fotografía, a lo mejor es la fotografía de una violación, pero la pregunta sería ¿Qué hay detrás de todo eso? ¿Por qué sucede? ¿A quién se lo hacen? Eso ya parte de lo que yo imagino. En esta ciudad tan movida, tan veloz, tan rápida, en donde suceden muchas cosas, pues te quedas con algo, son cosas que escuchas, que ves y ya nada más es a mi manera de contar las historias. Algo que también vio el editor es el humor negro, poque en varios de los cuentos que de repente a lo mejor van por el lado erótico, como en el caso del cuento del metro, pero resulta que por situación chusca el cuento se va a otro lado, toma otro rumbo. Creo que también implica el tema de observar perfectamente cómo viene el cuento desde el inicio y cómo va a acabar, y si no me gusta ese final pues lo puedo modificar, o sea como que puedo manipular mejor mis piezas en algo chiquito para que tenga un mejor resultado. Siempre me han gustado los cuentos que te sorprenden al final, yo creo que debe haber un par de textos ahí como de finales abiertos, que no tienen cómo este final de knockout, pero los demás sí les buscaba  para sorprender al lector con otro final, porque en la Ciudad de México siempre pasa algo inverosímil o algo que solo puede pasar en esta ciudad, como que venga otro pinche asaltante. Pero este tipo de humor ya venía ahí, pero los finales pues sí los tuve que trabajar para que dieran como este este objetivo.

JMH: Podríamos considerarlo escenas de la Ciudad de México, son escenas que, si bien no hemos vivido, hemos escuchado, por ejemplo, lo del vengador en el transporte público, lo de el enamoramiento en el microbús, un flechazo que sucede en el transporte público.

AM: El otro día me salió un vídeo de unos chavos gays en el vagón, o sea uno identifica el vagón de la línea 3, porque es verde, y uno viene masturbando al otro al final del vagón. No sé si sigue pasando que los últimos vagones que se ponen de acuerdo, pero el otro día me platicaban que antes había un sitio web, en donde se ponían de acuerdo para dar el arrimón de manera consensuada, que tú tenías unas pulseras que te identificaban. Todo eso es curioso, porque en muchas ocasiones la realidad termina rebasando lo que tú te inventas. Eso es algo particular del libro, que las historias son de la Ciudad de México, no doy esos datos geográficos, si trato de decir o dar algunos elementos para que los lectores se ubiquen, entre la primera y la quinta historia vuelvo a decir algo de la Ciudad de México, para dar la idea de que todas son en la ciudad. También hay un tema con el fútbol, que es algo que también me gusta y que me ha desilusionado muchísimo últimamente, entonces ese cuento por eso lo quise dejar en el libro, es una anécdota que nos contó una persona cercana que nos dice que efectivamente el tema en el fútbol es de dinero, ya no debutas o vas subiendo por cuestiones de dinero. A ella por ejemplo le dijeron que, si quería que su hijo estuviera en fuerzas básicas, tenía que acostarse. También abordó el tema de los sacerdotes abusadores con el cuento del vato que se cree sacerdote o se disfraza como uno. Son pequeñas denuncias El cuento del pedófilo, tengo varios amigos que tienen niños pequeños y varios de ellos se sacaron de onda, que está muy fuerte, pero precisamente es para que pues uno abra los ojos con quién estamos dejando a nuestros niños, porque estadísticamente los abusos a infantes se dan entre familiares. Pero a pesar de eso, creo que deje varios relatos, por ejemplo, el de Labios rojos, para darles ese un cierre esperanzador, de que, en medio de toda la violencia, hay algo que todavía nos puede salvar y eso es el sexo, que nos gusta a todos y disfrutamos todos, pero también de una forma consensuada. Y el cuento de las maestras, está basado en recuerdos que son muy leves en cuanto a las acciones, entonces también quise proyectar que se puede, a un medio de toda esta ferocidad de violaciones de abusos, individualmente uno puede todavía encontrar con quién hacerlo, disfrutarlo, sin que sea algo abusivo.

JMH: Esta combinación de violencia y sexualidad, que de alguna manera eso es vivir en una macrociudad como ésta, en la que cambiamos rápidamente de una escena a otra, tu libro, pudiera ser una película con muchas escenas que todas podrían suceder en un solo día.

AM: Somos 22 millones de habitantes, imagínate cuántas historias detrás no habrá de todo tipo, y yo escogí o hice solo trece historias, pero nada más de este ojo perverso, de este ojo lujurioso, demoníaco, porque al final de cuentas pues sí está ahí como esta figura del demonio, pero hay una infinidad de historias. Todo depende del ojo de cada narrador. Creo que todo este rollo o manías o filias que tiene el ser humano escondidas, si uno las expone vas a ser mal visto, sin embargo, ahí están. Pero no es lo mismo hacer sado con tu chava o con tu pareja. Sin duda creo que también es parte de las lecturas que me han influenciado. Por ejemplo, a mí me encanta Fonseca, es uno de mis escritores favoritos y que es así; sádico, sarcástico, con mucho humor negro, machista. Yo no me quise ir por ahí, pero sin duda traigo una historia machista familiar, pero esto ha cambiado totalmente con mi hijo, sin embargo, no sé si alguno de los personajes sea así, pero no con esa intención de “arriba al machismo,” sino más bien como parte de los personajes que siguen existiendo y están por ahí todavía.

JMH: Quería platicar un poco del tema de las influencias, porque si recuerda a Fonseca, por el tema urbano, la sexualidad, pero también me recuerda a Carver, porque hay una desolación en muchos de los personajes, una desolación que podríamos decir previa.

AM: A Carver lo estuve leyendo justamente en este proceso de corrección, y decía este es un cabrón y me pregunta cómo lo había hecho. Él tiene finales abiertos y en sus cuentos pasan un chingo de cosas, pero precisamente como dije, yo no soy Carver y no voy a lograr esos finales, debo buscar mis finales. Pero si estuve leyendo mucho Carver y esa desolación me hacía preguntarme el por qué actúan así, y también eso va ligado al estatus social. Porque el poder y el dinero permiten la impunidad y los privilegios. Siempre me ha gustado contar historias de personas normales, porque son las personas que más conozco, porque crecí en Santo Domingo y son las historias que yo veía. Ahora que estoy en la Portales estoy en una colonia de viejitos. Pero yo crecí en un barrio y aprendí a bailar salsa en el sonidero. Mis editores me dijeron que ya tenía un estilo, que tal vez es lo más difícil de encontrar, de lograr. Había que pulirlo, darles ese toque. Son trece cuentos, es un libro pequeño, conciso, y yo tuve esa oportunidad de poder manipular la bolita de masa en mis manos, no se me descontroló.

JMH: Ahora que mencionaste el tema del “sonidero” también te quería preguntar sobre la música. Sin duda, la ciudad vive con un soundtrack permanente, que siempre está sonando a algo distinto.

AM: Siempre hay sonido en la Ciudad de México y armé el soundtrack, porque tengo una lista ahí en Spotify e incluso antes de cada título del cuento tenía algo de una rola, si no era el título de la canción misma, era un verso de una canción. Eso ya lo cambié hasta el final, pero así estaba en un inicio. Cuando ya tenía los 13 cuentos, pero al final solo se quedó La vida, no vale nada de José Alfredo, De uno y de todos modos que también es de una canción norteña de Grupo Pesado. Por ejemplo, el cuento de Un lunes cualquiera, que es el del  asalto en el microbús y que abre el libro se llamaba Distrito Federal por la canción de Chava Flores,  todos los cuentos tenían el nombre de una canción o de un verso de una canción porque la música me encanta, si recorro la ciudad es con audífonos, es lo que me da tranquilidad, es lo que me emociona y así, como yo muchísimos habitantes de la ciudad, que nos encerramos en nuestro mundo musical, podemos ir en el metro con miles de personas, vas escuchando tu propio tu propia música y que también responde un poco a que cuando vives en el barrio te preguntan qué te gusta más, qué escuchas. Y es que en una fiesta puedes empezar con la charanga, pasar por José Alfredo e irte a muchísimos géneros. También quise reflejar en el libro, como un factor extra, sacarlo del Spotify, quise impregnar un poco, porque la música me gusta mucho.

JMH: Hablando de la soledad, y de esta como soledad previa de los personajes, tenemos que el sexo finalmente es uno de los vehículos para romper esa soledad. Pienso un poco en algunos de los cuentos, por ejemplo, en La Lujuria de Satán, en donde vemos a una familia en donde no se hablan y en Labios rojos también está el enamoramiento, la fascinación, la fantasía que tiene el personaje con la chica.

AM: Por ejemplo, en el cuento de Embarazo no deseado, en donde el personaje principal es un chico que trabaja en IMSS y que aunque ve a muchísima gente, pues está solo, sus papás murieron y tiene un trabajo de la chingada en el IMSS de conserje. Creo también es un poco este fastidio desde el punto de vista laboral, estar en un trabajo del día a día es lo mismo. Ahí quise por ejemplo retratar toda esta rutina: Me levanto, voy al trabajo, como a las dos, vuelvo a hacer como que trabajo, me regreso a mi casa. Y así todos los días de mi vida. Todos los oficinistas, todos los que tienen que salir a romperse la madre con esta misma rutina. Es un tipo solitario, no tiene comunicación, porque aunque vea a muchas personas no va a tener comunicación y ve a su víctima, que es la vecina, que es la única con la que puede tener este vínculo y romper este vínculo de soledad e irse tras ella.  Y al final, aunque la chava tiene un retraso mental, también le gusta, porque también desde su estado nadie la voltea a ver, ahí los dos rompieron esa soledad a través del sexo y logran satisfacerse. Al final pues si no quedaron juntos pues fue por la mamá pero al final ellos estuvieron contentos mientras cogían.

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