Sólo hay una forma para definir a esos que llaman generación de cristal a los que exigen derechos humanos: estúpidos. La RAE define por estúpido “Que muestra torpeza o falta de entendimiento para comprender las cosas” y es que no ha entendido que los DDHH comienza a llevarse en serio en México desde el 2011; ejemplos sobran muchos, pero el quid radica en que el poder asumir decisiones de vida (como elegir mi género) es parte de mis decisiones de vida, es estúpido decir que eso “va en contra de la biología”; como si el beber o fumar no lo fueran, como si el ser humano no fuera en sí, una lucha contra la naturaleza.
Estos que apodan generación de cristal, alegan muchas cosas: que antes éramos mejor formados (por la disciplina o lo férreo). Un ejemplo es que presuntamente aguantábamos los apodos, el bullying no nos hace fuertes, nos lástima, hoy en México tenemos una doble tragedia por culpa de esas ideas de que debemos tolerar todo para no ser de cristal: una niña murió y otra está en la cárcel; ambas son desdichas y derivan de la falta de empatía y capacidad de los adultos de entender los derechos humanos y transmitirlos a las nuevas generaciones. Venimos de una época donde era normal el bullying, y por ello muchos creen que “forja el carácter”.
Una muestra más de esa incapacidad para entender los derechos humanos es la condena inmediata de la agresora y de su madre. Aquella, viviendo en un lugar adverso donde probablemente el bullying era también parte de su vida. Y ojo, no la defiendo, tendrá que ser juzgada, pero así, en su calidad de adolescente, de persona en formación, de alguien que aún no comprende la totalidad de sus actos. No he leído a fondo el caso, pero a leguas se ve que se trata de una secundaria sobrepoblada, de estas regiones de las ciudades donde aún impera en muchas ocasiones la ley del más fuerte.
Hay que entender estas condiciones para juzgar a madre e hija agresora, acostumbrados a juzgar desde nuestro sitio de privilegio creemos que la mamá tendría la obligación de formar y haber creado a una ciudadana ejemplo; desconocemos cómo, cuándo, dónde vive, qué ha hecho el estado y la sociedad por ellas. Insisto, no se trata de defender un hecho que sin lugar a dudas tendrá que ser juzgado en su justa dimensión, sino de concientizar a todos esos que hablan de la generación de cristal que, si se hubiera sido estricto en materia de DDHH, hoy no habría tragedia.
Viene a mi mente otro caso: cuando alguien, persona física o moral, decide hablar con lenguaje inclusivo, en lugar de respetar que lo hagan, vienen las críticas y los falsos dilemas, cual si no pudieran respetar el que alguien use el “e” y ya. Recordaremos el famoso caso de la “compañere” cuando doy clases de DDHH lo uso de ejemplo y pregunto ¿Cómo debemos llamarle? ¿cómo quiere? ¿cómo dice su acta de nacimiento? o ¿cómo dicen “las reglas de la gramática”? La respuesta tiene mucho que ver con la edad del grupo, cuando son jóvenes su respuesta es como quiera esa persona. Cuando son mayores a unos treinta, la respuesta es, como diga su acta o como diga la gramática. Creo que esto se debe a que las generaciones mayores a esa edad, somos “migrantes hacía los DDHH” brincamos a una nueva época donde nos disgusta el derecho del otro a decidir, siempre y cuando no afecte los derechos de los demás.
“Los derechos de los demás” y es aquí otro punto que no se comprende, los derechos de los demás no incluye imponer ideas sobre lo que debe ser. El espectro de no afectar a los demás tiene que ver con no lastimar los bienes jurídicos fundamentales: libertad, igualdad, propiedad y vida. Todo lo demás, es decisión de cada quien. En suma, hoy una tragedia vive nuestro país, pero seguramente se repetirá si no comenzamos a concientizar la necesidad de respetar los derechos humanos.
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