Hoy dijo la radio que han hallado muerto al niño que yo fui… Con la muerte de Chabelo, para muchos de nosotros se va algo más que un gran actor, conductor de programa e intérprete de canciones; en suma todo un concepto que marcó la niñez; parece que su partida nos asfixia, caemos en la cuenta que hace ya mucho que fuimos niños; la madurez nos aterra; a mis 42 años caigo en la cuenta que de que estoy a la mitad de mi vida pues dice el Inegi que la esperanza de vida de hombres es de 72 años, aunque pensando en mi ritmo de vida (mucho café, estrés, alcohol, comida grasosa, etc., etc.) tal vez esté un poquito o muchito más recortada. Los hijos me despiertan a las siete de la mañana, no respetan días festivos o fines de semana, sea como sea que haya sido el tiroteo la noche anterior, en esa medida las noches de parranda comienzan a ser más cortas, ni soñar con cerrar los bares o hacer tantos excesos.
Me busca usted me encuentra, ni modo de pegarle a un menor… Chabelo me recuerda al cine de oro mexicano, en esos sketches en los que comenzó en Chistelandia, 1958, además de aquellas breves apariciones donde interpretaba al niño bravucón, como la memorable secuencia donde Cantinflas se enfrenta al enorme chamaco al que le laceraron su bicicleta (El extra, 1962) o cuando Capulina maneja su taxi y se enfrasca en una pelea con él (Los reyes del volante, 1965). También recuerda al cine setentero, el séptimo arte nacional en su decaimiento, películas de bajo presupuesto como Chabelo y pepito contra los monstruos (1973) o mi favorita de ellos, Chabelo y pepito detectives (1973). Es de nuestros últimos actores del cine de oro mexicano, de hecho, nace con los grandes de la época, Cantinflas, Piporro o Tin Tan. Sus primeros papeles fueron en el teatro, sustituyendo a los actores que no llegaban, de ahí saltó efímeramente al cine donde nunca se consolidó sino hasta que su programa En familia con Chabelo, ya era un imperdible de los domingos.
Adiós Superman, bye, bye, bye, bye… no soy groupi de nadie, eso de idolatrar a artistas me parece un poco fuera de sí; sin embargo, cuando escuché la muerte de Chabelo, me generó tristeza y nostalgia, busqué algunos sketches clásicos y puse las canciones que tanto me gustaban de él, sobretodo esa de Garabato colorado, con su sonido tan deliciosamente ochentero; o esa otra, gran himno pacifista, que es Si los niños gobernaran el mundo. Recordé que las primeras cartas que mandé en mi vida, iban dirigidas a Chabelo, para inscribirme en sus concursos, recuerdo uno de dulces Sonrics, que daba mil pesos y yo soñaba lo que iba a hacer con ese dinero, que nunca me gané.
¿Y qué tenemos en la catafixia señor Aguilera? Ese neologismo que en el contexto nos hace pensar en cómo poder catafixiar algunos años de nuestra vida, para volver ya no digo a la niñez, sino como dice Armando Rosas en su excelsa canción Habrá tiempo, a esas épocas cuando las “heridas en las rodillas punzaban más, que los fuertes dolores de este corazón”. Cómo no pensar en la catafixia como esa forma de vida, donde se apuesta y se gana… o se pierde. Gracias Chabelo, con tu partida para muchos ha muerto la infancia, a pesar de que siempre sostengamos que la juventud se lleva en el corazón, tal vez sea sólo un artilugio para, contra viento y marea, subsistir ante el tiempo que, sabemos, nunca perdona.
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