A sólo poco más de once meses de las elecciones más grandes de la historia reciente de México, el juego electoral detonado por el presidente Andrés Manuel López Obrador desde hace poco más de dos años entre sus “corcholatas”, ha puesto en juego a las fuerzas políticas nacionales para incidir en el ánimo de los ciudadanos de cara a ese trascendental proceso democrático, que, sin duda, habrá de determinar el futuro del país.
El columnista Macario Schettino en su columna Fuera de la caja de El Financiero del 24 de julio pasado, nos había adelantado que en estos días tendríamos “un alud de información económica” relativa al comportamiento de los indicadores nacionales en ese rubro a mitad del año, información que configurará poco a poco el discurso de los suspirantes de ambos bloques rumbo a la definición que, con seguridad conoceremos los mexicanos hacia el próximo mes de septiembre. La política y la economía sin duda alguna irán de la mano hacia finales del 2023 y, en mucho, determinarán la tónica y el énfasis de los discursos que escucharemos hasta el cansancio apenas inicie el 2024.
Una de las principales fuentes de esa información es la Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto de los Hogares (ENIGH) 2022 de reciente difusión, y en sus resultados proporciona datos tanto para el lado del oficialismo “transformador” como para la frentista oposición. Marco A. Mares de El Economista, afirma que la información de la ENIGH, es como un cristal qué, de acuerdo a su uso, proporcionará una interpretación u otra, de manera conveniente; así, para el oficialismo, cuya narrativa ha girado en torno de “primero los pobres”, señala a través del ex subgobernador del Banco de México, Gerardo Esquivel, que la evolución de la pobreza en México, ha registrado, en su lectura, 5 millones menos de pobres que en 2018, aseverando que esta reducción se dio por la combinación de varias circunstancias como el aumento al salario mínimo y la reforma del outsourcing, y también por los programas sociales (pensión a adultos mayores, becas, discapacitados y otros).
Sin embargo, cita el propio Mares a la economista Viridiana Ríos en su análisis de la ENIGH, que, a pesar del gasto social tan alto del presidente López Obrador, los apoyos llegan proporcionalmente a una base menor de los mexicanos en pobreza extrema que en 2018. La cobertura de los programas sociales sólo llegó al 34% de los hogares de este segmento de hogares mexicanos al cierre del 2022, aún lejos de lo afirmado por el presidente López Obrador del 50%, y peor aún, según el doctor Ernesto Jaramillo-Molina, economista de la UdeG, el movimiento ha sido regresivo, ya que benefició mucho más a hogares menos pobres. En palabras llanas, 6 de cada 10 personas en el país continúan sin recibir ningún programa social del gobierno de transferencia monetaria.
En resumen, tras cuatro años de gobierno, la transformación del país en cuanto “primeros los pobres” no se cumplió ni de lejos.
Siguiendo la lectura de la información del INEGI a través del análisis de los resultados de la ENIGH, también podemos reconocer, como afirma el periodista Víctor Piz de El Financiero, que si bien se redujo el índice de desigualdad en México, se debe más al decrecimiento en los ingresos del decil más alto de la población, que se redujo en un 2.2%, a un incremento significativo en los deciles más bajos. La diferencia entre los ingresos del decil más alto y el más bajo, ahora es de sólo 15 veces, contra las 16.4 veces del 2020, de 18.3 veces del 2018 o de 20.8 veces de 2016.
Según un análisis de El Economista, los apoyos sociales y remesas alivian el ingreso de los hogares más pobres del país, ya que en el decil más bajo el ingreso de las personas en los hogares en 2022 registró un monto de $ 4,470 pesos mensuales, de los cuales sólo $ 1,464 corresponden a su ingreso laboral y $ 3,006 lo complementan con diversas transferencias (remesas, apoyos sociales o regalos en efectivo) De una base de poco más de 51 millones e trabajadores mexicanos, casi la mitad (47%) recibe sólo 1 salario mínimo ($ 207.44 diarios), poco más de 24 millones de mexicanos; otro 39% sólo recibe 2 salarios mínimos ($414.88 por día). La Cuarta Transformación aquí también quedó a deber.
Sobre esta realidad en los hogares mexicanos empiezan las discusiones y los discursos de los aspirantes a liderar la 4T o el Frente Amplio por México, y será la tónica que irá subiendo de tono conforme avancen las semanas de esta irregular (¿ilegal?) precampaña de ambos bloques políticos, ante la mirada aún sorprendida de las autoridades electorales, que no atinan a definir y determinar las reglas del juego político ya iniciado y en desarrollo.
Entretanto, los mexicanos todos debemos seguir navegando en una realidad complicada y cambiante para seguir sobrellevando el día a día, entre la inseguridad creciente en cada vez más regiones donde no se sabe quién lleva la gobernabilidad, sí el crimen organizado o el Estado mexicano; o los precarios servicios de salud pública, entre el desabasto de medicamentos y tratamientos, una infraestructura deficiente y sin mantenimiento (los elevadores, por ejemplo); un pleito en ciernes en materia de educación básica, que gira en torno hoy a los libros de texto que más allá de instruir y formar a los educandos, parecen meros instrumentos de adoctrinamiento ideologizante. Por otra parte, seguir fondeando de manera absurda caprichosos proyectos presidenciales que chocan con las necesidades urgentes del país (un Tren Maya acabando con el equilibrio del medio ambiente del sureste del país; una costosísima e inundable refinería que no refina; un aeropuerto del que ya nadie habla y pocos usan).
La realidad nacional se impone cada día al oficialismo y a la oposición, su correcta lectura nos acercará a la definición del México que viene en el 2024. ¿Vamos requetebién?
mario.bravo58@hotmail.com




