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viernes, diciembre 5, 2025

EL GYM COMO PROPÓSITO | ASÍ ES ESTO por Rubén Díaz López 

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Cuando se ingresa a Wal-Mart en enero, tienen dos módulos de mercancía de temporada, ahora toca el turno de outfit deportivo y otro con productos de dieta. Imagino que uno de los lugares comunes en propósitos de nuevo año es la dieta y el ejercicio, máxime en un país donde el sobrepeso es un problema público, en especial en niños y adolescentes, donde es alarmante, tanto que la CNDH emitió la recomendación general 39/2019 porque urge hacer algo al respecto. Como persona común y corriente que soy, añadí ambos propósitos, dieta y ejercicio, a mi pequeña lista de metas para 2024. Y ahí me tienen frente al couch, listo para que pusiera esa rutina que por fin me hiciera adelgazar, él pregunta -¿Cuánto tiene que no viene al gym?- contrapregunto: ¿Contando hoy? Sí- afirma él, y remato -44 años- lo que provoca una risa estruendosa. Efectivamente nunca había ido, bueno creo que en mi época de universidad fui como tres meses y ya. 

Los couchs (antes les decíamos entrenadores) de gym, como las nutriólogas, tienen una suerte de sadismo a la hora de poner las actividades, apenas me dijo que tomara unas mancuernas, por supuesto yo busqué unas de dos kilitos, me ve con ojos sospechosos, y me da unas de seis -Que duela- me dice. Los primeros días, el padecimiento de músculos casi me hacía rajar, pero no cedí, porque si no duele, no sirve. Uno de los clichés de gimnasio es escuchar los gritos de fuerza seguidos por la caída de los fierros; en un inicio pensé que se trataba de coreografías, fantochismo o blofeo… hasta que me cargó de peso el couch y tuve que gritar de dolor, entonces, después de un llamativo grito chillón, proferí roncos y varoniles quejidos.

Comencé a observar la vida en el gimnasio, los polvitos que se preparan en los termos (yo no lo hago), las fajas y demás afiches; me llama la atención el sonido ambiental que está reservado para el couch (si no quieres escuchar eso, puedes llevar tus propios audífonos), cualquiera hubiera pensado que se baja cualquier playlist que se llame “música para gym”; después caes en la cuenta de que, cada uno de los entrenadores, selecciona cuidadosamente la música, dándole su propio toque, en el caso del mío, tiene una carga hacía el metal tipo Lacrimosa, sin olvidar la música pop en inglés, mezclada. 

   Mi couch, Oscar Vieyra Adona, deambula profesionalmente por sus dominios, viendo aquí, observando allá, corrigiendo este movimiento, ayudando en aquella rutina. En un inicio pensé que se limitaría a señalar los ejercicios y dejar a cada uno que haga lo que quiera, después de todo ya somos adultos. Sin embargo, está vigilante, un día me observó cuando chateaba plácidamente en uno de los aparatos y me dijo ¿A poco ya acabó? ¡El ejercicio del pulgar no cuenta! Y ahí me tienen con una nueva tanda de ejercicios de pierna que me hacen sudar como gordo en gimnasio. 

La realidad es que el próximo 2 de febrero cumplo un año yendo al gym, ya sé, los que me conozcan no me lo van a creer, sigo pesando casi cien kilos y mi cuerpo más que de gym, parece de festín. Sin embargo, he sentido cambios muy positivos, dos muy importantes: primero, ya puedo abrocharme las cintas de los zapatos. De verdad, hace un año que llegué a 108.5 km, tratar de amarrar mis zapatos era una odisea, hoy puedo agacharme sin hiperventilar. Segundo: que el saco del traje ya me cierre de nuevo, es una sensación religiosa, hasta se me nublaron los ojos. 

En fin, gracias al profesionalismo de Oscar, a quien agradezco todo el apoyo, estoy en proceso no de ponerme mamado, ni pensarlo, pero sí al menos de tener la condición física que esperaríamos de cualquier persona, para tener un poquito de salud. Cuenta Oscar Burgos, este divertidísimo comediante, que hace 25 años ingresó a Oceánica para tratar su adicción a las drogas y ahí recibió un consejo: “ira, métete al gimnasio para que cuando tengas 80 años, te limpies … tú solito”. Esa es mi esperanza, seguir haciendo ejercicio y que, si llego a la edad de la vejez, pueda valerme por mi mismo. Y ustedes ¿cómo van con sus propósitos? 

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