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viernes, diciembre 5, 2025

¿Estas o estás? | Imágenes de Aguascalientes por Carlos Reyes Sahagún

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El jueves pasado fui al Palacio de Gobierno, a cumplir con una cita. Iba yo debidamente trajeado, dada la dignidad del espacio y la naturaleza de mi cita, aunque más bien fue por esto último. Para mi fortuna en muy pocas ocasiones; poquísimas, debo vestirme de semejante manera, y esta fue una de ellas; ni modo. 

En la puerta me recibió una joven que, sonrisa por delante, me preguntó: ¿viene a buscar empleo?, porque era día de bolsa de trabajo. Entonces el que sonrió fui yo, porque señora, señor: a estas alturas del partido ya más bien ando buscando otras cosas, un médico, un baño, una silla, una farmacia, pero no trabajo, y sin embargo, a la hora de proveerme de un lugar donde descansar un momento para tomar vuelo y subir la escalera, me encontré con varias personas más o menos de mi mismo modelo, que sí andaban en esto de la búsqueda de un trabajo. 

En fin. Subí la escalera y fui y cumplí con mi cita, y a la salida me encontré con este gazapo, entendido el término en la segunda acepción que ofrece el diccionario de Real Academia Española: “yerro que por inadvertencia deja escapar quien escribe o habla”...

Aunque pensándolo bien… Quizá la academia sea indulgente con aquello de la “inadvertencia,” porque yo, que soy muchas cosas menos bien pensado, sustituiría inadvertencia por ignorancia, dado que esta última es uno de los signos de los tiempos. 

Lo que hace un acento, ¿verdad? Porque ese palito pequeñito que colocamos encima de las vocales en determinadas palabras nos permite diferenciar significados diversos, e incluso el tiempo presente del tiempo pasado, etc. Vaya un ejemplo que me encanta: En el centro comercial El Parián, en algunos barandales colocaron unas pegatinas que dicen “El Parian Centro Comercial”, y bueno, una cosa es un edificio de ciertas características arquitectónicas, destinado al comercio, y otra muy distinta el acto de traer una nueva vida a este mundo convulso, y todo por un acento. 

¿Estas o estás?… Porque no es lo mismo ¡Cómo! ¿Estas? que ¿Cómo estás? que ¿cómo, estás? esta última que es ya para cuando medio lo ven a uno de cuerpo presente. No es lo mismo “estas”, adjetivo demostrativo “que señala algo o a alguien y lo identifica en función de la distancia espacial o temporal que lo separa del hablante”, según dicho del diccionario, que estás, segunda persona del singular del tiempo presente indicativo del grandísimo verbo “estar”. 

¿Quién pasará por ahí? ¿Alguno de los habitantes del palacio? Alguien con las luces y la autoridad suficientes como para advertir la pifia y llamar a quien corresponda para que sea debidamente corregida. Total, el acento es tan pequeño, que con una tira de plástico negro debidamente cortada y pegada y se arregla en asunto. Después ordenará que los culpables de la falta -quien la ordenó, quien hizo de contacto entre quien lo ordenó y quien lo ejecutó, quien lo ejecutó, quien lo recibió y pagó y quien lo colocó en ese lugar- tomen un curso de redacción.

Si ha tenido la infinita indulgencia de seguirme hasta este momento tal vez piense que exagero, que semejante error no amerita las 545 palabras que llevo escritas para señalar el hecho y tal vez tenga razón. Pero, disculpe, de seguro se trata de una deformación de vida, en mí, que durante décadas he servido a la palabra, aunque sea de pobre manera, que me recreo en ella y que considero a la escritura como el gran invento de la humanidad, más grande que los viajes a Marte y que el rock inglés; mucho más que la agricultura y los aviones porque señora, señor: la escritura es lo que hace la diferencia entre el prehombre, aquel hominino que está por arribar a la humanidad, y el hombre, ese que ya es plenamente humano; entre la prehistoria y la historia… 

Entonces, me produce cierta desazón encontrarme con cosas así, y más aún en ese lugar, porque fíjese: si ocurre en el Parián, bueno, ahí a lo que se dedican es al comercio y no al altísimo arte de cultivar la palabra o a reflexionar sobre las decisiones de trascendencia social. Pero que suceda en el espacio desde el que se rigen los destinos ciudadanos, en el que se salvaguardan nuestros derechos y se dictan las medidas tendientes a mejorar nuestra convivencia y nuestra vida… No sé. Se me figura que es como la punta de un iceberg, la evidencia de que algo no anda bien por ahí. Felicitaciones, ampliaciones para esta columna, sugerencias y hasta quejas, diríjalas a [email protected].

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