Los ejercicios de debate entre las personas que aspiran a la Presidencia de México son deseables y por ello invertimos recursos públicos para su realización. El domingo pasado se realizó el primero de los tres debates que se tienen programados para las elecciones de junio del 2024. El costo de producción de estos ejercicios es de poco más de 16.4 millones de pesos. ¿Con qué nos quedamos la audiencia?
Más que opinar sobre cuál de las personas candidatas ganó el debate o si el formato elegido por el INE afectó la dinámica de éste, me llamó la atención lo expuesto en el segmento “Transparencia y combate a la corrupción”. Las propuestas de campaña tomaron como referencia el gobierno que está a punto de finalizar bajo numerosos señalamientos de corrupción y que ha buscado poner bajo llave la información de sus proyectos emblema. Ya sea para defenderlo o para acusarlo.
Esta parte del debate unió dos conceptos que no tienen un vínculo del todo claro para la audiencia poco especializada. Si bien las herramientas que transparentan la información pueden ser una condición deseable para el combate a la corrupción, no es una ruta unívoca. El mismo Andrés Manuel López Obrador ha usado este argumento de forma errónea al decir que el INAI (la institución responsable de la transparencia en México) no sirve ya que no ha disminuido la corrupción en el gobierno.
Ninguna de las tres personas candidatas mencionó lo que entendía por transparencia. Y es que, acorde a los últimos datos de la Encuesta Nacional de Acceso a la Información (ENAID), sólo el 2.4% de la población mayor a 18 años ha escuchado o conoce sobre el Derecho de Acceso a la Información. Por lo que resultaba indispensable partir de un entendimiento mínimo antes de exponer propuestas complejas sobre un tema poco conocido por la audiencia.
En consecuencia, vimos cómo se perdió la claridad de las respuestas y las propuestas. Los participantes optaron por enunciar los premios de transparencia que han recibido, presentaron fotos y notas de periódicos de lo que cada participante entendía de los temas, y sustituyeron los argumentos por adjetivos calificativos.
Sirva esta columna para distinguir la “transparencia” del “acceso a la información” y no usarlo indiscriminadamente como sucedió en el debate. Digamos que la transparencia, de manera simple, se relaciona con la información que por mandato legal debe estar disponible para las personas en algún medio público. Mientras que el acceso a la información refiere más comúnmente a la información que se solicita a las instituciones en espera de ser compartida.
Otra gran oportunidad perdida vino con la pregunta sobre la postura ante la corrupción en sus dos grandes acepciones: como la apropiación indebida de recursos en contrataciones y obras públicas; y como el despojo a los ciudadanos en cada trámite.
El primero de los escenarios sucede de la relación entre el poder público y la disposición de recursos. La transparencia y el acceso a la información han servido al periodismo de investigación para exhibir hechos de macro corrupción. Casos como la Casa Blanca, Segalmex, Estafa Maestra, por mencionar sólo algunos requirieron de información en manos del gobierno para construir sus historias.
El segundo escenario es quizás el más próximo a nosotros como personas. Se refiere a las “mordidas” para agilizar trámites, para no levantar infracciones de tránsito o para conseguir un permiso. Aquí considero que se ofrecieron propuestas más claras y viables. Retomo las ideas de la reducción de trámites, la creación de ventanillas únicas o incluso lo mencionado sobre mejora regulatoria en las instituciones.
Finalmente, considero que dejaron un gran signo de interrogación a la pregunta respecto a si estarían de acuerdo con reconocer a la población como víctima en casos de corrupción y que esto abriera la posibilidad a una reparación del daño. Los participantes coincidieron en que sí reconocerían esta propuesta, pero no ofrecieron ninguna vía para lograrlo. Lo cual me deja con la impresión del absoluto desconocimiento del tema y respuestas políticamente correctas.
En conclusión, para mí este evento se inclinó más por los casos particulares de quienes debatían que por estrategias probadas de combate a la corrupción o al fortalecimiento de la transparencia. El uso indiscriminado de conceptos dejó ver el poco conocimiento sobre los temas, y restó fuerza a las de por sí confusas propuestas. Más que pensar en quién ganó, lo evidente es que la audiencia fue quien perdió la oportunidad de valorar adecuadamente propuestas viables para definir su voto. En esta oportunidad la transparencia terminó por opacar el debate.
@Politiram




