El poder de dos palabras en el cuerpo social y en el tiempo.
“Las masas humanas más peligrosas son aquellas en cuyas venas ha sido inyectado el veneno del miedo… del miedo al cambio”: Octavio Paz. Afirmación cuya primera inferencia es: el cambio implica valentía; inmovilizarse es efecto del miedo, y tal actitud implica quedar a merced de un peligro mayor: el avance de un mundo no apto para la vida. En contraparte, optar por el cambio significa desactivar las condiciones de su poder de destrucción.
Este es el dilema real que confrontamos al decidir nuestro voto este próximo 2 de junio. La siniestra engañifa de Morena y su postulada Cuarta Transformación consiste en la indecente propuesta de un paraíso regalado mediante “los programas del Bienestar”, jugando al nuevo Fausto en su pacto con Mefistófeles -señor dador de todo bien, regalo y placer-, por ello correctamente calificada como “ilusión faústica” (Peter Sloterdijk, expuesto por mí durante mi ejercicio de creación de un marco teórico, para emitir Políticas Públicas).
El miedo instalado en el ánimo de las masas leales al 4Teísmo de Morena, implica mantenerlos desmovilizados y que refrenden su lealtad a este ente mutante (intencionalmente difuso y equívoco) de populismo autoritario y centralista. A los opositores, archi-citados de ‘derechistas y conservadores’ les endilgan la fiera letra escarlata de ‘extensionistas’ del pasado neoliberal; cuando en la realidad están -estamos- optando por el futuro de México y éste con un sonado cambio por salir adelante y abrir nuestro horizonte de posibilidades.
Esta pintura grabada con buril sobre piedra por la palabra de Octavio Paz adquiere hoy, en México, todo su sentido visionario e histórico. Los “urdimalas” morenistas desde Palacio Nacional han estado exorcizando a la nación mexicana con sendos puñados de encuestas en las manos, agitándolas como actos de brujería a manera de limpia, para anticipar e imponer -sobre todo- su voluntad de continuidad en el poder supremo del país.
La oposición, por contra, y contra tal demencial conjuro se aposta del lado del cambio y apuesta por abrir a las nuevas generaciones, millennials incluidos, un país cargado de potencialidades de crecimiento, desarrollo equitativo y organización social igualitaria; todo ello fincado no en la falacia de la “carestía” y de una austeridad cuasi-franciscana en el aparato administrativo, para “dárselo a los pobres”; ideología propia de gobiernos colectivistas y tiránicos; pues, la verdad, verdad, está en la generación y potencia de la abundancia que se traduce en fortaleza de las Finanzas Públicas, precisamente para crear auténticas condiciones de bienestar.
Al respecto, permítaseme recordar que la Política Fiscal, sí importa, que aquí y en China y aun en Dinamarca, Suecia y Noruega es a querer no no la Madre de Todas las Políticas. Y es aquí que llegamos al cogollo del asunto: inducir desde el Estado Mexicano una ya inaplazable Reforma de Política Fiscal como conditio sine qua non para fincar el futuro desarrollo. Esta sola mención, sabemos, es evitada a toda costa por el oficialismo obradorista y la razón es muy sencilla. La visión mesiánica del caudillo de la 4T impide como dogma absoluto cualquier tipo de pacto contra la “oligarquía rapaz” del bloque neoliberal, y es en razón precisamente de esta preservación de su “pureza ideológica”, de conservar su impoluta carta militante de izquierda imaginaria que por ninguna razón va a pactar con los corruptos neoliberales, depredadores del Fisco o mejor del Tesoro Nacional.
Entonces, esa pureza prístina y virginal de no transar con los enemigos históricos hace que el país, sí pague, sí cargue con los platos rotos, y así todo el Presupuesto federal se descargue por la vía de la restricción de la masa de inversión potencial de las fuerzas reales del Capital. O sea, se le cantan loas al TMEC porque nos une a un proyecto hemisférico de desarrollo -sobresaliente a nivel mundial- , pero se excluye discrecionalmente a los grupos de Capital que expulsa unilateralmente del esquema conjunto de desarrollo; lo que crea un hiato de inversión de Capital inadmisible. Punto que por sí solo amerita un análisis de profundización sobre su rol efectivo; por ahora dejo el apunte de que esta simulación fiscal, al más alto nivel de políticas públicas, por un lado admite el libre curso de los impuestos tanto al Capital como al Consumo (IVA) con vigencia universal ante el SAT; pero, al mismo tiempo, rechaza la libre aportación del Empresariado inversionista -por definición- al proceso de generación del Capital Productivo de la Nación.
Es decir, está cercenando en los hechos la formación del Capital Nacional de Trabajo en perjuicio de la clase obrera -a la que hipócritamente dice apoyar-, dado que enfáticamente está “circuiteando”/o induciendo un corto circuito en el flujo normal y potencialmente óptimo de la clase obrera/generadora natural de Capital, y su consecuente reproducción societal. Basta leer con un poco de cuidado el Volumen I de El Capital, de Marx, para darse cuenta con prístina claridad de la mostrenca contradicción en que está situada esta posición ideológica. Debate que sin duda queda pendiente para la formación del próximo Gobierno Federal.
Es decir, en esta sí Ilusión Faústica, el Ejecutivo del Pacto Federal pretende seguir manteniendo un esquema de esquilmos de las finanzas fiscales, para solventar los objetivos estratégicos condicionantes de su hegemonía nacional, a expensas de convertir el Ingreso de la Federación en una bolsa monopolizada desde la cual puede y extrae los flujos dinerarios a propósito y antojo, mediante un sistema arbitrario de canibalización de los recursos asignados, programados y legislados en el Presupuesto de Egresos de la Federación, a órganos centrales o descentralizados del aparato gubernamental en su normal funcionamiento.
Por ello, tanta urgencia, rabia, agresividad por imponer al país el Plan C de desmantelamiento Constitucional: donde los Estados Libres y Soberanos son un apéndice federal de la figura del Delegado Estatal, el Municipio Libre queda en una ficción burocrática de Ventanilla centralizada que está supeditada a la llave monetaria de la Hacienda Pública; los Congresos Locales a una pandilla aplaudidora de las Comisiones Federales del Congreso de la Unión, y así sucesivamente. ¿Qué esquema “republicano” es este?
La sentencia de Octavio Paz, ahora, se vuelve lapidaria: una masa instalada con el veneno del miedo al cambio, es en verdad la más peligrosa. Notemos cómo en este binomio no se trata de contraponer una idea a otra idea, se trata de un ente histórico que por su densidad y volumen se comporta como ‘masa’ y el detonante de su inmovilización, el veneno del miedo; como el alto riesgo de quedar atrapado en un mundo no apto para la vida. Por lo que actuar es el imperativo para desactivar eficazmente la destrucción de nuestras posibilidades de futuro.
“El cambio es ley de vida, cualquiera que solo mire al pasado o al presente, se perderá el futuro”: John Fitzgerald Kennedy. Su implicación es que la mirada al futuro debe estar puesta, para que este ocurra. La insistencia del movimiento de Morena es anclarse en un momento de México, ya transido; en el que se iniciaba el nacionalismo revolucionario, fase en la que se funde la creación de instituciones democráticas con un Estado fuerte de partido único y presidencialismo todopoderoso; siendo sus pilares fundantes: el corporativismo como forma de mediación política, el clientelismo como modo de asociación sectorial: empresarios, sindicatos, productores, asociaciones de la sociedad civil, profesionistas, gremios estudiantiles artesanos, etc. Y el presidencialismo como forma central de autoridad gubernamental, cuya verticalidad se reproduce a nivel de los Estados en la figura del gobernador.
En México, durante la década de los Ochenta tuvo impacto cierto la formación internacional de la Trilateral, como modelo hegemónico de los países centrales = el Reino Unido, los Estados Unidos de Norteamérica, Japón y las grandes empresas transnacionales, asociados en este esquema de hegemonía mundial, y da forma a la “Globalización económica”. Era que da inicio al neoliberalismo, Thatcher-Reagan, para dejar atrás la concepción “estatista” de la Economía Política y abrir el flujo del desarrollo económico al comando de los “tecnócratas”, es decir, se instala el poder de las tecnologías derivadas del conocimiento científico, sobre las doctrinas teórico administrativas clásicas al uso. Esa fase del pasado mexicano, según la ideología cuatroteísta instaló los gobierno neoliberales que, según sus tesis, dieron al traste con la regencia central del Estado y de sus órganos autónomos nacionales, sic, Petróleo, Luz, Telecomunicaciones, Energías, fertilizantes, bienes nacionales no renovables del subsuelo, etc.
Este anclaje en el pasado “soberano” de México se contrapone al resultante “entreguismo” del país al extranjero mediante la enajenación de la riqueza nacional, por las propias oligarquías de terratenientes, banqueros e inversionistas de México con base en una burocracia de tecnócratas instalada en el aparato administrativo federal. Su reivindicación de esta reedición del perfil gerencial del Gobierno, voltea y se fija en el pasado ante-neoliberal. El caso es que a seis años de distancia de la llegada al poder del movimiento de Morena, ésta refrenda su fijeza en el pasado, sin mirada alguna al porvenir, excepto el de su propia reinstalación en la cúspide del poder, para imponer y asegurar la pervivencia de su hegemonía.
Con toda razón viene a cuento la cita de John F. Kennedy acerca del futuro. El cambio es ley de vida, atarse a un pasado por idílico que parezca es al final un proyecto ciego, porque la historia es por definición movimiento, y su dinámica inequívocamente es hacia adelante, hacia el futuro. El movimiento continuista de la 4T en realidad es la intentona de reinventarse para ahora sí ensayar exactamente lo que decidió no hacer en los seis años que están por consumar.
Su esencial ánimo anti-científico y anti-educativo ha derivado, porque ya está causado, en una real destrucción de instituciones en perfecto estado funcional del Estado mexicano, pero que calificaron como contrario a la soberanía nacional (¡?), desmantelando indiscriminadamente tanto reglas de operación, como estructura organizacional, y no se diga financiamiento público asignado por y desde el Poder Legislativo. Se está olvidando de subir al carro de su cuadriga, al siervo de la nación que le recite: “Sic transit Gloria Mundi”- O bien, la más moderna: cualquiera que solo mire al pasado o al presente, se perderá el futuro.
Ya lo aludí en anteriores entregas, el discurso del equipo de trabajo de la candidata oficial Claudia Sheinbaum contrastado con la narrativa diaria de Palacio Nacional en voz del propio Titular del Ejecutivo, emerge como una conversación erudita en plenos salones de Versalles, cuya rima pareciera un poema de Virgilio que canta églogas al campo y a los triunfos nacionales. Cultura de administración pública digna de conferencias magistrales en Oxford, Harvard, Yale, Berkeley, MIT, la misma Columbia University en NY, en estos días aciagos de la guerra en la franja de Gaza. Un discurso envolvente como noche de verano, versallesca.
Lástima que el propio Comandante en Jefe lo ha acallado estentóreamente al menos en tres ocasiones, para recordarles a estos ingratos desmemoriados que lo que importa es aclamar los logros inmarcesibles de su gobierno, y relanzar implacablemente su prenda de gloria, el Plan C, ¡faltaba más!
