Coro Amicitia
Réquiem de Gabriel Fauré
Recuerdo cuando yo era niño, nos decían en el colegio y en nuestras casas que, en cuaresma, especialmente en Semana Santa no se debería escuchar música. Estuve en un colegio católico, el Instituto Aguascalientes, o sea, el Colegio Marista y en aquellos años, no sé ahora qué suceda en los colegios de perfil católico, se respetaba mucho la solemnidad de estos días, pero yo recuerdo que en mi casa mi papá nos decía, o me decía específicamente a mí, el mayor de cuatro hermanos, que en cuaresma, y específicamente en Semana Santa, sí se podía escuchar música, es más, no sólo se podía, sino que se debía escuchar música, el asunto era saber qué escuchar, fue entonces que nació en mí la irrenunciable certeza de que la música, independientemente del aspecto estético, es una herramienta que nos acerca a Dios, tema que me ha apasionado al extremo y que con el tiempo ha ido madurando, también en esos años de infancia es que ubico mi irreprimible amor por la música sagrada.
Considerando lo anterior, me llena de alegría que, en estos días de gran solemnidad y recogimiento espiritual, al menos para quienes profesamos la religión católica y seguramente de otras denominaciones cristianas, tengamos la oportunidad de asistir a conciertos en donde se presentan obras relacionadas con este sublime acontecimiento, la pasión, muerte y resurrección de Cristo. El repertorio es abundante relacionado con este tema, quizás el más conocido es el Oratorio El Mesías de Haendel, pero hay mucha música que nos puede acercar a Dios en estos días santos, claro, el réquiem como misa de difuntos es una referencia obligada para estas fechas.
Son muchos los réquiems que han sido compuestos por diferentes compositores, creo que dentro de la abundancia de este material son tres los que destacan por su grandiosidad, obras majestuosas e intensas, algunas incluso dramáticas, desde mi punto de vista, el inconcluso Réquiem de Mozart, el profundamente dramático de Verdi y el más consolador de todos, creo que no me equivoco al decir que es un réquiem con mucha luz, me refiero al del francés Gabriel Fauré.
El Réquiem en re menor, Op.48 de Fauré tiene particularidades que lo hacen especial, incluso consolador, el compositor alteró el orden litúrgico de esta obra, y decido omitir el temido Dies Irae, ese himno medieval del que no tenemos certeza de su creación, algunos lo atribuyen a Tomás de Celano, otros le otorgan la autoría a San Gregorio Magno, como sea, se trata de un hermoso en su métrica y rima, y nos habla del día del juicio final en donde todos seremos llamados por la trompeta ante el trono divino en donde se hará la separación entre los condenados al fuego eterno y los fieles que han alcanzado la salvación eterna. Como sea, esto no deja de estremecer. Fauré apela a la misericordia de Dios y omite esa secuencia y en su lugar pone el responsorio In Paradisum, desaparece así el apocalíptico horror de la ira de Dios, y en su lugar nos ofrece una visión de absoluto consuelo y la inagotable misericordia de Dios, por eso, aunque el hecho de perder a un ser amado es doloroso, y nunca dejará de serlo, este réquiem nos ofrece el consuelo de que la misericordia de Dios es inagotable si nuestro arrepentimiento es sincero, sin duda, es mi Réquiem favorito.
El Coro Amicitia dirigido por el maestro Daniel Romo presentó en Catedral el pasado lunes 14 de abril una muy afortunada adaptación para órgano de esta partitura del Gabriel Fauré, pero antes de presentarnos este réquiem, nos ofrecieron un delicioso monumento de principios del período barroco, el Miserere de Gregorio Allegri, fue compuesto en 1638, y es la musicalización del Salmo 51. Esta obra solicita tres solistas, en este caso fueron la primera soprano fue Adriana Romo, la segunda soprano, fue Andrea Muñoz, la contralto fue Verónica Romo, el barítono Aram Escobedo, y claro, el Coro Amicitia. El Miserere de Allegri se interpretó con el coro en el presbiterio y una clavinova.
Para la interpretación del Réquiem de Gabriel Fauré contamos con las voces solistas de la soprano Andrea Nava y el barítono Abel Calvillo, para la interpretación de este monumento de la música sacra católica, se trasladaron todos al coro de Catedral y se interpretó con el monumental órgano Ruffatti, qué impresionante voz tiene este instrumento, lo único que habría que objetar es que se toca en muy pocas ocasiones, debería aprovecharse más esta hermosa obra de los Fratelli Ruffatti
El Réquiem de Gabriel Fauré está estructurado de la siguiente manera, Introit et Kyrie. Offertoire. Sanctus. El bellísimo Pie Jesu. Agnus Dei et Lux Aeterna. Libera Me, y termina con el esperanzador In Paradisum. La obra está originalmente compuesta para orquesta, solistas y coro mixto, en este caso se hizo una muy buena adaptación para órgano, creo que ningún instrumento musical podría responder mejor a las exigencias orquestales que el órgano, su majestuosidad sonora lo acerca mucho a la voz orquestal, recuerdo, por ejemplo, al compositor austriaco Anton Bruckner que, siendo organista, trabajaba la orquesta justamente como este instrumento. El órgano Ruffatti de Catedral, con sus monumentales trompetas, permite acercarse mucho a la majestuosa voz de la orquesta.
Durante este mes de abril ha estado muy activo el maestro Daniel Romo, joven pianista y director de coro y orquesta, lo vimos tocando el piano en la adaptación que se hizo de la ópera Gianni Schicchi de Puccini en el Teatro Morelos, también en el montaje del Gato con Botas en donde participó con la Orquesta Schumann que él mismo fundó, ahora con esta presentación del Réquiem de Fauré en un inmejorable escenario, la Catedral de Nuestra Señora de la Asunción, y en algunos meses tendremos más noticias del Coro Amicitia y de la Orquesta Schumann, pero ya platicaremos de eso.




