El sábado de Pascua trajo consigo el mayor canje de prisioneros desde el inicio de la invasión rusa a Ucrania en 2022. En una maniobra que huele más a propaganda que a piedad, Rusia anunció la liberación de 246 militares rusos desde territorio controlado por Kiev. A cambio, “como gesto de buena voluntad”, 31 prisioneros ucranianos heridos fueron devueltos, junto con otros 15 rusos también heridos que necesitaban atención médica urgente. Por su parte, Volodymyr Zelensky anunció que 277 combatientes ucranianos regresaron a casa.
Este intercambio no fue un acto aislado. Coincidió con un nuevo “cese al fuego humanitario” anunciado por Vladimir Putin por motivo de la Pascua ortodoxa, que duraría desde las 6:00 p.m. del sábado hasta la medianoche del domingo. La medida fue recibida con la misma sospecha con la que uno recibe un regalo de quien te acaba de bombardear: con desconfianza. El propio Zelensky lo calificó como “otro intento de Putin de jugar con vidas humanas”, recordando que mientras el Kremlin invocaba razones humanitarias, las alertas antiaéreas sonaban en toda Ucrania y drones Shahed sobrevolaban las ciudades.
La historia se repite: ya en 2023, Putin había anunciado un cese unilateral de 36 horas por Navidad ortodoxa, movimiento que también fue interpretado por Kiev como una táctica para reagruparse, no como un gesto sincero de paz. Esta vez, Ucrania señala que ya había aceptado en marzo una propuesta estadounidense de cese total al fuego por 30 días, pero Moscú la rechazó. Ahora, ofrece 30 horas y se cuelga la medalla de la “buena voluntad”. El viceministro de Exteriores ucraniano, Andrii Sybiha, fue claro: “Tenemos una larga historia de declaraciones de Putin que no coinciden con sus acciones”.
En paralelo, el Ministerio de Defensa ruso anunció avances en la región de Kursk, recuperando el control de zonas como Oleshnya, al tiempo que reconocía combates intensos en Gornal, al sur de esa misma región. Aunque la información no ha sido verificada de forma independiente, lo cierto es que el frente sigue activo y los misiles no respetan Pascuas ni tratados verbales.
Mientras tanto, Rusia lanzó una nueva oleada de 87 drones explosivos y señuelos sobre territorio ucraniano. La Fuerza Aérea de Ucrania logró interceptar 33 y reportó que otros 36 fueron “desviados” por interferencias electrónicas. El resto, aparentemente, causó daños en granjas de Odesa e incendios en Sumy. Afortunadamente, no se registraron víctimas. En respuesta, Rusia reportó la interceptación de dos drones ucranianos durante la misma madrugada.
El anuncio del canje y la tregua se dio justo después de que Donald Trump, ahora presidente de EE.UU., asegurara que las negociaciones entre Kiev y Moscú están “llegando a un punto crítico”. También insistió en que nadie lo está “manipulando” para inclinar la balanza. Lo acompañó en el discurso el secretario de Estado, Marco Rubio, quien advirtió que si no hay avances pronto, “Estados Unidos podría seguir adelante”, dejando claro que la paciencia diplomática tiene fecha de caducidad.
Aunque ambos bandos agradecieron la mediación de los Emiratos Árabes Unidos, lo cierto es que la guerra continúa. Los canjes humanitarios no han cambiado la lógica bélica. Las treguas de horas no construyen paz duradera. Y mientras los líderes del Kremlin juegan al ajedrez con soldados y drones, la realidad en el terreno sigue dictada por explosiones, evacuaciones y propaganda.
En resumen, Pascua llegó con el envoltorio de la compasión y el contenido habitual de la guerra: fuego cruzado, discursos contradictorios y un tablero geopolítico donde la humanidad parece ser el último peón a considerar.




