Entre el 14 y el 20 de abril, en un operativo conjunto de fuerzas estatales y federales, se encontraron seis fosas clandestinas con restos humanos en la localidad de Cardona, en el municipio de Colima. El hallazgo no es casual ni aislado: Colima, el estado más pequeño de México, carga uno de los expedientes más oscuros del país en términos de violencia estructural y desapariciones forzadas.
Las autoridades realizaron dos cateos judicializados que derivaron en el descubrimiento de segmentos humanos desmembrados, lo que impide hasta ahora saber cuántas víctimas hay, su sexo, edades o identidad. Mientras se realizan los estudios forenses, lo que sí quedó claro es que estas fosas no son una excepción: son parte del paisaje.
Según la Comisión Nacional de Búsqueda, Colima ocupa el segundo lugar nacional en hallazgos de fosas clandestinas, con 308 puntos de entierro registrados desde 2018, solo detrás de Veracruz. Entre los hallazgos más impactantes están los de Santa Rosa (2019, 73 cuerpos en 49 fosas) y Cerro de Ortega (2023, más de 90 cuerpos en 60 fosas). En 2023 y 2024, en Agua de la Virgen, Ixtlahuacán, se reportó otro hallazgo masivo del que las autoridades prefirieron no decir nada, manejándolo con la discreción que solo la impunidad permite.
A la fecha, más de 1,400 personas están reportadas como desaparecidas en Colima y, pese a que desde 2006 se han exhumado 233 cuerpos en 290 fosas, solo 36 han sido identificados, de acuerdo con la Plataforma Ciudadana de Fosas Clandestinas. Un dato que no solo muestra negligencia técnica, sino también abandono institucional. La matemática de la desaparición en México es clara: cuerpos hay, nombres no.
Y como si la estadística no doliera suficiente, en 2024 ya se han cometido 156 homicidios dolosos en los primeros tres meses del año, según cifras oficiales del Secretariado Ejecutivo de Seguridad Pública.
La fiscalía de Colima, mientras tanto, se limita a comunicar hallazgos con frases genéricas como “otros indicios relacionados con desapariciones” y solicita a la ciudadanía denunciar si tiene información… usando las líneas habilitadas, claro, como si el miedo no tuviera ya saturado el buzón de voz de toda una sociedad.
Aquí, en donde la tierra escupe cuerpos más seguido que flores, cada fosa es una herida abierta. Y cada cateo, una confirmación de que la guerra no se ha ido: solo se ha vuelto paisaje.




