México ha sido incluido una vez más en el Índice Global de Jubilación como uno de los mejores países del mundo para retirarse. Pero no se equivoque: no se trata de una medalla para el gobierno mexicano ni de una victoria para quienes han trabajado toda su vida en este país. Es una distinción hecha por y para extranjeros que llegan con pensiones en dólares a vivir con estándares internacionales en barrios que se mexicanizaron solo lo suficiente para parecer pintorescos sin dejar de ser rentables.
El ranking, elaborado por International Living, califica 20 destinos internacionales con base en siete factores clave como costo de vida, clima, acceso a servicios de salud, gobernabilidad y adaptación social. México destacó —otra vez— por ser “asequible, diverso y amigable con los expatriados”, según describen sus corresponsales. Las playas del Caribe, las ciudades coloniales y los pueblos mágicos se convierten en escenarios de retiro ideal… siempre que tu pensión venga del extranjero.
Con 83 puntos sobre 100 posibles, el país se posicionó en tercer lugar en otro ranking similar de la consultora Statista. La calidez del clima y de la gente, junto con la facilidad para mantener un estilo de vida saludable y barato, fueron los atributos más repetidos por quienes participaron en los estudios. Visto así, México se perfila como una versión latinoamericana de Florida para jubilados de clase media-alta estadounidenses, canadienses y europeos.
Lo que estos rankings no explican con tanta claridad es el costo que ese “paraíso” tiene para quienes ya vivían aquí antes de que se pusiera de moda jubilarse en San Miguel de Allende o Tulum. La oleada de turistas residenciales con alto poder adquisitivo ha provocado un fenómeno conocido como gentrificación: el encarecimiento de las rentas y el desplazamiento de los residentes locales hacia zonas más marginadas.
En barrios como la Roma y la Condesa, las rentas promedio ya superan los 2,500 dólares mensuales —más de 50 mil pesos mexicanos—, mientras el salario mínimo apenas rebasa los 8,300 pesos. Para decirlo sin rodeos: una jubilación digna en México es un lujo que los mexicanos no se pueden permitir.
La antropóloga Ana María Salazar y los investigadores Omar Lizárraga y Raya Mellado coinciden en que la migración residencial postpandemia ha intensificado este proceso. Y no se trata solo de turistas prolongando sus vacaciones, sino de jubilados que se establecen permanentemente y ejercen presión sobre el mercado inmobiliario, el acceso a servicios médicos y el tejido social de las comunidades.
Frente a este escenario, algunos gobiernos locales han intentado regular los efectos de la gentrificación. En 2024, el Congreso de la Ciudad de México aprobó reformas a las leyes de Turismo y Vivienda para frenar el crecimiento desmedido del alquiler a corto plazo. Pero como advierte la politóloga Lorena Umaña Reyes, los procesos de expulsión y segregación siguen siendo una realidad cotidiana.
El discurso oficial suele celebrar que México sea atractivo para extranjeros, pero calla cuando se trata de garantizar que sus propios ciudadanos tengan acceso a una vivienda digna y a una jubilación tranquila. Mientras las pensiones mexicanas apenas alcanzan para cubrir lo básico, los informes internacionales celebran que en México el dólar “rinde más”.




