Bajo presión
Sopa de chocolate
Un buen periodismo es honesto, riguroso, narrativamente potente y socialmente útil. Tiene vocación de servicio público y trabaja con una brújula ética clara, incluso cuando el contexto (presiones, censura, precariedad) es adverso. El periodismo no es propaganda ni ficción; su materia prima son los hechos verificables, resulta vital no convertirse en el altavoz de una sola visión para no solo explicar el “por qué” y el “cómo”, no sólo el “qué”, sin contexto, hay manipulación. A lo largo de los años de gobierno de la Cuarta Transformación muchos olvidamos estos principios básicos.
Con una astucia endemoniada, Andrés Manuel López Obrador consiguió, a través de la conferencia matutina, magnificar su propaganda y plantar la idea de que los medios de comunicación se dividían entre quienes repetían la verdad de su palabra y los que usaban los opositores para atacar al gobierno y su persona.
Muchos periodistas cayeron en el juego, en especial figuras que aprovecharon la polarización para beneficiarse de seguidores, formarse una reputación a la sombra de López Obrador y, serviles, aprovechaban la indignación popular para describir la realidad desde el lado correcto de la historia.
Así fue cómo la propaganda derivó en una aguda polarización que hoy se está volviendo en contra del gobierno.
Desde el 15 de mayo la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación tiene secuestrada a la capital del país, revientan sesiones del Senado, cercan el aeropuerto Benito Juárez, incendian la sede de la Secretaría de Gobernación e incluso impidieron la realización presencial de la conferencia matutina de la presidenta. Los maestros ya amenazaron que no van a detener las movilizaciones y que ya no hablarán más con Martí Batres o Mario Delgado, que su única interlocución será con Claudia Sheinbaum. Eso es chantaje.
Ante el incendio, la reacción del gobierno fue reportar que en 24 estados se reportan clases normales, que el 90 por ciento del sistema educativo nacional no registran interrupciones, apenas el 9.88 por ciento de las escuelas están en paro y se concentran en ocho entidades (Baja California Sur, Chiapas, Ciudad de México, Chihuahua, Guerrero, Oaxaca, Yucatán y Zacatecas). El manejo de los porcentajes no logra ocultar que son millones de estudiantes afectados.
Antes que concentrarse en el sistema educativo y las afectaciones, la presidenta tiene que usar su tiempo en caracterizar a la CNTE como un movimiento de la derecha, que está en contra de su gobierno.
La CNTE coloca contra la pared a la presidenta, señala que su lucha es por una causa digna y subraya que sólo está demandando que Claudia Sheinbaum cumpla con su promesa de campaña, y si no lo hace va a boicotear la elección de personas juzgadoras.
No importa cuántas veces se desmienta desde el poder a la Coordinadora, esa fracción del magisterio arropa su demanda con la dignidad de quienes se dicen del lado correcto de la historia, de quienes siempre han luchado por el pueblo bueno, y ahora el gobierno tiene que responder desde esa perspectiva.
No está en juego la legitimidad de las demandas, no está en el centro de las negociaciones el sistema educativo ni nada relacionado con el magisterio, reitero, es un chantaje contra las instituciones que centra su visión en un modelo presidencialista al que puede cobrarle su apoyo.
La libertad de manifestación, como todos los derechos, está acotada por la afectación a terceros. En el centro de este asunto no hay nada que tenga que ver con la atención al magisterio ni la obligatoria respuesta de los gobiernos ante la comisión de un delito. Represión, como ha venido clamando el oficialismo desde hace siete años, no es impedir las manifestaciones, en este caso, la autoridad debe evitar la comisión de delitos, que es lo que está haciendo el CNTE.
La difícil tarea que tiene Claudia Sheinbaum es generar las acciones pertinentes en contra de un movimiento que amenaza a los ciudadanos con el discurso de que lo hace por el bien del pueblo, repitiendo las consignas que el morenaje hizo en campaña, que quienes hoy están en el poder se encargaron de difundir a través de los medios para generar la polarización, ese monstruo que hoy se muerde la cola.
Central
No deja de sorprender la investigación publicada por Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad que inicia así en su página:
“Vocero de Morena “«se codea» con magnates y famosos de Hollywood
“El diputado morenista Arturo Ávila compró casa valuada en 4.8 millones de dólares en Rancho Santa Fe, la zona residencial más cara en California, en donde han residido Schwarzenegger, Janet Jackson y Bill Gates; la adquisición de la residencia la realizó a la par de que en México una empresa que fundó enfrentaba un bloqueo de cuentas bancarias. En la misma zona está ubicada una mansión que el fin de semana distintos medios de Baja California afirmaron que había sido ocupada por la gobernadora de aquella entidad fronteriza”.
Los datos presentados por el reportaje no son falsos, la editorialización del título es la que levanta la sospecha de corrupción sobre el diputado federal, leyendo esta investigación nada demuestra que Arturo Ávila haya realizado algo indebido, como en el caso de la CNTE chantajeando a la presidenta, es un asunto de percepciones, de sembrar la semilla de la duda para desprestigiar a quien ya le levantaron la mano como posible candidato a la gubernatura de Aguascalientes.
¿A quién sirve iniciar una campaña de desprestigio así? Es lo mismo que Arturo Ávila se debería preguntar cuando para atacar a la oposición emplea el mismo método.
Coda. Reitero, el periodismo debe ser honesto y estar comprometido con la ciudadanía, ante el manejo propagandístico de la información que se hace desde el oficialismo, bien podría señalarse burlón: ¿qué se siente? Nuestra conversación pública merece más que esas niñerías; una vez más, quienes se llaman oposición no están a la altura del debate. No deberíamos permitir lo de la sopa de su propio chocolate.
@aldan




