Ganó el abstencionismo
Presidente del Observatorio Ciudadano del Proceso Electoral Extraordinario del Poder Judicial del Estado de Aguascalientes
Mucho se habló y se seguirá hablando de la actual reforma judicial: que si es justa, que si no, que si es la reforma que necesitaba el Poder Judicial -uno de los tres poderes de la Unión- o si no era la reforma que se requería para garantizar un verdadero acceso a la justicia de manera pronta y expedita. Lo cierto es que la reforma llegó para quedarse un buen tiempo, y con ella, la nueva forma de elegir a jueces, magistrados y ministros, en sus distintos órdenes y niveles de juzgamiento.
El pasado 1 de junio, por primera vez en la historia del país, se eligió por medio del sufragio a las personas que habrán de integrar el Poder Judicial. Para ello, el Estado mexicano destinó una gran cantidad de recursos públicos exclusivamente a organizar lo que fue esta elección extraordinaria. Una elección que, dicho sea de paso, dejó más incógnitas que verdades, con reglas no tan claras y lagunas jurídicas que aún deberán resolverse.
A pesar de ello, la difusión, promoción y propaganda respectivas se llevaron a cabo. Se dedicaron bastantes horas en las mañaneras y en diversos medios de comunicación a este novedoso sistema para elegir a los miembros de un poder público, mostrando una contienda que poco o nada abona a la democracia, mucho menos a la transparencia y a la rendición de cuentas.
La contienda se dio en medio de muchas dudas, comenzando por la forma en que se eligieron a los candidatos a personas juzgadoras. Esto derivó en un proceso con reglas poco claras y, sobre todo, nada transparentes. Desde ahí empezó mal.
Al final de una extensa carrera de obstáculos, por fin se llegó a la meta. ¿Cuál meta? La de tener propuestos a distintos ciudadanos, todos ellos licenciados en Derecho, con experiencia profesional comprobada, o al menos así lo demostraron ante los poderes por los cuales fueron postulados para el cargo al que aspiraban ser electos por la ciudadanía.
Llegado el día, se mostraron ante la población como una opción ciudadana para ser tu persona juzgadora. ¿Había propuestas? No. Porque recordemos que el Poder Judicial no legisla ni gobierna: su función es simplemente juzgar, es decir, aplicar la ley vigente a casos concretos sometidos a su criterio. Por ello, para la ciudadanía resultaba extraño que muchos de ellos presentaran como única carta de presentación su experiencia profesional.
Pese a todo, se llegó al día histórico para la democracia en México: el 1 de junio de 2025. Ya todo estaba preparado, pero el invitado especial no llegó. Solo un cercano 11 por ciento de los ciudadanos acudió a las urnas para elegir a quienes integrarán el Poder Judicial.
Lo histórico aquí no fue la elección per se, sino el poco o nulo interés de la ciudadanía. Pese al esfuerzo de las instituciones y autoridades electorales, lo realmente revelador fue que al pueblo no le interesó. Por muy novedosa que sea, no se puede forzar a legitimar algo que entró con calzador, como lo fue esta reforma.
La elección no legitima a los nuevos integrantes del Poder Judicial. Esta jornada electoral refleja el desinterés ciudadano hacia sus instituciones. Faltó transparencia, ciudadanización y, sobre todo, reglas claras. Tal vez así, se habría logrado legitimarla un poco más.
La transparencia en una elección genera confianza en los ciudadanos, quienes pueden ver que el proceso es justo, imparcial y libre de manipulaciones. Esto reduce la abstención y fomenta una mayor participación. Como bien se dice: “La legitimidad de un gobierno democrático depende de la percepción de integridad del proceso electoral.”
Transparentar un proceso electoral asegura que todos los candidatos compitan en igualdad de condiciones y que los resultados reflejen verdaderamente la voluntad popular. Cuando los procesos son claros y auditables, incluso quienes pierden tienden a aceptar los resultados.
En el reciente proceso electoral, eso no ocurrió. Desde el inicio no fue claro, las reglas no fueron precisas, y eso impactó directamente en la confianza ciudadana al momento de ejercer su voto.
La poca participación es preocupante si hablamos de que en México vivimos en un país democrático. Como ciudadanos, debemos reflexionar si el país está tomando el rumbo que merece. Más aún, si nuestros procesos electorales son transparentes, si incentivan al ciudadano a votar, y ahora, con esta reforma, a elegir a quien lo va a juzgar.




