Bajo Presión
La coreografía del miedo
Si algo sabe hacer Donald Trump es construir estratégicamente el miedo necesario para que sus acciones no sean cuestionadas. Ahora alimenta el miedo comparando a la migración con una invasión. Nadie se atreverá a cuestionar el uso de la fuerza en contra de los migrantes, claro, nadie que a Trump le importe.
Cuando las manifestaciones en Los Ángeles finalicen y deba ser juzgado por el empleo de la violencia, Trump encontrará otro tema con el cual meter miedo al sector de la población que le interesa para que se distraiga de lo que hace, así funciona el presidente de los Estados Unidos.
Los medios de comunicación no estamos ayudando mucho, a pesar de que el conflicto se concentra en una porción muy pequeña de la ciudad de Los Angeles, de que la mayoría de las manifestaciones han sido pacíficas, lo que se destaca son los enfrentamientos violentos. Mordimos el anzuelo de la estrategia de Trump.
Lo mismo que los usuarios de las redes sociales, en especial los miopes patrioteros que desde México azuzaban y aplaudieron las imágenes en que aparecía la bandera mexicana en medio de lo que parecía un campo de guerra. El entusiasmo por la violencia sólo sirve para que Donald Trump insista en que los migrantes son invasores, enardecer a su base y ganar adeptos para MAGA.
El miedo necesita alimento constante. No vive de glorias pasadas ni de amenazas viejas. Es un ente voraz, hambriento de titulares, de videos virales, de declaraciones inflamadas. Trump lo sabe. Por eso no le basta con los migrantes: ahora que su maquinaria de odio ha probado su eficacia, buscará nuevos rostros que exhibir como enemigos. Periodistas. Académicos. Mujeres que alzan la voz. Minorías que no encajan en su molde de lo que debe ser “América”.
Trump no necesita censurar. Ya encontró en la indignación intermitente de las redes y en el vértigo de los noticiarios su mejor aliada. ¿Quién necesita dictaduras cuando se tiene trending topics?
Este escenario no sólo es alimentado por Trump, se está dejando de ver resultado del enfrentamiento entre Gavin Newsom, gobernador de California, y el presidente ha elevado los números del demócrata, ahora ese partido ya tiene una nueva figura que se pueda oponer a los republicanos. Escalar el conflicto, responder con bravuconadas a Trump, eso creen, le traerá beneficios al partido demócrata, con Newsom al frente, por supuesto. Si esto funciona, no tardarán otros gobernadores en buscar la forma violenta de oponerse al presidente.
La alcaldesa de Los Ángeles, Karen Bass, impuso este martes el toque de queda nocturno para el centro de la ciudad, entrará en vigor a partir de las 8 de la noche y tiene como objetivo “detener a los malos actores que se están aprovechando de la caótica escalada de Donald Trump”. La alcaldesa agregó que las personas que no viven o trabajan en el centro de Los Ángeles deberán evitar la zona, pues los policías arrestarán a las personas que violen el toque de queda y serán procesadas. ¿Para qué echar gasolina al fuego?
El fuego ya está encendido, y no arde solo por lo que hace Trump. Arde porque cada decisión que se toma con el cálculo electoral como brújula -ya sea desde la Casa Blanca o desde la alcaldía de una ciudad asediada por el miedo- le echa más leña a la polarización. ¿Para qué echar gasolina al fuego? Tal vez porque, en esta era, el humo también da votos.
Las calles se convierten en escenario y las cámaras en testigos involuntarios de un teatro en el que todos gritan, pero nadie escucha. El toque de queda no es sólo una medida de seguridad: es un símbolo. Un recordatorio de que cuando la política se reduce al espectáculo, los ciudadanos dejan de ser protagonistas y se convierten en utilería. Es más fácil criminalizar que comprender, más rentable castigar que atender las causas.
Mientras tanto, los verdaderos protagonistas de esta historia, los migrantes, siguen siendo desplazados por el encuadre. No son el centro del debate, son apenas el pretexto. La excusa perfecta para encender pasiones, construir muros, justificar presupuestos y lanzar campañas. Ni los republicanos los quieren realmente adentro, ni los demócratas parecen dispuestos a defenderlos más allá del discurso.
Nos enfrentamos a una coreografía del caos donde cada quien cumple su papel con puntualidad: Trump provoca, Newsom responde, los medios difunden, las redes replican, y el miedo se fortalece. Y al final del día, la pregunta que nadie quiere hacerse es: ¿quién se beneficia realmente de todo esto? Los migrantes no.
En medio de este escenario, en el que la presidenta Claudia Sheinbaum ha tenido que salir a desmentir las declaraciones de la secretaria de Seguridad Interior de Estados Unidos, Kristi Noem, sobre alentar las protestas en ese país, ante las redadas contra personas migrantes. El hombrecito que es Gerardo Fernández Noroña afirma estar orgulloso de la comunidad mexicana en Estados Unidos, ya que tenían que movilizarse: “Tenían que alzar la voz, tenían que defender su derecho, tenían que hacerlo, tienen que hacerlo. Lo he dicho, ahí están mis discursos en Estados Unidos, en reuniones con migrantes, una, y otra, y otra, y otra vez, diciéndoles ‘nosotros no vamos a hacer lo que les toca a ustedes hacer, organizarse, levantarse, alzar la voz, hacer política, defender su derecho’”. Lo que natura non da, la investidura non presta.
No concibo un solo migrante ilegal que salga a la calle a protestar, no concibo un solo migrante ilegal que busque el enfrentamiento con la autoridad, conflictos con las policías. ¿Qué ganan quienes están provocando estas movilizaciones?
Mientras celebramos desde la comodidad del scroll eterno una bandera ondeando entre el humo, olvidamos que no hay símbolo que valga si su asta se sostiene con dolor ajeno. Porque sí, hay quienes marchan con dignidad, con esperanza, con la convicción de que el mundo puede ser otro. Pero también hay quienes sólo quieren likes, provocar, incendiar un poco el panorama para ver qué tanto arde.
En el fuego cruzado, Trump sonríe. Porque cada insulto le da poder, cada silencio le da espacio, y cada imagen distorsionada refuerza el relato que más le conviene: el del enemigo externo, del caos que sólo él puede controlar.
Coda. Es hora de no seguirle el juego de sembrar el miedo, si de algo estamos urgidos no es de otro enemigo, sino de una narrativa que no repita el ciclo de miedo, violencia y silencio.
@aldan




