Hay quienes a los 17 años están preocupados por su examen de matemáticas. Camila Zamorano, en cambio, estaba ocupada en convertirse en la campeona mundial de boxeo más joven en la historia del Consejo Mundial de Boxeo (CMB). Con sede en Hermosillo, Sonora —su tierra natal— y con los ojos del mundo sobre ella, la pugilista mexicana venció por decisión unánime a la japonesa Mika Iwakawa, de 42 años, en un combate de 10 asaltos que ya figura en la historia del deporte mexicano.
No fue un simple triunfo. Fue una lección de precisión, velocidad y temple. Aunque Iwakawa buscó cerrarle el camino con experiencia y fuerza, Camila contragolpeó con inteligencia y se mantuvo firme incluso con un ojo visiblemente inflamado. Las tarjetas de los jueces (98-92, 100-90 y 100-90) no dejaron duda: la victoria fue contundente, aunque su reacción postveredicto —esperando el “Hermosillo, Sonora” para celebrar— dejó ver que, pese a su madurez en el ring, aún conserva la ingenuidad de su edad.
Lo más llamativo no fue solo la edad o el trofeo, sino su camino. Desde su debut profesional el 24 de abril de 2023, a los 15 años, ha acumulado 11 victorias (una por nocaut) y ha logrado mantenerse en sus estudios. En un país donde muchos deportistas abandonan la escuela al primer contrato, Zamorano resiste tanto en el cuadrilátero como en el aula.
Su triunfo fue celebrado por figuras como el gobernador Alfonso Durazo, quien no desaprovechó la oportunidad para aludir a “las juventudes ejemplares de Sonora”. Políticos oportunistas aparte, lo cierto es que Camila representa más que una medalla: simboliza una nueva era para el boxeo femenino mexicano, uno que aún pelea por visibilidad y reconocimiento.
En el mismo evento en Hermosillo, Juan Francisco “Gallo” Estrada también subió al ring, esta vez para firmar su regreso tras un año de ausencia. A sus 35 años, el ex campeón supermosca del CMB no tuvo contemplaciones con Karim Arce —sobrino del “Travieso”— a quien dominó con solidez durante 10 asaltos. Aunque ya no ostenta títulos, Estrada recordó que sigue siendo un referente del boxeo nacional. Su gancho al hígado en el primer round fue una advertencia: aún tiene pólvora.
Pero fue Camila quien se robó el espectáculo. Y no solo por romper un récord: también por representar una rareza en el boxeo contemporáneo. Una adolescente que no fue manufacturada en redes sociales ni promovida por escándalos, sino por disciplina, constancia y talento puro. En un mundo que premia la inmediatez, Camila construye carrera con paciencia de jab.
Los reflectores apenas se encienden, y los titulares ya la nombran como “la joya del pugilismo mexicano”. Pero más allá del fulgor mediático, queda una certeza: el futuro del boxeo femenino tiene nombre y apellido, y suena fuerte desde Hermosillo.




