De lengüita
¿Entonces sí se puede subir para abajo?
Desde hace algunos años, el perfil @RAEinforma, de la Real Academia Española, ha cobrado una popularidad especial en Twitter, sobre todo por responder con sencillez y sentido del humor, cuando lo amerita, a los cuestionamientos que los usuarios formulan respecto de las dudas lingüísticas del día a día.
En 2019, un usuario puso en aprietos a @RAEinforma con la siguiente reflexión: “Es posible subir para abajo? Ej: una persona del piso uno, digamos Luis, sube al piso dos, ¿podría la persona del piso tres decir que Luis subió para abajo? Pienso que subir es un movimiento y abajo es un destino”. Ante esta peculiar pregunta, @RAEinforma tuvo que reconocer: “Lo sentimos, pero su consulta queda fuera de los límites establecidos para este servicio. Esperamos serle de utilidad en otra ocasión”.
Para la mayoría de las personas esta duda parecerá más una broma que una consulta seria; sin embargo, si atendemos a la estructura que suele manifestar lingüísticamente un evento de movimiento, entonces constataremos que la inquietud del usuario tiene total validez.
Autores como Christian Lehmann y Leonard Talmy han propuesto modelos para describir los componentes de los eventos de movimiento y la manera en la que diferentes lenguas expresan esos eventos de movimiento. Más allá de las precisiones teóricas, a grandes rasgos, podemos afirmar que un evento de movimiento se compone de los siguientes elementos: fuente u origen del movimiento; manera del movimiento; trayectoria, y meta o punto final del movimiento.
En español, existen verbos que solo expresan el desplazamiento, como “ir” o “venir”. Para agregar más componentes es necesario manifestarlos mediante otros elementos de la oración, por ejemplo, en “Juan va a la universidad”, el verbo “ir” expresa el desplazamiento, mientras que la meta se expresa con la frase preposicional “a la universidad”. De igual modo, el español cuenta con verbos como “caminar”, “correr”, “trotar” o “nadar”, que fusionan componentes de un evento de movimiento, pues además del desplazamiento expresan la manera del movimiento. Algo similar ocurre con verbos como “entrar”, “salir”, “subir” o “bajar”, que manifiestan el desplazamiento, pero también pueden perfilar el punto de origen (“Juan salió de la casa”) o la meta del movimiento (“Juan salió a la casa”).
Con base en estas precisiones, es posible sostener la validez de una oración como “Luis subió par abajo”, a pesar de que a simple vista tiene una anomalía semántica.
En términos de los componentes de un evento de movimiento, los adverbios “abajo” y “arriba” funcionan como metas. De hecho, la intuición del hablante es muy atinada, pues en el tweet, él habla de destinos, palabra que sin ningún problema podemos aceptar -hasta cierto punto- para el término “meta”, más utilizado en descripción gramatical.
Cuando alguien dice “Juan fue arriba”, el componente “arriba” funciona como meta del desplazamiento que expresa “ir”. Como mencioné hace un momento, hay verbos de movimiento que solo expresan el desplazamiento, como “ir” o “venir”, mientras que otros -por decirlo de una manera- se han fusionado con la meta: “salir” > afuera; “entrar” > adentro; “subir” > arriba; “bajar” > abajo, entre otros. Al respecto, pensemos en frases redundantes como “Juan bajó para abajo” o “Juan subió para arriba” que, indudablemente, cualquier persona corregiría. Ahora bien, este error es demasiado común, incluso podemos afirmar que hasta la persona más letrada ha caído en esta inocente equivocación. A pesar de lo anterior, la prevalencia de este tipo de errores en el habla cotidiana sugiere que tal vez los hablantes, de manera interiorizada, comienzan a darle otra interpretación a estos verbos.
Una posible explicación radica en que con frecuencia conceptualizamos “subir”, “bajar”, “entrar” o “salir” como verbos de desplazamiento que no incluyen meta, es decir, poco a poco se va perdiendo la diferencia en los comportamientos sintáctico-semánticos de “subir” e “ir”. Dicho de otro modo, los hablantes empleamos “subir” como si se tratara de un verbo como “ir”; en consecuencia, se ven obligados a expresar una vez más la meta, a pesar de que el verbo ya la manifiesta, de ahí que constantemente produzcan emisiones del tipo de “subir para arriba”, “bajar para abajo”, “salir para afuera”.
En Twitter, el hablante formula una reflexión que si bien es intrincada y absurda en apariencia (pues solo es semánticamente anómala), lo cierto es que pone en evidencia lo que señalé en el párrafo anterior: conceptualiza “subir” como un verbo de movimiento que no expresa meta, justo como el mismo lo aclara, es decir, “Pienso que subir es un movimiento y abajo es un destino.”
Por otro lado, es notable que la emisión suene menos anómala si se añaden ciertas unidades que sirvan como especificadores o adversativos: “Luis subió hasta aquí abajo” o “Luis subió, pero hasta aquí abajo”. En efecto, la persona del piso tres puede decir que “Luis subió para abajo”, si Luis apenas llegó al piso dos, esto es, “No subas hasta arriba, sino un poco más abajo”.
Hay que tomar en cuenta que la posición de la RAE es más normativa que descriptiva, pues esa es la demanda de los usuarios: desean saber qué es correcto y qué no es correcto. La mayoría de las personas no están tan interesadas en conocer por qué las personas hablamos como hablamos. En suma, el contexto que propone el usuario de Twitter es demasiado -¿cómo decirlo?- excepcional; no obstante, el acto de habla es plausible a pesar de la anomalía semántica.
En un contexto comunicativo, “Luis subió para abajo” es factible, sobre todo porque quienes participan en el acto de hablan identificarían con facilidad la estructura del evento e igualmente entenderían a qué se refiere en específico el hablante cuando describe en esos términos el movimiento realizado por Luis. A partir de lo expuesto, entonces, podemos afirmar que una oración planteada en esos términos se encuentra en los límites de lo aceptable.




