Opciones y decisiones
El reto del pleno empleo
Especialmente, a partir del cierre del primer año de Ejercicio Legislativo del Congreso de la Unión, y su concomitante puesta en marcha de la inédita Elección del Poder Judicial -a punto de entrar en vigor-, México vive una etapa de alta incertidumbre y zozobra tanto de su escena política como de su perspectiva económica. El discurso y lenguaje público de Morena-4T, por un lado, se ha convertido cada vez más en uno reivindicativo de su ideología polarizada y reductiva de cuna, emitida originalmente por Andrés Manuel López Obrador, ahora secundado por la sucesora. Claudia Sheinbaum Pardo. Y por otro lado, con daga entre los dientes, amenazando con profundizar el desfonde constitucional otrora vigente, alineándolo aún más a su proyecto centralista, autoritario y con claro talante de exclusión de toda fuerza y representatividad civil-ciudadana que no sea la de su propia facción comandada por su circulo rojo y la Presidencia.
La opción que nos queda, por lo menos, al mayestático 85% excedente de mexicanas y mexicanos es la de afrontar esta salvaje y ciega acometida, pero con “cabeza fría”, alta racionalidad, e inteligencia clara y distinta -según el ideal cartesiano-, sumado a la energía emergente desde una alta emoción de imaginación apasionada, entiéndase esperanza, para alcanzar nuestro futuro digno de ser anhelado y realizado. Creo yo que no son opción ni la evasión, ni el ostracismo, ni mucho menos la resignación. La afrontaremos como una etapa adversa para la vida, la convivencia pacífica, la cínica falta de respeto al Estado de Derecho; que para mí, como analítico de lo social, sintetizo en la inexpugnable muralla de la forma de Estado, que nos hubimos dado teórica y prácticamente desde la Independencia Nacional.
Las avenidas por abordar son múltiples y complejas, y para la reflexión presente elijo una que me parece fundamental, para poner el piso básico de nuestra viabilidad de futuro. Esta consiste en la necesidad societal general de implantar, quiérase o no, de una audaz y consensuada reforma fiscal. Me refiero específicamente a liberar todo el potencial de que seamos capaces, para poner a todo hombre y mujer hábil y disponible a trabajar mediante una inclusión formal -con todo lo que ello representa-. No es justo, no es admisible seguir fingiendo que “se crean fuentes de trabajo” en la informalidad, sin la previsión de Ley. Y ello debido principalmente a dos factores: Uno, la exclusión por decreto del Ejecutivo, del sector empresarial en cuanto que tal; y dos, porque el proyecto fiscal morenista se ha fincado sólo “en ampliar y profundizar la base contribuyente”, bajo nula vinculación del gran colectivo de la Fuerza de Trabajo disponible con el Capital de Trabajo, retenido artificialmente por exclusión de la IP alineada marginalmente a la imperiosa necesidad de generación de empleos.
El discurso evasivo, mitómano y falsario 4 Teísta de que basta ampliar la base tributaria para financiar el desarrollo y el “relamido” bienestar social, no se sostiene ni en la teoría ni en la praxis económica, cuando debido a su falaz polarización social ha excluido -selectivamente- a la mayoría del sector inversionista nacional, o lo ha puesto en el dilema de atesorar su Capital, o bien de invertirlo fuera de México. Con absoluta razón este sector argumenta la rampante incertidumbre para invertir en el país, que tal falacia ha estado difundiendo. Nuestro empresariado luce hoy como uno de brazos caídos; a pesar de los casos excepcionales de aquellos que están espléndidamente adheridos al TMEC. ¿Y el resto?
Dado lo cual, propongo a mis respetables lectoras-es, la siguiente serie de extractos, que no son sino acertados y poderosos apuntes del economista que logró crear su magna obra: El Capital, y demostrar que entendió profundamente el proceso del valor económico y su valoración. Aquí mi propuesta:
I Los Grandes Supuestos. El valor de cambio no es más que una determinada manera social de expresar el trabajo invertido en un objeto y no puede, por tanto, contener materia alguna natural, como no puede contenerla, v. gr., la cotización cambiaria (El Capital, Carl Marx, Tomo. I, Cap.1. 3.Tránsito de la forma general del valor a la forma de dinero. P.52).
- El proceso de trabajo.
Ahora bien, el proceso de trabajo, considerado como proceso de consumo de la fuerza de trabajo por el capitalista, presenta dos fenómenos característicos. El obrero trabaja bajo el control del capitalista, a quien su trabajo pertenece. El capitalista se cuida de vigilar que este trabajo se ejecute como es debido y que los medios de producción se empleen convenientemente, es decir, sin desperdicio de materias primas y cuidando de que los instrumentos de trabajo se traten bien, sin desgastarse más que en aquella parte en que lo exija su empleo racional (P. 119).
Pero hay algo más, y es que el producto es propiedad del capitalista y no del productor directo, es decir, del obrero. El capitalista paga, por ejemplo, el valor de un día de fuerza de trabajo. Es, por tanto, dueño de utilizar como le convenga; (…) El uso de la mercancía pertenece a su comprador, y el poseedor de la fuerza de trabajo sólo puede entregar a éste el valor de uso que le ha vendido entregándole su trabajo. (…) Desde su punto de vista, el proceso de trabajo no es más que el consumo de la mercancía fuerza de trabajo comprada por él, si bien sólo la puede consumir facilitándole medios de producción. El proceso de trabajo es un proceso entre objetos comprados por el capitalista, entre objetos pertenecientes a él Y el producto de este proceso le pertenece, por tanto, a él, al capitalista, ni más ni menos que el producto del proceso de fermentación de los vinos de su bodega.
Y nuestro capitalista persigue dos objetivos. En primer lugar, producir un valor de uso que tenga un valor de cambio, producir un artículo destinado a la venta, una mercancía. En segundo lugar, (…) No le basta con producir un valor de uso; no, él quiere producir una mercancía; no sólo un valor de uso, sino un valor; y tampoco se contenta con un valor puro y simple, sino que aspira a una plusvalía, a un valor mayor (P. 120).
- El proceso de valorización. Ahora bien, es de una importancia extraordinaria, decisiva, el que, mientras dura el proceso de transformación del algodón en hilados, este proceso no absorba más que el tiempo de trabajo socialmente necesario (P. 121). Sólo el tiempo de trabajo socialmente necesario cuenta como fuente de valor.
- El valor de uso de la fuerza de trabajo, o sea, el trabajo mismo, deja de pertenecer a su vendedor, ni más ni menos que al aceitero deja de pertenecerle el valor de uso del aceite que vende. El poseedor del dinero paga el valor de un día de fuerza de trabajo: le pertenece, por tanto, el uso de esta fuerza de trabajo durante un día, el trabajo de una jornada. El hecho de que la diaria conservación de la fuerza de trabajo no suponga más costo que el de media jornada de trabajo, a pesar de poder funcionar, trabajar, durante un día entero; es decir, el hecho de que el valor creado por su uso durante un día sea el doble del valor diario que encierra, es una suerte bastante grande para el comprador, pero no supone, ni mucho menos, ningún atropello que se cometa contra el vendedor. Nuestro capitalista había previsto el caso, con una sonrisa de satisfacción. Por eso el obrero se encuentra en el taller con los medios de producción necesarios, no para un proceso de trabajo de seis horas, sino de doce (P. 123),
- Las Ideas Clave del Capital de Trabajo. Capítulo VII. LA CUOTA DE PLUSVALÍA (P. 135).
- El producto excedente. El autor llega a la siguiente conclusión: Y como la producción de plusvalía es la finalidad propulsora de la producción capitalista, el nivel de la riqueza no se gradúa por la magnitud absoluta de lo producido, sino por la magnitud relativa del producto excedente (13). La suma del trabajo necesario y del trabajo excedente, del espacio de tiempo en que el obrero repone el valor de su fuerza de trabajo y aquel en que produce la plusvalía, forma la magnitud absoluta de su tiempo de trabajo, o sea la jornada de trabajo (working day) (P. 142).
III. Asentados estos grandes supuestos, se lanza una tesis económico-financiera insustituible:
“Los bancos no crean ni un céntimo de valor”. El desarrollo de este concepto clave se encuentra en El Capital, Tomo III, concretamente en: Sección Sexta: El sistema de crédito. Capítulo 30: El sistema de crédito.
En este capítulo desarrolla la tesis de que los bancos no aportan trabajo nuevo ni generan plusvalía, sino que:
- Sólo intermedian en la circulación del capital existente
- Su capacidad de emitir billetes o conceder préstamos no equivale a creación de valor
- Los intereses que obtienen provienen de la apropiación de plusvalía ya producida en la esfera material
La conclusión general es simple y llana: Todo el circuito de creación de la mercancía a la conversión del Capital, y de éste a sus formas más sofisticadas y complejas para generar la Riqueza / El Tesoro de las Naciones, el Capital Financiero y éste acumulado en el Capital Central Mundializado, pasa por el humilde y simple primer paso de inversión en la Fuerza Viva de Trabajo y el Capital de Trabajo, no hay salidas ocultas ni excusas. Hay que crear empleos y bien remunerados.




