Opciones y decisiones
El pacto inexcusable
Estamos hablando del empleo, previamente lo abordamos como concepto fundante de la economía política -bajo la óptica científica de Karl Marx, en El Capital-; establecimos como liga de conceptualización teórica su postulación de la tesis: “Los bancos no crean ni un céntimo de valor” (concepto cuyo desarrollo clave se encuentra en El Capital, Tomo III, concretamente en Sección Sexta: El sistema de crédito. Capítulo 30: El sistema de crédito). De la cual deriva una inferencia temática de central importancia, para explicar el proceso de la creación de valor, entendido estrictamente como el concepto económico capaz de convertir en valor de cambio, lo que pudiera seguir existiendo como un mero valor de uso, que se extingue al momento estricto de su consumo o aplicación.
Valor que queda perfectamente constituido mediante el ejercicio de la fuerza de trabajo vivo (del trabajador) aplicado a una determinada materia prima, a la que aplica concretamente un determinado tiempo de trabajo socialmente necesario para generar el producto específico de la industria de la que se trate.
A este intercambio especial de enajenación de fuerza de trabajo vivo durante un tiempo socialmente necesario ejercido, por el pago de un salario que emite el dueño Capitalista, y es medido por una jornada de trabajo (working day), le llamamos proceso económico de valor/ valoración, que implica -al momento de la perfección de este intercambio especial- la enajenación y apropiación de la plusvalía que genera esta singular relación laboral entre el trabajador y el inversor del Capital de Trabajo.
La razón de este plusvalor obedece a que la jornada de trabajo convenida, excede la congelación del tiempo socialmente necesario invertido en cada producto mercantil, sino que además lo supera gracias al tiempo ampliado que otorga precisamente la jornada liberal, del estado nacional Capitalista; por ello, críticamente hablando, ese gasto de tiempo ampliado implica la creación de un plusvalor agregado a la mercancía que es producto de un working day. Y dicho plusvalor es apropiado por el Capitalista contratante al ser el portador de dicha mercancía o producto, al mercado. El hecho de que, luego, guarde su plusvalor obtenido en el banco, se convierte ya en forma dineraria, en verdadero Capital de trabajo; cuyo destino o nueva inversión dependerá de las decisiones ulteriores que tome, ya sea atesorándolo o reinvirtiéndolo.
Hablamos, entonces, de que el sistema Capitalista de producción depende esencial y fundamentalmente de la creación económica-financiera de valor, que reside originalmente en la relación laboral e intercambio del Capital de trabajo. Esta afirmación tética responde por sí sola a la ficción o fantasía ideológica según la cual la economía política de un país, en nuestro caso México, puede “desarrollarse” mediante la simple y llana recaudación hacendaria, entiéndase incremento del Tesoro de la Nación, independientemente de los factores reales productivos del Capital -de que venimos hablando-.
El oficialismo actuante afirma a los cuatro vientos que, una vez más, en ocho años de ejercicio constitucional, no hace falta una reforma fiscal, basta “incrementar” la recaudación hacendaria; implicando que se puede suprimir el urgente y necesario pacto fiscal con el sector empresarial del país, y la respuesta dinámica de la clase trabajadora mediante su representación sindical, para incrementar el ingreso y bienestar social de la población nacional. Argumentación ideológica cargada a su manera sesgada de gestionar el que ayer fuera gobierno federal.
Vista la teoría, falta asomarnos a la práctica. El comportamiento del sistema económico-político que nos engloba o en cuya esfera estamos, va por otros derroteros que observa meticulosamente la medición científica de sus fenómenos societales. Veamos:
- El gran cuerpo laboral del país
La población económicamente activa de México, al 2º trimestre de 2025, asciende a 61.1 millones de personas; 111 mil más respecto al mismo trimestre del año pasado. La tasa de participación económica representa el 59.5%, de la población de 15 años y más, según sexo, la PEA de mujeres fue de 25.0 millones y la de hombres de 36,0 millones, 46.5 % de la población ocupada de mujeres y 34.1 % de la de hombres obtuvieron hasta un salario mínimo; y la tasa de desocupación es de 2.7%, 1.6 millones de personas, igual a la del año anterior; la tasa de subocupación alcanza el 7.2%, 4.3 millones de personas; menor en 2% al 2º trimestre del año anterior. Y la tasa de informalidad laboral remonta al 54.8%, para igual periodo de 2024 fue de 54.3% (Fuente: ENOE, 26 de agosto de 2025). Se hace notar que la tasa de condiciones críticas de ocupación (TCCO) -a partir de salarios mínimos equivalentes, base enero de 2025- fue de 32.5 por ciento, relativamente abajo del año anterior que fue de 36.7 por ciento.
Resulta notorio que la población no-económicamente activa fue de 41.6 millones de personas, lo que significa 1.3 millones más respecto de igual periodo del año 2024. De los que 5.1 millones de personas se declararon disponibles para trabajar. Esta sola indicación debiera ser un apremio inexcusable para el gobierno en funciones para impulsar el empleo, desde el pacto social con los actores reales del Capital laboral, y no su escamoteo ideológico y fantasioso.
- El segmento de población laboral vulnerable
El asunto de fondo es identificar el bienestar económico de las personas, para ello se sigue el Índice de Tendencia Laboral de la Pobreza, que mide el porcentaje de la población cuyo ingreso laboral per cápita es insuficiente para adquirir la canasta alimentaria (equivalente a las Líneas de Pobreza Extrema por Ingresos (LPEI)). La base del ITLP es el primer trimestre de 2020.
Porcentaje de la población en pobreza laboral. 2º trimestre de 2025. Nacional, 35.1%; Rural 49.1%; Urbano 30.8%. Variación porcentual anual del ingreso laboral real per cápita: Nacional 1.1; Rural -3.3, Urbano 1.0. De lo cual se infiere: La pobreza laboral aumentó 0.1 puntos porcentuales del segundo trimestre de 2024 al segundo trimestre de 2025, pasó de 35.0 a 35.1 por ciento. En el ámbito rural la población con pobreza laboral aumentó 1.5 puntos porcentuales, pues pasó de 47.6 a 49.1 por ciento (Fuente: INEGI. Pobreza Laboral. 27 de agosto de 2025).
Las entidades federativas con mayor porcentaje de población en pobreza laboral durante el segundo trimestre de 2025 fueron Chiapas, Oaxaca y Guerrero, con 62.5, 59.2 y 55.3 %, respectivamente. Las de menor porcentaje de pobreza laboral fueron Baja California Sur, Quintana Roo y Baja California, con 12.9, 18.0 y 19.7 %, en ese orden.
La pobreza laboral disminuyó en 22 entidades. Donde se registraron las mayores disminuciones fue en Quintana Roo, con 5.0 puntos porcentuales; Guanajuato, con 4.1; y Aguascalientes, con 3.8. En contraste, las tres entidades con mayor aumento durante el mismo periodo fueron San Luis Potosí, el Estado de México y Guerrero, con incrementos de 10.2, 3.6 y 3.0 puntos porcentuales, respectivamente.
Ingreso laboral real. El ingreso laboral real per cápita (pesos constantes del primer trimestre de 2020) tuvo un incremento anual de 1.1 %, pues pasó de 3 350.84 a 3 386.17 pesos. Durante este mismo periodo, el ingreso real per cápita en el ámbito urbano registró un aumento anual de 1.0 %, al pasar de 3 791.73 a 3 830.26 pesos al mes. En el ámbito rural se observó una disminución de 3.3 %: bajó de 1 990.18 a 1 924.50 pesos al mes. Datos en los que es notorio el desajuste entre economía y bienestar de campo-ciudad, con una brecha diferencial cercana al cincuenta por ciento.
Contraste más significativo. Respecto a la situación de formalidad laboral, en el segundo trimestre de 2025 la población ocupada formal reportó un ingreso laboral mensual de 10 821.04 pesos, mientras que para la población ocupada informal, este fue de 5 257.55 pesos. El ingreso laboral real mensual de la población ocupada formal presentó un incremento anual de 2.9 %, mientras que el ingreso de la población ocupada informal creció 2.7 por ciento. Una vez más, al anteriormente llamado “ejército de reserva”, le separa un ingreso diferencial de menos del 50 por ciento.
Ingreso distribuido en quintiles (cinco grupos con el mismo número de personas). El primero corresponde al 20 % de la población con menos ingresos y el último al 20 % con más ingresos. Entre el segundo trimestre de 2024 y el segundo trimestre de 2025, se observó una reducción en el ingreso laboral real per cápita de 25.5 y 0.4 % en los primeros dos quintiles. En el tercero y el cuarto quintil se observaron aumentos de 4.1 %, y en el último, el aumento fue de 2.3 %.
Lo anterior contribuyó a un aumento de la desigualdad de los ingresos laborales con base en el coeficiente de Gini: pasó de 0.4982 a 0.5073 para el mismo periodo. Recordamos que a mayor cercanía de la unidad, se incrementa el grado de desigualdad, para el caso del ingreso.
Podemos sintetizar la tendencia laboral de este periodo de análisis, con una muy acuciosa nota publicada por El Economista: Aunque la primera mitad del año registra casi 850,000 nuevos empleos, toda la ocupación se ha concentrado en la informalidad laboral, la cual reporta el crecimiento más alto de la historia para un primer semestre (Fuente: El Economista. Capital Humano. Gerardo Hernández). Por lo que la primera mitad la tasa de informalidad laboral tuvo un crecimiento mensual de 0.2 puntos porcentuales, esto fue debido a la incorporación de 188,702 personas a una ocupación informal, y una caída de 117,038 en el trabajo formal.
Datos que muestran fehacientemente la urgencia de un pacto socio-económico y político que, traído a la economía política del Estado Mexicano, significa la imperativa inversión pública-privada en el fundamento del crecimiento y bienestar integral: El Capital laboral, normado por una profunda reforma fiscal. Lo contrario hace del discurso oficialista del Cuatro-Teísmo una ideología descarnadamente maniquea, reduccionista, que polariza a la Nación, punto.




