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martes, diciembre 16, 2025

Los grados de la intimidad erótica | Opciones y decisiones por: Francisco Javier Chávez Santillán

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Opciones y decisiones 

Los grados de la intimidad erótica 

Al cierre de la conversación anterior, enuncié una paradoja: ¿Por qué la mujer emancipada del siglo XXI repite y modela aquella caracterización actancial que más complace al hombre, varón, en su deseo sexual? ¿Acaso sirviendo la ley del atractivo sexo-genital resulta empoderada? Esta es mi paradoja. 

Para desmontar sus componentes paradójicos, tenemos que explorar el mecanismo que vincula las acciones y las pasiones que causan el efecto del deseo sexual humano, por un lado. Y por otro lado, identificar, en el entorno comunicativo societal, cómo se reproduce la respuesta sexual humana, acorde con el tipo de cultura y subculturas que prevalecen y caracterizan tal colectivo interpersonal. Ambas exploraciones están íntimamente ligadas al concepto de continuum: El concepto de continuum es un término que se utiliza en diversas áreas del conocimiento para referirse a la idea de una serie continua e ininterrumpida de elementos o eventos que se suceden de manera gradual y progresiva. Este concepto es fundamental en disciplinas como la filosofía, las matemáticas, la física y la psicología, entre otras

  1. Por el primer objetivo, la exploración nos conduce a las conductas específicas que son activadas y forman parte del continuum a ser observado, y que va de lo físico a lo afectivo, a lo intelectual y a lo  espiritual. Esta gradación, lógicamente, va de lo visible a lo invisible -pero sí constatable-. Así pues, el gesto humano en su nivel biofísico es plenamente visible y lo podemos captar en poses o en movimientos que de manera explícita indican un contenido sensible aunado a la sexualidad. Una mirada intencional, una mueca de la boca, una modalidad de la mano, un acomodo de la pelvis, una postura o flexión de las piernas, un giro del cuerpo a la espalda o al trasero, una apertura frontal de piernas, etc. son gestos inequívocos de expresión sexual. 

En este mismo grado biofísico, aunque significando mayor expresión sexo-genital, esta el olfato intencional de la epidermis del otro, que eleva su intensidad en la exploración del gusto sea de los labios de la boca en la epidermis del otro, el contacto más íntimo lingual que puede ir de la cara, al cuello, al pecho, a las manos, a los pies y piernas, al abdomen o directamente a los genitales.

En este grado biofísico se expresa de manera mecánica y automática el reflejo sexual cuya cantidad y calidad avanza por el gradiente sexo-antropológico de “carga” y “descarga”, independientemente de la intencionalidad de los sujetos actantes. Su efecto propio es cumplido mediante las conductas efectuadas, velis nolis / quieras o no quieras. 

Por razón de este mecanismo, es ingenuo pensar que no importa qué estímulo sexualizado sea activado, un sujeto en situación de normalidad pueda sustraerse a los actos reflejos biofísicos. Esta condición generalmente es inseparable de los dinamismos psico-afectivos, intelectuales y espirituales que le preceden y/o le acompañan. Por ello son prácticamente inseparables, a no ser en conductas atípicas, neuróticas o psicopáticas. 

  1. El segundo objetivo, obviamente más sutil y complejo, porque por naturaleza no es visible, aunque sí constatable, principalmente por la relación dialogal que debería implicar a la pareja humana. En esta dimensión superior de la sexualidad, aparece en primer término el valor del sentimiento afectivo. Si visualizamos un esquema de círculos concéntricos, este nivel más cercano a la sensibilidad, lo conforma el sentimiento del afecto. Por ello, la pareja interactuante de lo erótico, antepondría en primer lugar su afecto mutuo. Valor psicoemotivo mediante el que se otorgan mutuamente el permiso para su expresión libre del afecto. 

Un grado más profundo -siguiente círculo concéntrico- estaría vigilante el conocimiento del vínculo interpersonal, gracias al cual se concede o da el consentimiento para avanzar en la expresión mutua de comunicación libre y responsable de sexualidad afectiva. 

El avance hacia la intimidad en la comunicación personal implica el intercambio de historias vividas, de acuerdo a su edad y madurez psico-afectiva y de conocimiento sexual relativo. Lo que se haga o se actúe proviene y merece el asentimiento o aceptación consensual libre y responsable de cada uno. 

El siguiente grado, más profundo aún, va más allá de la expresión sexo-genital, para anclarse en la auténtica donación personal, incondicional. Aquí ya estamos en el nivel trascendental de la personalidad de ambos amantes, su expresión de amor nace de su nivel más profundo, el teólogo de la antigüedad, San Agustín de Hipona, lo identificó como íntimo meo / mi ser más íntimo. 

Finalmente, el nivel trascendental propiamente dicho, es habitado por el Misterio, Lo Sagrado, Lo Absolutamente Otro, es la divinidad como fuente suprema del vínculo de amor. Es el campo propio de la espiritualidad en su expresión mística. La pareja humana, en plenitud de su madurez personal, puede llegar a este nivel más profundo del vínculo amoroso. La existencia por antonomasia ocupa el núcleo profundo de la persona humana que ha logrado su encuentro con el trascendente, y allí radica su vinculación amatoria. 

Por consiguiente, en abono a la resolución de nuestra paradoja, sí tenemos que confrontar el modo dominante con que generalmente los medios de comunicación masiva abordan, tratan y reproducen las conductas sexuales que difunden tan profusamente. 

Al día de hoy, en este gradiente de manifestación de la sexualidad hemos avanzado notoriamente mucho más a zonas límite de la expresión sexo-genital. Lo cual es detectable a simple vista por privilegiar la exposición biofísica de lo femenino y lo masculino, mediante la exaltación de sus atributos erotogénicos. Si retrocedemos un poco en el tiempo, la “revolución sexual” que conocimos a principios de los años sesenta, fue protagonizada mayoritariamente por jóvenes en diversas partes del mundo, principalmente del Occidente. 

Aquel emblema de “Make love, not war” rompió con el antecedente de las dos guerras mundiales y la muy cruenta que le sucedió en Vietnam (Fuente: Copilot Search, redactado con IA). En su sentido literal: Promueve que la gente se enfoque en el amor, la compasión y la conexión humana, antes que involucrarse en la violencia, el conflicto o la guerra.  En su sentido simbólico: representa una más amplia filosofía de la paz, la armonía y la no violencia. Invoca la resolución de los conflictos mediante el entendimiento y la empatía, más que en la agresión y la hostilidad. 

Al final, esa frase se convirtió en un llamado manifestativo durante las protestas contra la guerra de Vietnam, y desde entonces se ha utilizado como un mensaje intemporal que promueve la paz y la unidad frente a los conflictos globales, y reproduce una visión esperanzadora de un mundo en el que el amor triunfa sobre el odio y la división. 

En ese contexto, al uso de la minifalda en las mujeres, y el uso de jeans acampanados en varones, en los años setentas, un nuevo fenómeno de “liberación sexual” ocurrió principalmente en campus universitarios, notoriamente en los Estados Unidos, en los que la mayoría de las jóvenes estudiantes abandonó el uso del sostén o bra -como protesta a la imposición mercantil de la moda-; y los residentes universitarios demandaron el cese de la separación de dormitorios para hombres y mujeres, haciéndolos ahora “uni-sex”, e incluso compartir chicas y chicos los mismos baños y regaderas indiscriminadamente, liberalizando así la desnudez inter-sexual. Rompimiento cultural que perduró hasta el fin del siglo XX. E impuso los cánones de liberalización sexual para el nuevo siglo XXI. 

En Israel, se llevó a cabo un osado experimento de convivencia sexual, que implicó la convivencia y coexistencia de una gran “familia ampliada” en los kibutz. El kibutz israelí, un experimento social clave del siglo XX, está en proceso de transformación debido a la evolución de Israel hacia una sociedad materialista de libre mercado. La ética igualitaria que caracterizaba a los kibutz está siendo reemplazada por un enfoque en la recompensa por el esfuerzo, lo que plantea interrogantes sobre su futuro en la nueva realidad israelí. Este documento, escrito por Daniel Gavron, ofrece un análisis histórico y contemporáneo del movimiento kibutz y sus desafíos actuales.

Sobre nuestro asunto de la sexualidad, este experimento encontró hallazgos inesperados. Las familias hospedadas en un kibutz, no se consideraban unifamiliares, constituían una gran familia ampliada, las parejas cohabitaban con libertad y no tenían en exclusiva a sus propios hijos. Todos convivían sin restricción de sexo, filiación o exclusión de pareja. Compartían una cultura de convivencia abierta y comunitaria, en sentido estricto. No obstante, para sorpresa de los fundadores de la idea, los niños y las niñas, al final, respetaban su distinción sexual, y los niños de un Kitbutz no formaban pareja con una miembro de la misma casa; se consideraban hermanos. También, sin lección alguna, los varones respetaban la intimidad de las mujeres, sobre todo en sus períodos de menstruación. Su mutuo respeto y protección surgieron de manera espontánea. Al final, aunque no se impusieron reglas o cánones sexuales de distinción, continuó la prevalencia del famoso mito del incesto. 

Las plataformas digitales de hoy promueven, supuestamente, la expresión libre y autónoma de los individuos. Pero, visiblemente, reproducen patrones psico-sexuales que aparentan el poder de un sexo sobre el otro; exaltando al presente el sexo femenino, como una commodity / mercancía de alto valor tanto apreciativo como de intercambio económico; que se expende con gran éxito en las pantallas digitalizadas. Ello independientemente de que tal intercambio valore -axiológicamente- a la mujer, entiéndase enfáticamente bailables bajo ritmos explícitamente eróticos, a los que se añaden letras de canciones desafiantes de la relación hombre-mujer, exaltación de la expresión sexual explícita, y finalmente, el impulso al desafío del compromiso amoroso, como una fatuidad para el que lo crea. 

Lo anterior, muestra con gran fidelidad que los famosos mitos y restricciones atribuidas, principalmente, a las religiones judeo-cristianas, se manifiestan sorpresivamente en la convivencia natural inter-sexual, y sugieren la inherente tendencia del ser humano a responder “instintivamente” a su deseo sexual profundo y condiciones integrales psico-sexuales y genitales. Es decir, la famosa “liberalización” sexual, no se transmite forzosamente desde el ambiente cultural unilinealmente, sino que proviene de experiencias, conocimiento, hallazgos vitales complejos y plurales; y, enfáticamente, a la identificación irrestricta de su libertad y voluntad, frente a condicionamientos y sucesos del ámbito cultural dominante. 

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