Víctor Manuel García Solís ( ) era mi director en 1976 cuando llegué al periódico La Prensa, que en aquella época decía lo que otros callaban, como aquel heroico rescate que la policía hiciera de la familia del procurador fiscal de la Federación, X, secuestrada en su propia casa por un comando de pillos, publicado tan al detalle que obligó al funcionario federal a enviarle una carta al presidente y director general del rotativo, don Mario Santaella y de la Cajiga ( ), felicitándole por el reportaje tan exacto y sobresaliente por dos motivos: porque relataba los hechos tal cual habían sucedido, salvándose la vida de muchas personas; y acreditaba con meticulosidad el operativo policiaco que demostraba la buena policía que se tenía entonces. Los demás medios no se dieron por enterados hasta que salió el boletín. Víctor, mi director, nunca me preguntó cómo había obtenido los datos; le había pedido prestada a mi amiga, la oficial secretaria de la agencia del Ministerio Público, la averiguación previa, que tan pronto le saqué copias se la devolví y no pasó nada, sólo el surgimiento de un espléndido reportaje. Con ese modus operandi mío logré colgarme muchas hermosas medallas. Don José de Jesús Quezada ( ), religioso hasta las cachas –ah, cómo me acuerdo- miembro de “La Sacristía”, como le llamábamos los reporteros a la mesa de redacción, me hostilizaba mucho cuando llegué a hacer mis pininos a esa catedral del periodismo policiaco de entonces. Nunca le guardé rencor, creo que se me olvidó aquel día en que me felicitó por el reportaje hecho desde la redacción (a propósito), sobre la muerte del Papa Juan Pablo I, mejor dicho, sobre su asesinato. En aquella época, como en ésta, una cuarta parte de la población mundial profesaba la religión católica, México es 90 por ciento católico, había que escribir para sus lectores. Ocurrió el 28 de septiembre de 1978, Luciano Luciani apareció muerto en cama, luego de 33 días de papado, víctima de una “infarto al miocardio”; como en los incendios, todos son por un “corto circuito”. Sin embargo, la forma en que quedó el cadáver delataba su asesinato. En 1989, el resultado de una autopsia practicada al cuerpo del santo difunto reveló que había sido envenenado por un medicamento contraindicado. Y también se conoce, pero se oculta –como ahora- la causa de la muerte de Juan Pablo I, exactamente la misma que condujo a su renuncia a Benedicto XVI. Ah qué chulada es la investigación. Luciano Luciani había anunciado decisiones importantes, “incluso arriesgadas: Terminar con los negocios vaticanos, cortar la relación del Banco Vaticano con el Banco Ambrosiano, destituir al presidente del Banco Vaticano (Marcinkus), hacer frente a la masonería y a la mafia”, como escribiera Jesús López Sáez… Veamos ahora, en 2013, por qué renunció Joseph Ratzinger: “Manzana de la discordia, los dineros del Vaticano y sus secretos… El secreto es poder; quien lo sabe, no habla: Simeón… De El Padrino a la Lista de Schindler y la renuncia de Benedicto XVI”, son los títulos que puse a mis apuntes inéditos, que he rescatado del cesto de basura, para ustedes, amables lectores. Dice: “El secreto es poder y el Vaticano enseña que quien sabe no habla, y quien habla no sabe”, filosofa el joven Marco Simeón (33), al bajarlo Benedicto XVI del caballo que lo hiciera caer a él mismo. ¿Podría explicarse en muy pocas palabras, el parapléjico porqué de la renuncia de Joseph Ratzinger? No, pero sí podrían ensayarse unas cuantas “perlas”, como llamamos los periodistas al dato duro. En 1969 conmovió al mundo la novela del italoestadounidense Mario Puzo, El Padrino, que describe la década de 1945 a 1955 -como Julio Verne, con mucha anticipación- con los bajos fondos de la mafia italiana, desde sus entrañas, y en ellas aparece el Vaticano, visitado por don Vito Corleone. La última batalla de Benedicto XVI fue contra su canciller Tarcisio Pietro Evasio Bertone (78), quien el 24 de mayo de 2011 destituyera a Ettore Gotti Tedeschi (67), director del Instituto para las Obras de la Religión (IOR) desde 2009, el banco del Vaticano y llave de todos sus dineros… y secretos. Gotti, amigo del Papa, quería transparentar las finanzas y demostrar que sus arcas no eran lavadora de dinero negro. Y fue más allá, se opuso a que dinero del Vaticano salvara de la quiebra al Hospital Rafaelle de Milán, como insistiera Bertone. Después Gotti denunciaría la trama de los masones, a los cuales pertenecía Simeón. Éste lo niega pero admite “el enorme poder de la masonería en Italia”, y a pesar de su juventud, acuñó una frase de inmensa sabiduría e influjo: “El secreto es poder y el Vaticano enseña que quien sabe no habla, y quien habla no sabe”. Simeón dice: “Yo nunca hablo demasiado”. El Papa lo bajó del caballo. El joven Marco Simeón, de meteórica carrera en la dirección de la televisión religiosa. RAI Vaticano, protegido del canciller Bertone -pero citado en el escándalo del Vatileaks- urdió la trama al hacer intervenir a un sicólogo, quien diagnostica que Gotti Tedeschi, por su “extraña conducta”, podría revelar las cuentas del IOR… y los secretos de Roma. Bertone exilia también a Carlo María Viganò, encargado del Gobernatorato (el departamento que se encarga de licitaciones y abastecimientos), porque le había pedido al Papa dejarlo ahí para frenar las prácticas ilegales; sería exiliado a Estados Unidos. Y por la libre, ante la aparente impotencia de Ratzinger, Bertone cesa a Gotti y postula al financiero belga Bernard de Corte, oculto entre una cuarentena de aspirantes, evaluados por la agencia cazatalentos, Spencer & Stuart, de Frankfurt. Benedicto XVI libra su última batalla y se opone: elije a Ernst Von Freyberg, caballero de la poderosa Orden de Malta, astillero y constructor alemán, que quizá le recuerda a Oskar Schindler, aquel empresario germano que salvara a mil 100 judíos, según la trama de 1993 de Steven Spielberg. En su último Angelus, el Papa Benedicto XVI, desde la Plaza de San Pedro, oró ante 50 mil fieles, por los egoísmos de la Iglesia: “El diablo propone a Jesús diversas cosas… Estas tentaciones son también falsas imágenes del hombre… La Iglesia, que es madre y maestra, llama a todos sus miembros a renovarse y a renegar del orgullo y del egoísmo y vivir en el amor”. Y Bertone, instalado en lo más alto del Oráculo de Delfos, presidirá el Cónclave que elegirá el nuevo sucesor de Pedro. (No siempre gana el bien)… La diferencia es la forma de ver el periodismo.




