¿Por qué? Es la pregunta que me hago una y otra vez en cada ocasión que nuestros brillantes traductores de títulos de película le hacen un flaco favor a la obra cuyo nombre intentan castellanizar… ¿Cuál es su proceso mental para convertir a una historia que trata de sobreponerse a la adversidad con un título que parece que describe a una historia deportiva?
Silver Linings Playbook o Los Juegos del Destino incluyen de manera lateral algo de deportes, pero creo que el título da a la posible audiencia una idea equivocada del contenido, conozco a más de tres que han ido a verla buscando una historia centrada en los deportes y se topan con una chick flick con un toque de depresión.
Supongo que los responsables de nombrar este filme intentaron atraer más gente de distintos grupos de edad a las salas de cine —como si ocho nominaciones al Oscar fueran poco— capitalizando el éxito que tuvo con los jóvenes Los Juegos del Hambre, en donde la protagonista es la misma que en esta producción.
Este largometraje es bueno, entretenido, pero no mucho más que eso. Es una comedia romántica, con pinceladas de drama, pero con esteroides. Me parece que la historia es tan bipolar como los personajes que la integran, pues en un segundo pasa de la risa franca, a la tragedia más absoluta. En los momentos de mayor dramatismo de pronto ocurre un gag cómico y al revés, cuando todo pinta rosa y medio cursi, se presenta un momento super intenso, así que a mitad de la película el público ya tiene el estómago hecho nudo de tanta montaña rusa emocional. Pero, en el lado positivo les puedo asegurar que en ningún momento de las dos horas y dos minutos de proyección tendrán oportunidad de aburrirse.
Al inicio de la cinta acompañamos a Pat Solitano Jr. al ser dado de alta del hospital psiquiátrico en el que ha estado recluido por los últimos ocho meses, pronto nos damos cuenta de que no está completamente curado, pero él intenta sobreponerse a sus problemas a pura fuerza de voluntad, pues se niega a continuar medicado.
Pat enfrenta su nueva recuperada libertad, ejercitándose e intentando hacer todo lo posible por recuperar a su ex esposa, la cual ha interpuesto una orden de alejamiento en su contra, no obstante, el joven sigue pensando que es una situación pasajera y que ella volverá una vez que vea todo lo que él hace por recuperarla.
Aquí entra a nuestra historia Tiffany Maxwell una joven viuda, de moral distraída y algo inquieta, de alguna manera la neurosis de ambos —y la persistencia de ella— logra que se forje entre ellos una singular amistad, que tras un par de tropezones, funciona perfectamente en beneficio de ambos.
Esta amistad comienza a preocupar a los familiares de los jóvenes, que intentan primero separarlos, pero una vez que el padre de Pat —apostador empedernido y por lo mismo extremadamente supersticioso—se convence de que cuando su hijo y Tiffany están juntos su equipo de futbol obtiene victoria tras victoria, procura facilitarles las cosas para que continúen unidos.
Las esperanzas de Pat, una mentira de Tiffany, así como la apuesta del patrimonio de los Solitano, comprometen a la pareja para participar en un concurso de baile, en el que cada uno de los involucrados se juega su futuro.
No obstante que la trama es buena y que la película es contada con muy buen ritmo por parte del director David O. Russell, creo que la mayor fortaleza de Los juegos del destino es el casting, pues creo que Russell —al ser también el guionista— entendió perfectamente lo que sus personajes necesitaban y encontró al actor exacto para cada rol. Claro que esto no demerita el trabajo de cada uno de los intérpretes, pero creo que sus personalidades impulsaron el trabajo actoral.
Jennifer Lawrence, desde su juventud, le proporcionó a su personaje la vivacidad y el empuje que requería para que Tiffany no pareciera una mujer neurótica y calculadora, sino que conectara con el público que se identifica con ella.
El mal carácter y semblante adusto de Robert de Niro permitió que el señor Solitano pudiera entenderse como un bipolar de ésos no diagnosticados, pero con profundo amor por su familia. Mientras que la fortaleza y cara dulce de Jacki Weaver creó a una perfecta Dolores, esa ama de casa que sabe qué miembro de la familia necesita mayor apoyo en determinado momento y con la que muchas madres nos sentimos inmediatamente conectadas.
Curiosamente Bradley Cooper, el protagonista, es el que a mí me pareció que es el más débil en cuanto a actuación se refiere, sin embargo, es indudable que es bastante atractivo a la vista, y todo sabemos que un galán con el ala rota, será siempre muy buen imán de taquilla.
Productor: Donna Gigliotti, Bruce Cohen y Jonathan Gord; director y guionista: David O. Russell, basado en la novela de Matthew Quick; fotografía: Masanobu Takayanagi; edición: Jay Cassidy y Crispin Struthers; música: Danny Elfman; elenco: Bradley Cooper, Jennifer Lawrence, Robert De Niro, Jacki Weaver, Chris Tucker, Brea Bee, Anupam Kher, John Ortiz, Shea Whigham y Julia Stiles; duración: 2 horas 2 minutos.




