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viernes, diciembre 5, 2025

Sin maíz no hay país / Enrique F. Pasillas en LJA

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We must occupy the food system to create a food democracy

(Debemos ocupar el sistema alimentario para crear la democracia de los alimentos).

Vandana Shiva

Suena bien el eslogan que pugna por la soberanía alimentaria de México, pero más allá, cualquiera que conozca a los mexicanos sabe que somos realmente un pueblo de maíz. Ixim en maya, ya en el Popol Vuh (libro de la creación), se narra que el ave y la serpiente figuran como creadores sexuales del Universo. Tepeu y Cocumatz (deidades) envían un gavilán al inmenso mar de la gran vida para traer la serpiente, con cuya sangre amasan el maíz amarillo y blanco de la que el dios Tzacol formó la carne humana. Como sea en náhuatl: Tlayölli- Maíz (grano, semilla) xilotl- jilote, elotl-elote, centli-mazorca, Tlayolli, o bien Cinteotl, Señor del Maíz; así está siempre presente lo mismo en la mitología prehispánica, que en nuestra historia, en nuestro paisaje, en nuestras tradiciones ancestrales y en nuestra diaria alimentación. Y así ha sido por miles de años, mucho antes de la llegada de los españoles a nuestra historia y hasta la fecha. A estas alturas, ninguna duda cabe que de no ser por el maíz el esplendor de las culturas mesoamericanas como la Olmeca, Tolteca, Zapoteca, Mixteca o Maya y Mexica no habría sido posible ni de cerca. Así se calcula, porque no se sabe con precisión, que en México existen más de 41 complejos raciales y miles de variedades autóctonas o criollas de Maíz. Ya un científico estadounidense reportaba hacia 1946 que sólo en una localidad mexicana del Estado de Jalisco, había más variedades de maíz que en todo Estados unidos.

Sin embargo, según la ONU, la variedad de plantas y razas animales que dan sustento al hombre están disminuyendo a ritmo acelerado, lo que amenaza el suministro mundial de alimentos. Esto debido, entre otras cosas, a que las variedades autóctonas son menos “productivas” palabra hoy tan de moda entre nuestros políticos y plutocracias ad-lateres.

En este contexto de escasez, hambre y aumento exponencial del precio de los alimentos a nivel mundial, recientemente se convocaba por redes sociales a una manifestación mundial contra la icónica trasnacional Monsanto, en la que participaron el domingo pasado más de 400 ciudades y más o menos  2 millones de personas alrededor del mundo.

Pero… ¿quién es Monsanto? dicho de forma simple, es una multinacional con sede en San Luis Misuri, Estados Unidos, aparecida hacia 1900, con ingresos anuales en 2011 por 100.5 millones de dólares y presencia en muchos países del mundo, por supuesto México incluido, y que entre otros pesticidas produce el glifosato, un conocido herbicida altamente nocivo al medio ambiente. También produce semillas genéticamente modificadas (GMO); así que dicho claramente a través de su monopolio tecnológico y comercial, pretende controlar las semillas y los agroquímicos del mundo. Poco dicen al respecto la FAO, la ONU o muchísimos gobiernos corruptos, aun a costa de llevar a las naciones por el camino de la escasez y la dependencia alimentaria.

Así que ante la creciente evidencia científica del riesgo ambiental y sanitario que representan las semillas transgénicas para el consumo humano, varios países europeos han prohibido la siembra de cultivos como el maíz transgénico. A escala global, diferentes informes muestran que incluso los países de Iberoamérica que más apostaron en el pasado por los cultivos transgénicos se han visto forzados a tomar medidas para mitigar sus impactos negativos sobre la agricultura, la salud y el medio ambiente. En este sentido, el gobierno brasileño ha lanzado un programa de soya libre de transgénicos para facilitar a los agricultores el acceso a semillas de soya no modificadas genéticamente; en Argentina, nuevas evidencias científicas muestran los graves impactos sobre la salud del herbicida glifosato, utilizado en la inmensa mayoría de los cultivos transgénicos a nivel mundial, lo que ha conducido a la prohibición de la fumigación cerca de los núcleos de población, y en Uruguay, cada vez son más las administraciones locales que se declaran libres de transgénicos. Véase al respecto: “¿Quién se Beneficia de los Cultivos Transgénicos? Una industria basada en mitos” http://www.foei.org/en/who-benefits-

Sin embargo, ya hace años que Monsanto y otras multinacionales, como Dow Chemical o BASF, hacen cultivos experimentales con semillas modificadas genéticamente en México, y en especial de maíz en varias de las regiones más fértiles del país, como El Valle de Culiacán o El del Fuerte en Sinaloa o el Valle del Yaqui en Sonora, poniendo en riesgo de inminente contaminación a las variedades autóctonas que se han cultivado por milenios en dichas regiones.

¿Qué hará el actual gobierno mexicano ante la creciente presión de éstas y otras multinacionales para que les sean autorizados sus cultivos de maíz transgénico sin restricción? Porque ya el nefasto gobierno federal anterior permitió la siembra experimental de las semillas transgénicas en México sin ningún tipo de consulta social. Vandana Shiva, científica y activista de India, o Carlo Petrini, activista social italiano, por citar sólo dos casos notorios entre muchos más, han demostrado por años el potencial dañino que representa para la población en los países pobres depender de las semillas y los agroquímicos de voraces empresas como Monsanto. Aquí debe imperar el principio de precaución en materia ambiental.

Si es verdad que los monopolios no parecen una buena idea en ningún campo de la actividad humana porque atentan contra el libre mercado, mucho menos parecen idea sensata en el campo de la alimentación, que en nuestro sistema constitucional está elevado al rango de derecho fundamental; muchísimo menos cuando el riesgo ambiental y a la salud es potencialmente alto por desconocido. Y da el caso que también el derecho a la salud y al medio ambiente sano son derechos fundamentales de los mexicanos. El maíz y la tierra de México no pueden ponerse al servicio de las multinacionales. Si la triste realidad es que México no produce ni la cuarta parte de los alimentos que consume, es un tema se seguridad nacional alcanzar la soberanía alimentaria. Lo contrario pone en riesgo, literalmente, nuestra misma existencia como nación.

@efpasillas

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