La semana ha sido casi como la decena trágica. Todos los partidos políticos se han enredado —en mucho gracias a los medios de comunicación— en una retórica inservible. De las propuestas hemos caído en el supuesto de contestar un chismógrafo como aquéllos de la primaria en que ante la falta de redes sociales, un cuaderno con 80 preguntas personales era la forma de darte a conocer al público de la gente.
Tan preocupante es esto de los temas personales, como la calidad de los comentarios vertidos por los candidatos. Mientras tanto, en las redes sociales, los jóvenes se aburren de toda la imagenología que tienen que recibir por los periodos electorales. No niego que la democracia se construye con la información que el candidato pueda hacer llegar a la ciudadanía, pero es necesario repensar la forma en que se hace llegar. En primera, porque así, hacemos más eficaz el recurso económico y desperdiciamos menos recursos que terminan en los botes de basura. En segunda porque la ciudadanía también está cambiando su forma de percibir y digerir la información.
Si como dice Guillermo Escobar, “la democracia se concreta ante todo, en derechos fundamentales de participación”, las campañas deberían pues tener la tónica de la participación. En una campaña electoral casi siempre el electorado escucha y es escuchado, pero la relevancia la llevan los medios que difunden lo que les es pertinente o conveniente de los distintos partidos y candidatos. No cabe duda que vivimos en una sociedad de medios de comunicación más que de partidos. Pero los derechos del ciudadano a participar, han de comenzar desde el primer minuto en que empieza la campaña. Desgraciadamente los mismos ciudadanos —en su mayoría ignorando esta participación significativa— se han convertido en usuarios de las campañas más que en componentes importantes de las mismas. Pero ellos no tienen la culpa, la tenemos los que hacemos la política. Los hemos llevado por todas las trayectorias, hasta convertirlos en integrantes de una porra —como en el futbol las barras— que poco a poco se van acercando en una confrontación peligrosa, que va pasando de las ideologías, a las propuestas, y luego a los insultos. Esperemos que todo quede ahí y no haya cosas graves que lamentar.
Mientras en Estados Unidos se aprueba apenas ayer la reforma migratoria, beneficiando a millones de hispanos. Aquí nuestro estado suena a nivel nacional sólo porque las campañas políticas se han desenfocado.
En estos últimos días de campaña aún hay la esperanza de que los partidos se sienten a construir su campaña para poderle mostrar al elector su propuesta clara y contundente. Así como en mi colonia, una candidata a diputada (distrito XV) se llama Anayeli Muñoz, llegó y presentó su propuesta y los cómos de su quehacer desde el legislativo, y además dijo lo que podía y no podía hacer como legisladora y además sugirió formas de organización vecinal para resolver ciertas inquietudes, así debería ser la campaña de todos: con propuestas y soluciones, y no falsas dicotomías para ver quién es más culpable del pasado. A final de cuentas, los culpables del pasado somos todos, porque los ciudadanos también votaron por sus anteriores gobernantes.
Estuve luego en un foro de empresarios jóvenes, y ahí desde un partido político la estrategia fue el ataque al otro en el poder. La cuestión es saber si al empresario joven le interesan esos temas, o que le resuelvan sus necesidades emprendedoras. No sé si visualizan que el ataque sistemático genera un divisionismo innecesario y una indiferencia generalizada de quienes ajenos a la realidad política prefieren seguir así, dejando que otros decidan por ellos.
Recientemente en la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea, se distinguió el “derecho a una buena administración”, idea nueva para hacer frente a las realidades del ciudadano individual frente a su gobierno. Con el tiempo seguramente habrá un derecho a una buena campaña electoral, en la que con reglas detalladas se definan las campañas electorales para no perder la altura de contenidos y recursos innecesarios en esfuerzos vanos como los ataques u otras formas de transgredir el sentido democrático de la participación ciudadana.
También valdría la pena que los partidos políticos se remitieran al histograma de logros, es decir, que la validación social a un partido sea resultado de sus resultados. Así, los logros serían más evidentes que las promesas.
Ahí les encargamos a los candidatos de todos los partidos, que pongan el realce de la historia con que se han construido sus partidos, y que le permitan a la ciudadanía conocer las propuestas de los candidatos que han postulado, para que se pueda hacer el comparativo y que los votantes tomen sus decisiones. Ése es el derecho de la gente y es su obligación como partidos.
Sigo convocándolo a votar, porque ése es mi derecho y mi obligación, incluso a pesar de la realidad campañesca, porque de todos modos usted no deja de ser elector, y en esta vida no deja de haber elecciones.
rserrano@up.edu.mx




