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viernes, diciembre 5, 2025

La fábrica de enfermedades / Héctor Grijalva en LJA

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Los laboratorios farmacológicos son grandes empresas trasnacionales que elaboran productos para ser consumidos por personas de todo el mundo. Invierten en ello enormes cantidades de dinero. Al igual que las compañías fabricantes de automóviles, refrescos y teléfonos celulares, destinan una buena parte de sus recursos a la investigación, tanto para crear el nuevo fármaco, como para conocer el mercado al que irá dirigido. Diseñan nuevos modelos que aparecen cada año, siempre se anuncian como mejores, más sofisticados, más necesarios y por supuesto son más caros.

Para vender autos, refrescos  o celulares lo primero que se requiere es convencer al cliente de que “necesita” ese nuevo vehículo, bebida o aparato. Lo que menos importa es si ya tiene uno bueno o consume alguno que le sirva. El negocio está en asegurarse de que el comprador adquiera el producto nuevo. No importa si le hace falta o no. Los anuncios en la televisión le harán sentir que si compra  el último modelo recién salido de la fábrica, entonces será un triunfador, tendrá éxito en la vida, será admirado por hombres y mujeres y el mundo le sonreirá.

¿Qué ocurre con los laboratorios que fabrican medicamentos? Sucede exactamente lo mismo. Son empresas y por lo tanto necesitan ganar dinero. Particularmente cuando son grandes negocios internacionales, que gastan en investigación para crear los nuevos fármacos, para diseñar el envase y los folletos promocionales que entregarán a los médicos, estudian el mercado para saber qué personas y que países son buenos compradores de su producto.

Las grandes agencias distribuidoras de autos hacen lucidos festejos para lanzar el nuevo automóvil, con brindis, bocadillos, música y bellas edecanes. También las empresas farmacológicas presentan el nuevo medicamento en congresos realizados en lujosos hoteles, de hermosos sitios turísticos como playas o ciudades importantes. Pagan el viaje, hospedaje y alimentos a los médicos en calidad de invitados distinguidos. La ceremonia también tiene música, brindis, bocadillos y edecanes. Es frecuente que un laboratorio patrocine totalmente un congreso, para lanzar al mercado el nuevo fármaco, a costos exorbitantes ya que muchos de estos congresos suelen ser internacionales y se paga el viaje de notables conferencistas venidos de países lejanos. Y todo ese gasto habrá que recuperarlo.

¿Qué hará la empresa farmacológica para recuperar sus gastos?  La respuesta es simple, si venden medicamentos, entonces habrá que vender medicamentos. ¿Quién comprará los fármacos? Pues los pacientes ¿Entonces que se necesita para vender los medicamentos que se fabricaron? Pues fabricar enfermedades y enfermos. Se buscará entonces usar el cine y la televisión para convencer a los posibles clientes, de que no están sanos. Deberán saber que están enfermos y no se han dado cuenta. Se mencionarán mediante prestigiados conductores de televisión y dramáticos comerciales, las nuevas enfermedades a las que estamos expuestos y no sólo eso, sino que seguramente ya estamos enfermos de ellas.

Médicos, farmacias y laboratorios ya pueden respirar tranquilos. Ya no les faltarán pacientes. Las empresas farmacológicas se encargarán de ello. Ahora nos enteramos que son enfermedades lo que antes sólo eran características personales. Ahora contamos con medicamentos, médicos y cirugías para curar la menopausia, la vejez, la calvicie, las arrugas, las canas, la piel de naranja, las pecas, el color de la piel, el cansancio y el aburrimiento.

En el caso de la salud mental, la situación es patética. En la tele y la radio escuchamos frecuentes anuncios de medicamentos para combatir “el estrés de la vida diaria”. O sea que ahora resulta que vivir ya es enfermedad y pues nada, que necesitamos tomar medicinas para sobrellevar nuestra existencia. Para ello se inventó una enfermedad nueva “la fibromialgia” que no es otra cosa que dolores musculares por la fatiga del trabajo o por las preocupaciones. No hay exámenes de laboratorio ni radiografías que confirmen el padecimiento. El paciente tiene fibromialgia porque el doctor se lo dijo y por supuesto tiene que tomar varios medicamentos porque sin ellos, simplemente no podrá vivir.

Las vitaminas, los energizantes y los antiestresantes se venden por millones de dólares diarios, gracias a que laboratorios y médicos han convencido al hombre común y corriente, de que aunque se sienta bien, no está bien. Aunque crea que está sano, está enfermo y aunque se sienta de maravilla, siempre deberá sentirse mejor.

Uno de los mejores recursos para fabricar y vender medicinas, ha sido fabricar enfermedades. La publicidad se encarga de recordarnos todos los días, los difícil que es vivir, lo fácil que resulta angustiarnos y lo verdaderamente complicado que es descansar. Entonces, si el ciudadano común sufre el terrible destino de tener que trabajar, trasladarse a su oficina, conducir su auto entre el tráfico citadino y pagar sus impuestos, lo lógico es que no pueda dormir. ¡Hombre, no se preocupe¡ Tómese un tranquilizante, un somnífero y a dormir, ya que al cerrar los ojos, el mundo y sus preocupaciones desaparecen. El Valium Roche inventado en los años 50 casi acabó con el psicoanálisis, ¿para qué vas al psiquiatra si una pastillita te da el alivio que necesitas? El Valium o diazepam todavía existe y ha generado ganancias estratosféricas, al laboratorio francés que lo inventó. Ahora ha inventado muchos más. El Rohypnol o flunitrazepam, del mismo laboratorio, tuvo que ser retirado del mercado por ser altamente adictivo. Y sucede que todos los somníferos son adictivos. Ahora el que más se vende legal e ilegalmente se llama Clonazepam o Rivotril. Las instituciones de Seguridad Social lo recetan indiscriminadamente. Los laboratorios que lo fabrican están satisfechos, primero inventaron el insomnio y la angustia como pago por vivir y ahora el remedio, está al alcance de la tabletita.

La economía mundial tiene como uno de sus más fuertes pilares la empresa trasnacional. Para ello requiere que los productos y los clientes también sean internacionales, que todos tengan la misma necesidad y el mismo satisfactor. En materia de salud, ya entramos de lleno en este mercado. El mecanismo funciona; primero se inventa una enfermedad, luego se convence al cliente de que tiene esa enfermedad y se le transforma en paciente. Luego se le ofrece la solución que es un fármaco que deberá tomar por largo tiempo o de preferencia toda su vida. ¿O no es así como funciona con los otros productos? Una vez que te conviertes en automovilista nunca volverás a ser peatón, una vez que usas celular, no volverás al teléfono de línea. Una vez que te conviertes en paciente, nunca volverás a ser sano.

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