En un mar de azogue, a las y los ciudadanos todos de Aguascalientes, nos han empujado a nadar, todas y todos los responsables de la judicialización de la transición política en acto.
En efecto, es absolutamente impertinente el hecho de presumir que el proceso electoral esté siendo judicializado, puesto que los resultados electorales han sido prístinamente emitidos y verificados por la autoridad electoral; que la entrante LXII Legislatura del Congreso del Estado habrá de validar, erigida en gran Colegio Electoral. Que yo sepa, no existe querella de fondo alguna existente en el tribunal electoral del estado, que pudiera revertir los resultados electorales cantados y publicados.
Lo que sí existe antes, durante y después del proceso electoral es la lucha sorda por fincar responsabilidad judicial a quienes cometieron peculado en el ejercicio de la función pública, quebrantos al erario público, daños patrimoniales al gobierno del estado, desviación de recursos públicos para fines privados, o el latrocinio simple y llano de bienes y valores públicos, para enriquecimiento ilícito e inexplicable de unos cuantos.
A esto yo le llamaría transición política, con fundamento constitucional, pero sin fondo ético político y sí una implacable judicialización que trata de instaurar el orden jurídico transgredido. Se ha pedido reiteradamente al gobernador del estado, la cabeza del Procurador General de Justicia del estado, como si se tratase de un verdugo indeseable, argumentando la falsedad crasa de sus acusaciones, o el torcido nudo con que ata sus averiguaciones previas, inventando culpables a diestra y siniestra… ¿Para qué? ¿Con qué fines? Si el argumento de fondo era que pretendía enturbiar el proceso electoral; éste ya cerró su ciclo, y no parece haber afectado gravemente los resultados, sino todo lo contrario: favorece al grupo partidista denunciante.
Por eso opino que no estamos presenciando una judicialización del proceso electoral, sino la de una transición política enrevesadamente atípica y, sí, de pronóstico reservado. Basta prestar oídos al silencio, casi sepulcral diría yo, de la ciudadanía respecto de los triunfadores o perdedores en las elecciones intermedias pasadas. No hemos presenciado el desfile suntuoso de la historia, del héroe que ingresa a la ciudad, aclamado por los coros populares con gran algarabía, anunciado por las límpidas trompetas que tocan sus fanfarrias, y el presídium solemne de los notables en el foro público, que le otorgan legitimidad a su encumbramiento; y, desde luego, el imponente avance del carro triunfal en que se desplaza el héroe coronado por laureles de victoria, y un siervo que le susurra al oído: “Sic transit Gloria Mundi” (Así pasa, la gloria mundana).
El escenario político actual de Aguascalientes es de un desasosiego existencial, una especie de depresión post-parto, un estado de congoja –diría el inmortal Unamuno-. Y, de esto, ¿quién nos cura? Grito existencial que nos evoca aquél otro de Cicerón, cuando llegado a una edad avanzada y viendo el declive de las instituciones de la República, comenzando por el Senado Romano, se dirigía a su caro amigo Tito, exclamando: “O Tite, si quid ego adiuero curamve levasso, quae nunc te cocuit et versat in pectore fixa. Ecquid erit proemii?” (¡Oh, Tito! Si en algo yo pudiera aliviar la pena, que hoy ardiente te consume (te acongoja) y está clavada en tu pecho. ¿Cuál sería mi premio?). “De Senectute”, un verdadero tratado sobre la vejez, pero que hoy aplica perfectamente a los usos vetustos de las prácticas de expolio de los bienes públicos.
Nos duele la transgresión al juramento públicamente emitido, por aquellos funcionarios que fueron votados en comicios legítimos, de respetar y hacer respetar la Constitución Política que nos da unidad social y sentido histórico; con rumbo de futuro, bienestar, promesa de autoabasto alimentario, acceso al trabajo digno y bien remunerado, y todas esas cosas que aseguran la calidad de vida de nuestra persona y de nuestras familias. Al respecto, se cuestionaba con pesada congoja San Agustín cuando observaba el pecado más infame contra la Justicia Social, diciendo: “¿Qué República es ésa, en donde la Cosa Pública es pobre y la Cosa Privada es opulenta? –Sin comentarios-.
Decía arriba que nos echaron a nadar en un mar de azogue, porque así nos sentimos: varados en ese mar insondable de impunidad ante la Justicia. El azogue, palabra de origen árabe –azzáwq-, que corresponde al elemento químico mercurio; también se usa como “azogarse”, para significar “agitarse mucho”, por ejemplo al recibir una mala noticia. Debe su nombre también al dios romano que era el mensajero de los dioses, y de manera analógica a la movilidad que es característica del mercurio. Es insoluble en agua y soluble en ácido nítrico.
No hace falta abundar más para caer en cuenta que la simbología de nadar en un supuesto mar de azogue, además de resultar casi imposible por no poder contener una línea de flotación, y ante la presión o el peso se dispersa en cientos o miles de gotitas que se escabullen, no presenta resistencia a otros cuerpos; además, debido a su gran densidad tiende a caer por su propio peso. Al no disolverse con el agua, es prácticamente impermeable. En fin, intentar desplazarse en un medio compuesto de mercurio, es una tarea punto menos que imposible. De ahí la desazón que sentimos ante una transición política tan parecida a un mar de mercurio, y tan lejos del agua –o estado anímico- que nos permita fluir, como felices patos al agua.
Sentimientos que me remiten a un añoso soneto, escrito por mí y reecontrado, que dice:
Del Aurea Fiebre. – Hoy que se cree que la vida es grandiosa/ Hay que trazar el siguiente dilema:/ es muy escaso como un buen poema;/ bello, sutil atrayente cual diosa.
Ardua respuesta que escapa gloriosa/ y aun nos impone aprender este lema:/ Busca incansable de tu epiquerema/ esa razón que se fuga graciosa…/
Cierto es que nadie podría responder/ sin repudiar el horror a la cumbre. / Puesto que aquél que lo quiera aprender /
Ha de pensar en su propio derrumbe. / Ya te lo voy a decir y ¡ha de arder! / ¡Oro, del hombre perenne herrumbre!
P.S.- Quiero comentar, respecto de la reunión que anuncié en mi pasada entrega, que la 1ª Reunión de la familia De la Madrid, en Aguascalientes, resultó un feliz encuentro y permitió a la gran mayoría de su miembros conocer nuestra hospitalaria ciudad, de la cual partieron con gratos recuerdos y bellas impresiones. Probaron su gastronomía y tomaron un bocadillo de su historia y fisonomía. Además, nos dejó lecciones muy valiosas. Resulta que un amplio núcleo de las familias participantes se firma como “de Lamadrid” que es el apellido dominante, algunos incluso sin la preposición “de”. Y comentaron que el apellido paralelo “De La Madrid” tiene uso y origen en Colima. Se hizo una precisión respecto de que la familia visitante que creímos residía en el Estado de México, en realidad vive en Atlixco, Puebla. Y Carlos y Elenita Vega de Lamadrid llevaron nuestro afectuoso saludo a su querido hermano Kiko, ausente. Lo cierto es que todos convivimos con la alegría de un encuentro largamente esperado. [email protected]
