LA UNIVERSIDAD SOY YO. Pretendiendo apropiarse de la frase L’État c’est moi, que se le adjudicaba al Rey Sol Luis XIV de Francia, durante los últimos meses de 1973 el rector propició una de las más lamentables etapas de absolutismo, ya que su exaltación y prepotencia lo llevaron a cometer un sinnúmero de desvaríos al empezar a poner en práctica la Ley Orgánica de la UAA que el Congreso aún no aprobaba. ¿Pero a quién le importaba el H. Congreso? Para él la UAA ya había nacido el 19 de junio y siempre ha sido celebrado con fanfarrias. (Aunque hemos avanzado un poco, pues el rector anterior hizo un tímido reconocimiento del 24 de febrero y el actual piensa en hacerlo más solemnemente. Algo es algo.)
LOS CAPRICHOS DEL MONARCA. Sólo unos cuantos: por ejemplo, el 10 de septiembre de 1973 nos desayunamos con la noticia publicada en los diarios en el sentido de que las escuelas del Instituto habían desaparecido y se habían convertido en centros.
El 25 de octubre nos enteramos que la gran burocracia estaba creciendo de una manera desmesurada y estrafalaria, pues se habían creado plazas de subdirectores con sueldos de 4 mil pesos dependientes de los directores originalmente designados, que seguían ganando sus exiguos mil 60 pesos mensuales.
Y que en el colmo de la megalomanía delirante se creó un tristemente célebre centro deportivo -no como un servicio sino como una entidad académica- en el que cuyo brillante decano organizó un rimbombante equipo de… equitación para los señoritos del dinero, haciendo obligatoria también, para los que no lo eran, la adquisición del uniforme de mil pesos de entonces, todo porque la inexistente universidad participaría en el desfile del 20 de noviembre y ya se quería estar al nivel de Princeton, Columbia, Harvard, Yale, o hasta Oxford o Cambridge… pero además se lanzó la amenaza de que el que no lo comprara no tendría derecho a examen; eso sí enardeció a los estudiantes que estuvieron a punto de lanzarse a la huelga, lo que cortó de tajo aquella extravagancia que pronto quedó en el olvido, al igual que la ridiculez del centro deportivo.
El 15 de noviembre, cuando los estudiantes de algunas escuelas habían convocado a elecciones para designar a sus nuevos representantes ante el Consejo Directivo a fin de suplir la ausencia de convocatoria del que para entonces ya era legalmente inexistente porque de acuerdo con el Estatuto vigente había concluido sus funciones el 19 de septiembre, recibieron como balde de agua fría la orden del rector en el sentido de cancelarlas hasta la creación de la universidad, en clara violación a la norma; a regañadientes, los muchachos acataron la bula.(38)
Al rector no le convenía cambiar a los representantes ya domesticados, como no le convenía cambiar, tampoco, al presidente de la Junta de Gobierno. El asunto era simple: como para él la universidad ya había nacido, cuando se promulgó la Ley de la UAA el 24 de febrero de 1974 sólo se convalidó lo dispuesto por él en el lapso anterior pero todo continuó funcionando bajo las reglas dictadas por su estado de ánimo.
Lo que sucedió a partir del 24 de febrero es motivo de otro capítulo que hemos esbozado en otras ocasiones, pero que un día de éstos narraremos de una manera más completa y sistemática. Por lo pronto, permítasenos incidir en lo esencial:
Bien podríamos concluir que en el desempeño de los 39 años de vida que lleva cumplidos la Universidad Autónoma de Aguascalientes, se han tenido experiencias y resultados positivos y negativos; de los positivos se han encargado de difundirlos y exaltarlos sus administradores. De los negativos, a nuestro juicio muy graves y vigentes, pero que han tratado de ocultar o mediatizar a toda costa, nos hemos encargado de mantenerlos vivos sus críticos a pesar de haber sido enjuiciados por el santo oficio que nos cerró las puertas del paraíso. Sin embargo, persistimos y para que quede lo más claro posible, los sintetizamos como sigue:
El tesoro más preciado para una Universidad es el pensamiento crítico, del que se nutre la libertad académica o de cátedra. Pero para que esa libertad se dé en plenitud, la Universidad debe ser autónoma; es decir, gobernada por sus propios estudiantes y maestros -únicos elementos insustituibles que la integran- sin intervención externa de ninguna índole y sin representantes adulterinos.
Sobre el particular ya hemos visto que la UAA nació bajo el signo de la intolerancia, sin libertad interna y sin independencia externa, como universidad de mercado al servicio de intereses financieros nacionales y extranjeros. Así ha sido y así continuará hasta que sus únicos elementos insustituibles decidan conquistar su libertad para convertirse en dueños de su propio destino.
Próxima semana, fin de fiesta.
Aguascalientes, México, América Latina
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