Desde hace unas semanas circula entre la comunidad artística local la idea de realizar la Segunda Feria de Arte, esta vez con el propósito de reunir fondos para apoyar a los artistas con escasos recursos económicos.
El año pasado, la primera edición tuvo la finalidad de apoyar al promotor cultural Zenaido Muñoz, después de que el techo de una habitación de su vivienda se vino abajo tras las primeras lluvias, lo que además de perjudicar su patrimonio puso en riesgo su valioso archivo de carteles y programas culturales reunidos durante varias décadas.
En aquel entonces la comunidad respondió solidaria al llamado de auxilio, impulsada por la indiferencia de las autoridades culturales, que no fueron más allá de las declaraciones ante las demandas de apoyo material para reconstruir la parte de la vivienda siniestrada y la creación de un archivo o museo con el acervo. Entre el 18 y el 23 de julio los artistas hicieron a un lado su natural competencia por el público para alcanzar un propósito altruista; presentaron teatro, música, cortometrajes, danza, artes visuales y poesía, organizados por el centro cultural Tercera Llamada, el equipo de A escena y el extinto Foro de Activismo Cultural, en espacios públicos e independientes. Pero este año han cambiado los objetivos, los participantes y el contexto en el que se pretende realizar esta feria artística.
Nunca será lo mismo ayudar a un amigo incondicional como Zenaido que a un artista pobre, muy probablemente desconocido. El año pasado, la cercanía de este persistente promotor cultural con la comunidad, especialmente teatreros y músicos, motivó su participación inmediata en un acto provocado por una circunstancia adversa. La feria tuvo un resultado positivo, pero la falta de respuesta a la solicitud de apoyo material exhibe hasta la fecha la incapacidad del aparato cultural para enfrentar por sí misma situaciones imprevistas; sin embargo, los artistas participantes mostraron la posibilidad de realizar propuestas independientes sobre cómo usar los espacios culturales para actividades fuera de la agenda oficial, justificadas en este caso por factores circunstanciales pero con profundas consecuencias negativas para el medio cultural y que, por tanto, urgía atender. Brigadas voluntarias trasladaron el acervo documental a un lugar seguro, los organizadores de la feria entregaron el dinero reunido y el Instituto volvió a su indiferencia.
El saldo favorable convirtió a la feria en un importante capital cultural para los artistas independientes. Una diferencia con el año pasado consiste en que ahora se trata de incidir en las condiciones del trabajo artístico, aprovechándolo para reunir un capital en beneficio de los artistas; no obstante, no está suficientemente claro cómo y a quiénes beneficiar. Además de capacidad para organizar espectáculos, importante pero insuficiente, debe garantizarse la transparencia en el manejo del dinero y definir los criterios para asignar los recursos. La formalización de las relaciones de colaboración del modo más conveniente para todos depende de la capacidad de los participantes para llegar a acuerdos consensuados. Entre los convocantes se encuentran Juan Pablo de la Rosa, principal promotor del proyecto, y la comunidad Proles del Arte. El primero se caracteriza por un radicalismo intransigente; la segunda nació entre los muros del Ateneo El Encino, un proyecto con tantas buenas intenciones como falta de claridad en sus objetivos; puede considerarse una madre muerta al alumbrar a la comunidad. La hostilidad del suelo hace más frágil a la criatura, alejándole la posibilidad de alcanzar la armonía con el entorno y con sus aliados; la dificultad para que la Feria de Arte cumpla sus objetivos aumenta significativamente al considerar la volatilidad de las relaciones entre los artistas.
Por eso, la permanencia de las condiciones desfavorables permite que, además de la segunda edición, se organice una subasta y bazar de arte con los mismos objetivos del año pasado, organizado por el centro cultural Tercera Llamada. La iniciativa de Jaime Muñoz, respaldada por sus aliados, aporta vías de expresión al afán solidario con un personaje significativo en el medio local. Aquí ya existe una organización con probada solvencia en la promoción cultural independiente; convoca a donar cuadros, discos o libros para entregar a Zenaido el producto de su venta y explota un recurso para reunir dinero, diferente de los espectáculos y muy socorrido en proyectos con fines similares. Ante la austeridad imperante, el patronato de Amigos de Casa Terán, por ejemplo, financia buena parte de las obras de reparación que actualmente se realizan en ese centro, cuyo edificio también han dañado el clima y el paso del tiempo.
A menos que ocurra un milagro –también aquí–, los promotores deben cubrir la incapacidad para negociar de muchos artistas; sin otra oferta que su trabajo, carecen de poder para incidir en sus condiciones generales. Entre otras limitaciones, la promoción cultural independiente desperdicia fuentes de financiamiento oficial, pero capitaliza sus niveles de organización para resolver problemas inmediatos con soluciones probadas.
