Hace unos años el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM creó una pequeña colección de libros cuyo objetivo era difundir el derecho entre la población en general. Uno de estos títulos era sumamente sugerente Qué es el derecho, en él, el autor (Enrique Cáceres Nieto) se da a la titánica y compleja tarea de definir qué es el derecho pero sobre todo darlo a entender al lego en la materia. Explica en su libro que lo complicado del tema deriva precisamente porque el derecho está en nuestra vida diaria, todo -desde que despertamos hasta que morimos- está regulado por una norma; en general los grandes pensadores del mundo, independientemente de su especialidad, tocan directa o indirectamente la problemática de la ley y el derecho, incluso los artistas, usan en sus obras los conceptos jurídicos fundamentales. Por ello, no es raro que un cineasta cuya obra se basa radicalmente en la conducta humana, como es Fritz Lang, asuma de forma consciente los temas relacionados con la norma jurídica, como es el caso de las ya reseñadas en esta columna Más allá de la duda (20 de febrero del 2011) Furia (18 de junio del 2011) y ahora La mujer del cuadro, excelente thriller de cine negro.
Un profesor de psicología, de buena fama y respetado en el pueblo, se enamora de una mujer de un cuadro que se exhibe en una tienda. Una noche que sale de un bar, se detiene a contemplar una vez a su misteriosa mujer fatal: aparece en carne y hueso, para su buena (en realidad mala) suerte, la mujer es bastante atrevida y lo invita a su casa, un misterioso amante aparece y en una auténtica defensa propia, el profesor tiene que asesinar a su oponente. Como especialista de psicología criminal, el maestro borra todas las huellas y se encarga de ir eliminando los indicios, además, los azares del destino lo ubican como auxiliar de la policía en la investigación de ese asesinato, lo que le permite corregir los posibles errores que hubiese cometido.
Claro que Lang en su multifacético cine tendría que abordar el tema de los homicidios por pasión, una constante no sólo en el arte en general, sino de la vida diaria, una cuestión que no escapa a la ley, pues la pasión, el amor enfermizo (ahora si depende del punto de vista de cada quien) crea caos en los seres humanos, no en balde lo decía Umberto Eco en El nombre de la rosa: “¿Qué es el amor? Nada hay en el mundo, ni hombre ni diablo o cosa alguna, que sea para mí tan sospechosa como el amor, pues éste penetra en el alma más que cualquier otra cosa. Nada hay que ocupe y ate más al corazón que el amor. Por eso, cuando no se dispone de armas para gobernarse, el alma se hunde por el amor, en la más honda de las ruinas”.
El genio de Lang se ve fortalecido por un guion perfecto de Nunnally Johnson (también productor) con una fotografía en blanco y negro que aprovecha a su máximo los claroscuros de Milton R. Krasner, y en general por toda la maestría que sólo un cineasta de su talla, autor de clásicos como Metropolis (1927), podría generar. ¿Qué hubiera sido de la propaganda nazi de haber contado con este especialista del séptimo arte? ¿Qué, si en lugar de huir de Alemania hubiera aceptado la invitación de Goebbels para incoporarse a su equipo?
Filmada en 1944, corresponde a la tercera en la etapa del director Lang en Estados Unidos de Norteamérica. Una de las premisas, la pregunta que tratará de responderse durante todo el filme, es qué hacer si alguien ha sido justo, correcto y nunca ha cometido delito ¿tiene derecho a ser perdonado si lo llega a cometer? Desde un punto de vista jurídico la norma de derecho penal no deja lugar a dudas: la condena es ineluctable, los antecedentes de buena conducta, de trayectoria profesional, de buena fama social en la comunidad, sólo servirán para que la pena que se aplique sea la menor, pero siempre dentro de los parámetros que la ley señala, sin permitir que la mano del juez pueda interceder más allá del mínimo fijo en el tipo penal. Desde un punto de vista moral el perdón es una posibilidad, tal vez por ello el desenlace de la cinta se basa en un típico sueño, en la imaginación del maestro que le jugó una mala pasada.




