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viernes, diciembre 5, 2025

Gobernador hizo a un lado su “aburrido” discurso y “se abrió de capa” con estudiantes

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  • En la devaluación se rescató a los bancos y desprotegió a los empresarios

 

Carlos Lozano de la Torre hizo a un lado su “aburrido” discurso y “se abrió de capa” con estudiantes de periodismo; les contó cómo “vendiendo saliva y fe” trajo a Aguascalientes otras actividades económicas distintas al ferrocarril, el chile, la uva y los deshilados.

Ello ocurrió en su conferencia sustentada en el 5º Taller Jack F. Ealy de Periodismo Científico, en la que en 60 minutos les compartió la historia de su vida. El gobernador percibió con agudeza la indiferencia juvenil a los mensajes políticos, particularmente los audiovisuales como spots televisivos, y fue al grano, lo que generó en todo un relato inédito, espontáneo, sorpresivo -incunable, dirían libreros- que merece atención:

“Traía un documento pero se me hace muy aburrido, mejor les platico”, dijo al joven auditorio tan pronto como Enrique Bustamante Martínez, director de la Fundación Ealy Ortiz y también del portal de El Universal, había hecho la presentación del gobernador con los diferentes cargos que ha ocupado en una dilatada trayectoria en el servicio público.

Lozano de la Torre narró que su padre nació en San Julián, Jalisco; su mamá en León, Guanajuato; y él en Bakersfield, California, en 1950. A los cinco años de edad la familia lo trajo a Aguascalientes. En el 85, el INEGI se vino a la tierra de migrantes. Al hablar del estado, dijo que “le faltan muchas cosas, pero es exitosa. Segundo lugar en producción lechera y cuarto en pollo. Aguascalientes convierte las debilidades en fortalezas”.

Tenía tres hermanas. Estudió en el Colegio Marista, fue capitán del equipo de basquetbol, “es la única vez en mi vida que he sido azul, siempre he sido rojo”. Se fue al Tec de Monterrey y con otros seis alumnos -siendo él presidente del alumnado de la Prepa- promovió un paro, “y a todos nos dieron puerta”.

Era 1969, se vivía la resaca del 68, no sólo de México, sino del mundo. En París, Checoslovaquia y muchos otros lugare, los jóvenes no eran tomados en cuenta, era “la generación de la mezclilla”, dijo. Terminó en la Universidad de Monterrey, donde la carrera de Ingeniería era dirigida por una monja.

A los 21 años de edad entró a trabajar a la Secretaría de la Presidencial, “más por cuestiones casuísticas que por otra cosa, bien pagado; con cuatro meses de sueldo podía comprarme un Volkswagen”.

De ahí lo mandaron al DAAC (Departamento de Asuntos Agrarios y Colonización) que después fuera la Secretaría de la Reforma Agraria. Llegó a Aguascalientes cuando Refugio Esparza Reyes andaba en campaña, ya como gobernador creó para él una dirección de fomento industrial. “Ahí empezó el trabajo que transformó a Aguascalientes”, mencionó.

El estado producía chile, uva, deshilados, había muchísimas mujeres en esa industria en sus casas; “me tocó cambiar las cosas y creció hasta que apareció China”. Predominaba el ferrocarril en una ciudad con 60 mil habitantes y siete mil ferrocarrileros, todo giraba en torno al riel.

Texas Instrument fue la primera empresa en venir y Sensata la compró. Rodolfo Landeros llegó en 1980 y dijo que iba a cambiar la economía, aunque también decía: “Es más caro sacar un kilo de maíz que un gramo de oro”. Fue entonces cuando le compartió el gran proyecto. “Si lo divulgas ya no serás secretario”, le dijo Landeros, para que guardara el secreto de la llegada de la Nissan, que con la Xerox inició el crecimiento.

Entonces había más aviones en el aeropuerto, pero se vino la devaluación y el gobierno rescató a los bancos y desprotegió a los empresarios, al revés de como lo hace Estados Unidos; fue una década perdida para América Latina, lamentó Carlos Lozano de la Torre.

Fue en Aguascalientes el primer secretario de Desarrollo Económico. Se casó en 1979, cuando tenía 31 años y Blanca, su esposa, 18. Tiene un hijo (José Carlos) y cuatas (Blanca y Ema). Ayudó a construir la Universidad Bonaterra “vendiendo saliva y fe”, les indicó a los asistentes del Taller Jack F. Ealy, cuando hizo a un lado su discurso e improvisó.

Foto: Gilberto Barrón

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