El maestro que intenta enseñar sin inspirar en el alumno el deseo de aprender está tratando de forjar un hierro frío
Horace Mann
Todos los años es la misma. No entiendo las razones de unos mega festejos por el Día del Maestro. Me queda claro que hay que tenerlos contentos, pero me parece un tanto exagerado suponer que es, con bailes y con actos lúdicos, como pretenden tenerlos contentos. Eso, sin despreciar las considerables prestaciones que derivan de su adhesión al sindicato. No entiendo y además no lo justifico: reprobados en matemáticas y español ante la OCDE, y, además, promotores de la “no reprobación” para alcanzar el objetivo del milenio número 4, que se refiere a la educación universal. Entonces, ¿dónde queda el mérito magisterial para tener tantas concesiones? Pues eso es lo que no entiendo.
En un año electoral, en que se definirán los futuros de un país intensamente necesitado de esperanza, los únicos que no han perdido terreno son los maestros. De hecho, en el último debate de los presidenciables —muy aparte el tema de la edecán mentada; ésa que distrajo a los mexicanos a los que les gustan las telenovelas— el que se supone que mínimo ayudó para conservar el registro de su partido fue Gabriel Quadri, que a final de cuentas no tenía mucho que perder y todo que ganar. Recuerdo aquella campaña inicial del partido de la maestra Elba que mentaba un eslogan que decía “uno de tres” referente a que de los tres votos en disputa, en ese entonces, le dieran uno. Campaña que resultó benéfica para ellos y conservaron su registro. En fin.
Yo no afirmo que todos los maestros caigan en los supuestos de siempre: flojos, mediocres y corruptos. Y lo digo porque, aunque en definitiva son muy protegidos por los gobiernos, hay algunos maestros que en verdad desquitan lo que ganan y más. Los tuve en mi educación primaria y luego en las posteriores educaciones. De ellos, aprendí muchas cosas buenas que me gustaría compartir.
El perfil de un buen maestro es:
1. Filosofía de la educación. Un buen maestro es aquel que logra motivar al alumno para que éste, por su propia voluntad, quiera aprender. Quiera, como quien tiene hambre y no espera a que le den de comer, sino que consigue y prepara su alimento. Si la analogía lo permite, la educación -este alimento del espíritu- es una materia prima que el profesor pone al alcance de su alumno para que éste, por su propio pie, quiera buscarla, como quién busca el amor porque sabe su ganancia.
2. Verdadera vocación. El problema de las pepitas de oro en el viejo oeste americano es que el interés primario era hacerse rico y no ir a poblar aquel lugar. Estrategia simpática la de los gobiernos americanos, como siempre, la de la zanahoria y el burrito que, como todo lo que hacen, funciona. Muchos estudian para maestros por la “pepita de oro” que implican las prestaciones y la seguridad social que da estar en un magisterio como el mexicano. Pero a México le hacen falta maestros con una vocación, con un llamado a ser una especie de despertadores de conciencias en los ciudadanos, que con el tiempo se convertirán en los empresarios, los políticos y los profesionistas que dirigirán a un país. Urgen maestros con vocación y no sólo con ambición.
3. Competentes. Mucho se ha hablado, en últimos días, de si habrá evaluación para los maestros y muchos de ellos reniegan de ello si les implica perder su trabajo o sus prestaciones. La lógica nos dice que los resultados son los que miden la competitividad. Cuando no se miden los resultados, siempre se cae en la incompetencia. En todo caso, para qué le hacemos exámenes a nuestros alumnos, si sus maestros se niegan a ser calificados. Para ser buenos hay que, no sólo, pregonar el esfuerzo y la disciplina, sino vivirla.
4. Formación cívica. La educación no puede seguir siendo una mera instrucción instrumentalista para laborar. Si los maestros no están, no sólo bien capacitados para educar, sino bien formados para formar, entonces estaremos sacando alumnos en serie que saben sumar, pero que no reflexionan sobre para qué sumar. Estaremos viviendo, pues, una educación que no contempla ni la ética ni los valores cívicos en el actuar. No nos preguntemos, pues, a qué se debe tanta corrupción cívica y pública: no se puede ser competente únicamente en la cuestión académica, hay que ser competente también en la cuestión humana.
Entiendo que hay muchos otros componentes de ser buen maestro, pero esto que he mencionado lo aprendí de todos mis maestros, desde la infancia hasta la universidad. Les dedico este comentario a todos ellos, que fueron los motivadores para que yo quisiera, y apreciara, a la educación como una herramienta para ser mejor y nunca dejar de buscar seguir mejorando.
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