“…habría que escribir muchas páginas /sobre el hombre frente a su destino…”
Javier Sicilia, antes de la muerte de su hijo, citado del libro El reflejo de lo oscuro
Al culminar la conferencia de Río de Janeiro en Brasil, se tienen algunas conclusiones interesantes. Resulta pues, que las organizaciones proabortistas, incluidas la conocida Católicas por el Derecho a Decidir, admitieron una derrota en cuanto a dos temas importantes: el concepto de lo que es “derechos reproductivos” y “control demográfico”. En sus páginas de Internet varios grupos publicaron comentarios como “las negociaciones sobre el concepto mujeres y derechos reproductivos han empeorado gravemente”, incluso se dice que organizaron una marcha para quejarse de la “violentación de sus derechos”. Quiere decir que los Estados del mundo poco a poco se dan cuenta de la gravedad de la insolación de conciencia sobre el derecho a la vida y la dignidad de las personas.
Pero ¿es esto una guerra de argumentos? ¿En verdad es una postura entre los abortistas contra los ciudadanos de a pie? Yo creo que no. Esto no es una guerra de argumentos ni de ver quién convence a quién en los organismos internacionales. Si la razón y el sentido común predominaron entre los asistentes a esa reunión de Río+20 no quiere decir que hayan ganado unos y perdido otros. Creo que más bien cuando se defiende la vida, ganamos todos.
La guerra, por otro lado, es contra la ignorancia, la desinformación y los necios que se empeñan en seguir haciendo dinero con la cultura de la muerte. Esa guerra no se ganará con argumentos —hemos visto por ejemplo que la izquierda ha demostrado mucha elocuencia cuando habla, pero en los hechos se nota el desastre—, así esto no es como el dicho de que “quien tenga más saliva como más pinole”, se trata de que la sociedad busque las cosas que le convienen —en el sentido de la mejora grupal e individual—, para que pueda en verdad progresar. En este sentido, cuando se toman decisiones a favor de la vida, no ganamos los que estamos en esa postura, sino gana la verdad, la misma que hemos visto y mostrado con evidencias y no con mentiras.
En la reunión de Río+20 —si todo sigue así— y el informe se elabora tal cual opinaron países como Nicaragua y Chile con frases como “no podemos acatar un documento que contraviene por completo las legislaciones nacionales”, pero además, desestimaron el ya conocido lenguaje oculto que manejan organismos como la ONU, tachándolo de “boxeo de sombra” para referirse al código mentiroso que manejan esas organizaciones que promueven el aborto y otras prácticas nocivas para la sociedad.
Esta señal que dan los países latinoamericanos —curiosamente como Nicaragua, gobernado por la izquierda—, es un afán no necio de imponer una ideología como hacen los abortistas o los homosexualistas, sino precisamente basado en las evidencias del pasado en países donde dichas prácticas en efecto han sido un buen negocio, a costa de la tranquilidad irreversible de los ciudadanos que conviven con las prácticas de la muerte por sus propios congéneres. Es evidente pues, que estas prácticas están mostrando sus deficiencias. Y lo están haciendo porque en sí mismas faltan a sus propios principios de Derechos Humanos: la corrección estructural de las legislaciones pueden darse, como es el caso del DF donde la ley permite abortar, e incluso en la parte funcional, es decir, el aparato jurídico es eficaz, pero la hegemonía social y las costumbres de muchos países no coinciden con la realidad, y ese es un principio sine qua non se pueden dar leyes posibles. Esto implica que, a pesar de que la ley promueva prácticas a favor del aborto, el sentido común, la conciencia, si usted quiere, y las razones sociales que evidencian a países donde estas prácticas han sido promovidas y han fracasado, la vida se impondrá como una razón no sólo de derecho de los débiles —los no nacidos— sino como una razón de correspondencia de los ciudadanos que encuentran en sus valores también un ancla para seguir manteniendo el orden y la convivencia.
Bienvenidas pues, las memorias de esa reunión, logro para la humanidad.




