“…Una ley que el hombre no puede obedecer, ni obrar conforme a ella,
es nula y no es ley: pues es imposible obedecer contradicciones,
u obrar conforme a ellas..”
C. J. Vaughan, 1677
La cuestión jurídica es siempre un tema complejo, porque así como hay que interpretar la letra de la mayoría de los bien intencionados doctores al recetar un medicamento, así mismo hay que interpretar la ley hecha por los seres humanos, para la sociedad. La cuestión jurídica siempre será pues el baluarte de los protestantes: cada uno podría correr el riesgo de interpretar la ley a su modo. Aunque esto es improbable toda vez que la regla trata de ser clara, es posible cuando hay lagunas en la ley que se pueden “birlar” para sin faltar a la licitud, hacer algo que sea injusto o inmoral.
A veces pienso, aunque usted no lo crea, que el derecho es un orden inútil. Si los sistemas jurídicos se hicieron para salvaguardar el orden social y expedir la justicia, veo un mundo donde eso no pasa. Es decir, si esto fuera una guerra y el derecho fuera un escudo, entonces ese escudo soportaría quizás unas cuantas pedradas, pero no las balas de un arma de alto calibre. Y no es exagerado decir pues, que el derecho tiene siempre la labor de un mecánico o un hojalatero: es un reparador, un corrector, un arreglador de las relaciones sociales, pero pocas veces un preventor (aunque sé que esa palabra no existe, sé que usted entiende lo que quiero decir). Entonces pues, resulta que construimos nuestras leyes, con base en los hechos sociales próximos pasados.
Me acuerdo que cuando era adolescente, allá por mi casa hubo un intento de violación. Recuerdo que aquello fue todo un acontecimiento, gente muy alarmada –si tuviéramos una máquina del tiempo y avisáramos en aquel tiempo lo que iba a haber hoy, seguro que más de uno nos tacharía de locos fatalistas– y hasta tuvimos una reunión con la policía y en fin muchas cosas que para no hacerles el cuento largo, los jefes de la policía de entonces se limitaron a decir: “es que como fue intento, no podemos hacer nada, necesitamos que ocurran una o dos violaciones para poder actuar”. Bueno esa respuesta ocasionó mi gran decepción y supongo que las de todos los demás “dejemos que ocurran una o dos”. Sucedió lo mismo que en ese cuento del emperador Rex, quien al subir al trono creó para su reino un nuevo código en el que hizo la siguiente reflexión: “es más fácil decidir las cosas con una percepción tardía que intentar adivinar y controlar el futuro”, siendo este pensar un fracaso que casi causa una revolución. Pero desde una visión pragmática del derecho en el mundo, la ley está construida así, ¿para qué ponernos a construir el futuro si tenemos que arreglar los problemas del presente? El problema es que el presente es el futuro de un pasado que no se arregló a tiempo, cayendo en un hoyo negro sin salida que nos lleva a pensar en una vida sin soluciones.
A este comentario le he puesto por nombre “La moral que hace posible el derecho” por algunas razones singulares.
La primera, es que mientras nuestro sistema jurídico surja como el intendente que vino a reparar la tubería, siempre tendremos nuevas fugas en ella. Apagafuegos sería una mejor apreciación. Y a ello alguien puede afirmar que la ley previene para evitar la injusticia, y cuando la injusticia sucede, la ley sanciona al injusto (uno que roba, es castigado), pero el gran tema es por qué siempre tendremos que estar castigando a los injustos. Si en la reflexión mínima del pensamiento filosófico se supone al hombre como un ser capaz de ser educado en los más altos valores de la convivencia y la vida en sociedad; ¿esto quiere decir que entonces la naturaleza está equivocada y que entonces somos como los animales –aunque hay algunos animales más listillos que algunos que visten ropa y tienen carro– y que entonces no entendemos y tenemos que trabajar en esta relación estímulo reacción, donde al que se pase de la raya lo castigamos? Yo creo que no, y en eso baso mi segunda premisa.
La segunda cuestión es que este sistema jurídico en que vivimos sostiene que el ser humano es un ser que de todos modos y de alguna u otra forma algún día va a cometer una injusticia. Es exactamente lo mismo que esos comerciales del Gobierno Federal para promover los condones, esos que afirman que es mejor cargar la mochila a una pañalera (deja les digo a mis hijos que son un problema), y que es mejor traer condones porque como somos más bien instintivos, se nos va a ofrecer y no nos vamos a poder contener por ninguna circunstancia.
La moral que construye el derecho, nos debe enseñar a vivir en sociedad, nos enseña a prevenir las conductas que devienen en consecuencias nocivas para todos. Esa moral no debe estar en la ley más que para que los programas educativos –formales o informales– sean efectivos en su aplicación. ¿Para qué promover una ley contra la violencia a los periodistas? Creo que hace más falta una ley para educar en la no violencia de todos, no sólo de los niños. La pregunta es ¿cuál es la moral que mueve a quienes hacen las leyes? ¿Cómo son sus vidas personales? No podemos decir que en nuestra chamba somos los mejores y en nuestra vida personal un desastre, porque como dijo el estagirita, somos lo que hacemos; por lo tanto, la excelencia no es un acto, sino un hábito. La moral debe ayudarnos a cumplir las leyes, no porque éstas digan que deben ser cumplidas (o un castigo a quien no lo haga), sino porque sabemos que es lo correcto, lo justo, lo necesario. n
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@comandanteserra




