La Casa Blanca, Washington, D.C. 13 de septiembre de 1993. El presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, invita al Primer Ministro de Israel, Isaac Rabin, y al líder de la Organización para la Liberación de Palestina, Yasir Arafat a saludarse. Recelosos al principio, los antiguos adversarios sonríen tímidamente y se saludan de mano. Este significativo apretón de manos coloca las bases para sepultar cinco décadas de odio y desconfianza entre palestinos y judíos y marca la cúspide de los Acuerdos de Oslo.
La escena arriba descrita fue la culminación del proceso de negociación cuyo génesis ocurrió en la capital de Reino de Noruega, Oslo. El propósito del presente artículo es explicar la mediación noruega en las conversaciones de paz que habrán de celebrarse en la nación nórdica entre el gobierno de Colombia y las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia).
Noruega surge como nación moderna y soberana en 1905, cuando logra su separación de Suecia. Durante los primeros tres decenios de su vida independiente, los escandinavos vivieron casi apartados del mundo exterior excepto para comerciar con él gracias a su poderosa flota mercante –una de las más modernas en su tiempo–.
En abril de 1940, sin embargo, la Alemania nazi invadió y ocupó Noruega. Por cinco años, los germanos trataron de hacer de Noruega el “paraíso nacionalsocialista”. Desafortunadamente para su causa, el pueblo noruego –en especial sus maestros, marineros y médicos encabezados por el monarca Haakon VII– dio una lección de dignidad y patriotismo a las legiones negras de Adolf Hitler cuando una y otra vez, tanto por medios pacíficos como bélicos, se negaron a seguir los dictados de Berlín y de su títere noruego, Vidkun Quisling.
Una vez terminada la conflagración, dos características quedaron muy marcadas en el psique colectivo noruego: la primera es la fiera defensa de la soberanía nacional. Esto condujo a que Noruega fuera en 1949 uno de los países fundadores de la Organización del Atlántico Norte (OTAN); la segunda es un profundo sentimiento de adhesión con los países menos favorecidos, en especial aquellos en situación de conflicto.
Al carecer de ambiciones imperiales y conjuntando su vocación solidaria, el espíritu de aventura –heredado de sus antepasados vikingos–, y una alta conciencia ecológica, a partir de los años 90, el país escandinavo –anfitrión del Premio Nobel de la Paz– hizo de la mediación una herramienta de su diplomacia. Su papel como intermediario ha registrado éxitos, los ya mencionados Acuerdos de Oslo en 1993 y lograr en 1996 la paz en Guatemala, pero asimismo desilusiones: la conciliación en Sri Lanka naufragó y se suspendió el arbitraje en Las Filipinas.
La relación con Colombia data de febrero del 2000, cuando una comitiva de 17 personas –del gobierno colombiano y de las FARC– se reunió en Oslo con altos dignatarios noruegos para conocer el modelo de desarrollo socio-económico, basado en su énfasis en la maximización de la participación de la fuerza laboral, la promoción de la equidad de género y la redistribución del ingreso.
A pesar de haber cerrado en junio de 2011 su Embajada en Bogotá, Noruega no se desentendió de la situación en Colombia, y con la ayuda de Cuba reactivó los contactos entre el gobierno colombiano y la guerrilla teniendo como sede La Habana.
Fue precisamente el equipo noruego conformado por el ex embajador en Colombia, Dag Halvor Nylander y el experto en resolución de conflictos, Vegar S. Brynildsen, quienes firmaron en calidad de testigos, el Acuerdo General para la Terminación del Conflicto, el cual servirá como base para las negociaciones que habrán de llevarse a cabo el próximo mes de octubre en Oslo. Por último, los noruegos revelarán en la última semana de septiembre los nombres de sus mediadores para la segunda fase de negociaciones entre Colombia y las FARC.
Noruega saludó las pláticas en voz de su ministro de Relaciones Exteriores, Jonas Gahr Store, quien dijo “crear paz requiere coraje. Quiero alabar a las partes por iniciar un diálogo que pueda poner fin al largo conflicto armado en Colombia”1. En el mismo tenor se expresó el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, quien advirtió que “la paz se hace entre enemigos y no entre amigos”.
El escribano hace votos para que las negociaciones en Oslo rindan frutos y la afligida patria de Gabriel García Márquez, Fernando Botero y Sofía Vergara se libre de la Escila de la narco-guerrilla y la Caribdis del paramilitarismo.
Finalmente, la experiencia noruega muestra que los países pequeños también pueden jugar un rol constructivo en la resolución de conflictos armados complejos, incluso sin la participación directa de las Naciones Unidas y de las grandes potencias. n
(*) Colegio Aguascalentense de Estudios Estratégicos Internacionales A.C.
Aide-Mémoire.- Javier Sicilia les ha dicho en su propia casa algunas verdades incómodas a los gringos.
1. – Conversaciones sobre la terminación del conflicto en Colombia http://www.regjeringen.no/upload/UD/Vedlegg/fredsarbeid/pm_spansk.pdf
