Las leyes absurdas son para sociedades absurdas.
Ayer en el congreso del estado, se expresaron los diputados sobre el tema de la defensa de la vida. Hablaron de los foros ésos a los que fuimos invitados como sociedad civil, pero que no se nos avisó que eran foros hasta que estábamos ahí. También se expresaron de los líderes religiosos (hasta parece que trabajan para ciertos medios de comunicación escrita), sobre la incumbencia de los mismos en cosas que según esto, le corresponden a la razón.
La iniciativa de la vida sigue pendiente. Pero más pendiente es el dictado que en caso de darse esta reforma del artículo 2, pueda tener en la redacción. Según las palabras que se aseveraron ayer, se está tratando de conciliar a todas las partes en cuestión. Ya quisiera ver una ley que conciliara a los rateros con los robados, a los violadores con los violados o a los maltratados con los maltratadores. Las leyes son buenas porque defienden a la gente, pero si la ley pretende más bien ser un cúmulo democrático de “todas las posturas” lo único que se logra es una anarquía legalizada. No es posible que persigamos conciliar un binomio imposible —aunque algunos partidos de derecha y de izquierda ya lo hicieron al menos como una orden pragmática para ganar el poder— en primera porque éste no es un asunto de ideologías. Si fuera un asunto de ideologías no se llamaría congreso, sino mesa de opinión del estado. El congreso legisla en base a las necesidades de la sociedad, en base a las funciones prácticas de un sistema que debe cooperar a la seguridad individual de cada uno de sus miembros. Si no es así, entonces no es congreso. El que quiere quedar bien con todos, al final no quedará bien con ninguno. Si esa pretendida reforma resulta ser una quimera de composiciones narrativas, perdiendo el sentido original que es la defensa del ciudadano y su mamá, desde que el primero se encuentra en el vientre, todo será párrafo pero menos realidad. Ya hemos dicho que la iniciativa no contempla quitar las excepciones que se encuentran expuestas en el código penal del estado. También hemos dicho que esta reforma debe ser el primer paso para el desarrollo de todas las mujeres, especialmente las más vulnerables. Por lo tanto la iniciativa deberá ser así de clara. Si al final los legisladores pretenden quedar bien con las abortistas, feministas y grupos radicales, y al mismo tiempo con los movimientos y asociaciones a favor de la vida y de la familia, eso es imposible. Hay binomios imposibles aunque los políticos nos quieran demostrar lo contrario (digo por aquello de las coaliciones). En este caso, la defensa de la vida, de los bebés en el vientre y de las mujeres, no es un tema negociable. Como dijo aquella novia de la juventud: o somos o no somos. O cómo dicen los que leen la biblia: “el que a dos amos sirve, con alguno queda mal”.
Ya lo dije la semana pasada, andamos peleándonos por las consecuencias en lugar de ir a las causas. Una ley que trate de conciliar la función positiva de la defensa de la vida desde su ángulo más práctico, con otra postura que pretende agradar los berrinches ideológicos (“decidir sobre el cuerpo”, derechos sexuales y reproductivos, promoción de anticonceptivos tóxicos e inseguros, inflación de cifras sobre muertes maternas, difamación de personajes, etcétera), no nos puede llevar más que al fracaso como sociedad. Si queremos atacar las causas debemos empezar por el principio: la verdad social, científica y moral. Y por supuesto la razón como dijo el diputado que lo dijo. Deberemos comenzar por educar la voluntad y no dejarnos llevar por quienes pretenden afirmar que el ser humano es más animal que racional y que ante eso nada se puede hacer más que repartir condones. Deberemos de acudir al diálogo pero no a la falsa democracia en la que todos tienen la razón, porque además, esto no se trata de tener la razón, sino de ver lo que más conviene como sociedad y como individuos conformantes de una. Ya lo dijo Einstein, “hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la voluntad”, si los diputados la tienen, que se decidan por ayudar a aquellas mujeres que lo requieren —ya lo hemos dicho aquí, a título personal y como activista— pero no confundamos las falsas esperanzas de poner en un mismo plano lo correcto con lo de moda. Si quieren ayudar a Aguascalientes, hagan una ley que proteja la vida de todos, sin menoscabos y sin dolo, y si no, mejor así déjenle, con las leyes no se juega, y mucho menos con las personas.
