Para Blanca Díaz de León
Después de más de dos años de escribir esta columna en La Jornada Aguascalientes, me parece que uno puede comenzar a ser llamado columnista, editorialista o similar, en el momento que va acumulando un número considerable de detractores públicos y privados. En ambos casos existen dos tipos, aquéllos cuyos únicos argumentos son la ofensa y la denostación y los que critican en el más amplio sentido de lo que decía Giovanni Sartori en Qué es la democracia, esto es, una crítica constructiva que coadyuve en el proceso del conocimiento a través de un diálogo de argumentos, no la simple destrucción. A los que con su nombre real y a la luz ya sea de un foro, de otra editorial o simplemente a través de un correo electrónico increpan las ideas de este intento de escritor, bienvenidos, en todos los casos hasta hoy les he agradecido primeramente leer las palabras que semana a semana aparecen en este diario y en segundo lugar les he contestado su crítica. En esta clase de debates no puedo decir si he ganado o he perdido; el último que tiene la palabra es el lector, precisamente para él es el debate.
Sin embargo existen también los gritos abyectos: esos fans que generalmente se esconden en el anonimato del nombre falso o el correo creado ad hoc. Y es esta clase a quien dedico este artículo, pues a raíz de mis colaboraciones publicadas los dos lunes anteriores donde manifiesto abiertamente mi apoyo al PRI, una supuesta Blanca Díaz de León –según se lee en correo llegado a mi cuenta que aparece públicamente al final de cada colaboración- me envió sendos epítetos de los cuales el más decente para publicar aquí fue el de arrastrado. En verdad me ha causado risa, hilaridad y sobre todo convicción. Y sí, convicción para seguir escribiendo en lo que creo, que si es o no es políticamente correcto, que si es complejo sostener algunos argumentos, que si es fácilmente debatible o criticable, no importa, es la esencia de la editorial, una mirada subjetiva del que escribe, a diferencia de la postura un tanto más objetiva que debe de aportar el reportero.
Para los que amamos la escritura y el ron, siempre es una dicha el debate escrito, es más sólido, más perfecto y con mayor precisión que el oral. ¿Y a qué viene el ron? En el complejo mundo de los medios de comunicación siempre habrá trabas para realizar la labor, Los diarios del Ron trata esta situación: un reportero venido a menos en Estados Unidos se va a Puerto Rico a ser partícipe de un diario a punto de la quiebra; cuando se le propone realizar un reportaje tendencioso a favor de un negocio de bienes raíces fraudulento, termina escribiendo –no sin ciertas complicaciones- en contra del negocio. Interpretado por Johnny Depp, el periodista es un consumado amante del ron que vive entre las copas y su labor editorial, no quiero decir que sea un cliché en el mundo de los comunicadores, pero al menos algunos amigos del medio sí encuadran en ese binomio añejo reportero y bebidas etílicas. En el fondo, la obra que es producida por el actor favorito de Tim Burton es un homenaje al creador del periodismo Gonzo, Hunter S. Thompson, y precisamente el argumento es retomado de una de sus novelas que se basa en hechos vividos por él en carne propia. Como señalábamos, la película aborda muchos de los problemas a los que el comunicador se ve sometido para llevar a cabo su tarea, la presión ya sea del propio trabajo y los jefes, de los grupos de poder.
Tal vez lo más irónico es cuando la limitación de la libertad de expresión proviene de lectores que, por el medio que frecuentan y leen, deberían ser ejemplo de apertura y tolerancia. El problema es que como ella hay más, gritos ofensivos que lo único que pueden hacer con las palabras es tratar de acallar a los demás, generalmente los ignoro y no entablo diálogo alguno. Sin embargo en el caso que nos ocupa, a pesar de que es una crítica acrítica (por el tono de ofensa) y por ende debería aplicar aquel viejo dicho de a gritos de marrano, oídos de chicharronero, en lo personal he preferido utilizar mi columna para sostener mis opiniones, que buenas o malas, ahí están abiertas al debate.
Suponiendo que en verdad mi fan se llame Blanca Díaz de León (por cierto, me hizo mucha gracia que me llamara tinterillo) y ya que mi abuelita se hubiera escandalizado de su amplio y variado léxico, para que no le digan aquello de que si con esa boquita comes (para el efecto sería, con esas manitas escribes) le voy a recomendar una de las reglas doradas de Cindy la Regia para navegar en internet: hasta en los bits hay clases. Para los nacos, internet es como el alcohol: cuando lo toman pierden todo el sentido del decoro, cortesía y buenos modales. Una niña sabe bien que sus redes sociales son un escaparate de Barneys ¡jamás una fonda arrabalera! ¡Y recuerda! Una chica que no pone groserías es un diamante que siempre admiras. Always be a lady.
